sábado, 24 de enero de 2015

Nono

El pecho de la tierra, Ñuñu, entrega al viajante su fruto desinteresadamente. Cual oferta magnánima sus dulces son la concentración de las delicias y placeres de los hombres. La mirada atenta del naturalista ocasional queda asombrada en el descubrimiento subrepticio. ¿Será tal vez que ella se me muestra recordándome la simpleza de las cosas vivas, el transir de la vida y el florecer de lo árido?  ¿Será tal vez que en su pequeño gesto me recuerda que detrás de tanto yuyo insulso?  Detrás de las espinas lastimosas del bosque oculto a la mirada del ingrato se entrega la dulzura morada solo a aquellos dispuestos a sacrificar su sangre por la Pacha. Y en sus ramas, venas cargadas de la sangre de los mortales fluye la savia de la vida y transforma el sufrimiento en dulce néctar de los dioses originarios.

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