sábado, 31 de diciembre de 2022

"Sangre matancera" "Recuerdos" "Riacho proletario" "Dejaré" "Verba dicendi" Festival de poesía de Boedo.







Verba dicendi

Sopesar el tránsito de la vida transcurrida

Evaluar el encanto de los días, abstraída

transmitir el incitar emociones, eclipsada

intuir el infinito que despliega tu mirada.

Olvidar el vacío de los días congelados

Presentir los encuentros de momentos añorados                             

Cancelar el fastidio con palabras anegadas

lisonjear la existencia, denunciar la acción ponderada.

Terciar el verbo que lastime la coraza,

Vaticinar el mar en silencio, adular la nada soterrada.

alardear de poesía acreditada.

Acertar a pregonar conclusiones imaginadas

Declarar lo incierto, acciones preconizadas

Engendrar mutismo, mascullar la queja

            la fémina ruega, objetar conciencia.

Dejaré

Dejaré este tiempo de rencores,

este afán obsecuente del dolor y la tristeza.

Dejaré mi cuerpo librado a sus humores,

al deseo y las noches satisfechas.

Dejaré que me amen, que me odien y me entiendan

solamente siendo ajena al sufrir que me alimenta.

Dejaré de esperar que la vida me sorprenda

que no sirven fantasías para el alma que aqueja.

Dejaré esta vil alianza con la impotencia

en memorias dibujadas en cursiva que se añeja.

Dejaré fluir la pluma y los dedos que teclean

pensamientos que suspiran, que saben que se destierran.

Dejaré que las miradas fraternales me enternezcan

y el encuentro de las voces diga fin a mis miserias.

Dejaré el rencor anidado que sopesa

Una bola de juicios enquistados se renueva.

Dejaré un espacio para el rictus cotidiano

de no proyectar mis días venideros ni ajenos.

Y la maternal discordancia de los hechos

Asolada de este cinismo funesto, dejaré.

Riacho proletario

La limpieza del riachuelo es estanco de los sueños,

El burgués de cara al río, el pobre de espaldas al tiempo.

 Fluye curso de emociones, bronca acumulada, el deseo:

De meter las patas y arañar con furia el pringoso agujero

Navegamos podredumbre, el potaje maloliente del trabajo,

el disfrute de los pobres, frescos humedales de fracasos.  

Violentado el espacio, ese bosque y ese río vulnerado …

tan próximo a los goces expropiado, aquel curso natural idealizado.

Riachuelo que emerges y te construyes, con el limo acumulado de los huesos,

Es tu margen de pañales y botellas, el resabio de la vida, la protesta

A un costado marginal del ser urbano, la mirada apartada matancera.  

De los campos conocidos por los Quilmes

un vestigio que recuerda solo queda,

ya no es la esencia que sería ¿quién podría conocerla?

sólo la feroz embestida de la defensa.

¿Habría de ser tu materia, el desecho del sudor del obrero

el producto de su sangre hecha fábrica, los despojos de sus sueños,

los residuos del consumo que anhelas, desperdicios extranjeros?

Recuerdos

                                                     A Juan Carlos Martínez.

Tu porte frente al espejo, brocha en mano dibujando la paciencia.

El elogio a flor del pecho, torso erguido y el encanto

en la palabra el aliento, en mi mirada el perdón a aquel soneto.

Y el elogio desmedido, a los artistas que aún no fueron.

Dulce guía de los destinos, trabajador incansable del verbo,

buscando la voz exacta que diera voz al obrero…

Gestor de la cultura independiente, solitario,

 fuerza autónoma, vehículo de escritores en proceso.

 De pintores su mecenas, antólogo de lo incierto.

Ediciones colectivas, mancomunando el deseo,

la voz del coplero te revive en sus raíces de tierra adentro.

En ese afán de explorar virtudes en aquel bodegón de 1900

pergeñaste colecciones que exploran la dote del verso,

el trabajo del artista modelaste, sin eclipsar los sueños,

 sin dilapidar antojos lograr trascender el momento.

Te seguimos extrañando, tu presencia se hace pueblo

los poetas hoy presentes hacen firme el recuerdo

es Santiago que te llora y tus hijos que añorando

 van transitando el tiempo.

Ganamos vida en la vida,

En este sótano germinado de musas,

Hoy con vos me encuentro. 

 

Sangre matancera

 

En la margen del riachuelo suburbano

los pañales, la cerveza y las bolsas

la basura del consumo cotidiano

el desecho monetario de la industria

y los puestos de verdura improvisados

se acumulan en desidia infructuosa.

Delicia la del pobre que en el agua estanca

al calor del charco pantanoso.

chapotea en el espejo amarronado

con la sorpresa de pisar un vidrio roto.

Barroso cauce que refleja el moaré

el Brillo del sol perpetrando la oscuridad:

un chupete se enrosca en el pulgar.

Come los pliegues una hambrienta barracuda

entre los dedos de una infancia desnutrida

En el limo pringoso que se cuela anida

Los votos, el reclamo, la injusticia,

la sangre del pueblo matancero

¡hoy no se calla y recrimina!

 

Biografía. 

Karina Piriz es Licenciada en Letras (UBA). Se desempeña hace 29 años como docente en diferentes niveles educativos. Desde 2016 ha sido seleccionada en diversas colecciones literarias en Argentina y España. Es parte del Colectivo Autores de La Matanza, participa del Taller literario Experiencia Letras y es Miembro activo del Grupo de Trabajo de Escritores internacionales “Juntos por las Letras”. Último libro publicado en Ediciones del Parque, Tucumán “Confluencia literaria. Tomo VII” presentado en la Ronda de lecturas en la Biblioteca Nacional “Mariano Moreno” (CABA), Feria del libro de Bs. As. y Café Tortoni. Primer premio en X Concurso Poético-artístico Internacional UPF Argentina 2021-2022. Publicada en Antología "La Matanza en Letras" y 11° Antología de poemas y relatos. Colectivo Autores de La Matanza.

 


Convocatoria literaria Instituto de Cultura de la Pcia. de Bs. As. "El escenario"



El escenario

                                                             A la memoria de Antonio Gerardo Lucente

El Tony comenzó a dar clases cuando aún no se había recibido. En aquellos años la falta de docentes era pasmosa. Podían pasar meses hasta que se designaba un docente para esas escuelas perdidas en los barrios que se iban formando en el conurbano bonaerense. El Tony estaba entusiasmado. Tenía ganas de empezar, poner en práctica lo que había aprendido en la Escuela Normal y poner en juego su experiencia como maestro de educación popular de adultos. No debe ser tan diferente enseñar a leer y escribir, cambiarán los temas, pero al momento de unir las vocales con las consonantes debe ser lo mismo. Cuando llegó ese primer día de clases, los vagones que oficiaban por aulas lo recibieron con la alegría con la que se recibe al maestro nuevo.

Cruzó el campo pisando la escarcha que iba crujiendo bajo sus pies. El sol asomaba lentamente, recrudeciendo el frío matinal que calaba los huesos de la mañana. Al bajar del 620 descubrió que la maestra que dormía acurrucada en el último asiento del fondo, junto a la puerta, iba para la misma escuela que él. Intercambiaron unas sonrisas tímidas y el Tony aprovechó para entablar unas palabras cordiales. ¡Qué fría mañana, está más frío cuando amanece que a la noche! Mary, curiosa, se animó a preguntarle si iba para la escuela. El guardapolvo blanco ya los había delatado y mancomunado en una experiencia compartida que no dejaba lugar a dudas. Transitar desde temprano los barrios del conurbano bonaerense, cruzar el campo poblado de neblina, llegar a tiempo para preparar el mate, comer unas tostadas y arrancar la jornada.

Cuando llegaron a la puerta de la escuela ya se conocían. Él venía de Mataderos para hacer una suplencia como maestro de adultos. Mary era la Directora. Tendría un grupo de alumnos, en su mayoría hombres jóvenes que habían venido de las provincias del norte en busca de trabajo. Algunos ya habían traído a sus familias y se habían asentado en los terrenos fiscales que rodaban a la escuela en González Catán. El Tony se concentró en enseñarles a leer y escribir, pensando en esos alumnos que querían conseguir laburo en la zona oeste. Todos soñaban con entrar en Crysler, en Textil Oeste, en la fábrica de Yelmo. Las metalúrgicas eran las que mejor pagaban y los muchachos sabían que tendrían mejores oportunidades si tenían la primaria hecha. El Tony los ayudaba con la búsqueda laboral. Les traía el Clarín todos los días y a partir del diario se entregaba a la tarea de alfabetización. El mate circulaba de mano en mano mientras leían las tapas. Las noticias sobrevolaban la proscripción del peronismo y un manto de esperanza unía al maestro con sus alumnos. Tal vez, con la vuelta de Perón, nos vaya mejor, podremos tener mejores sueldos, traeré a mi vieja de Misiones y hasta podré hacerme la casita comprando de a poco los ladrillos, decían los muchachos. La hiperinflación no daba tregua: lo que valía la arena a la mañana, cuando llegaba el camión había que pagar la diferencia, ya   había subido un 30% más. El Tony conversaba estas cosas y algunas más con sus alumnos: sobre los trabajos; sobre cómo no les quedaba otra que hacer todos laburos en negro; sobre los derechos de los trabajadores que tanto habían conocido generaciones anteriores, en pleno auge del peronismo; sobre lo mal que estaba todo, incluso sobre la persecución a trabajadores en la Mercedes Benz. Todos conocían la anécdota del delegado que se fue de viaje teniendo un laburo en blanco, familia y casa en Virrey del Pino. Por supuesto nadie la creía, pero el Tony no estaba dispuesto a renunciar a sus convicciones. Su trabajo de maestro le marcaba ciertos principios: ayudar al otro a progresar con las herramientas del conocimiento y la lucha. ¿De qué sirve saber cosas si después cuando tenés que pelear por tus derechos te mandan al carajo o terminás en una zanja?

Así entre mate y tapa de Clarín pasaban los días en la escuela de vagones. Debido al crecimiento de la población en la zona, los vecinos se habían organizado para pedir que se hiciera una escuela. Lograron tras muchas notas ser recibidos por el Coronel que instaló aquellas curiosas aulas y comenzaron a proyectar el edificio. Habían pasado muchos años y continuaban dando clases en los vagones, Mary estaba harta. Tenía a su cargo a los niños, un grupo heterogéneo de chiquilines y jóvenes a los que a veces mandaba a leer con el Tony. Tenía miedo, no quería que el maestro estimulara en los adolescentes el espíritu del peronismo y mucho menos el de la lucha armada. Ya le había advertido que se dejara de joder con los alumnos porque todos sabemos que vas a terminar mal si seguís así. El Tony lo sabía, por algo se tomaba dos colectivos para llegar a aquella escuelita perdida en medio del conurbano. Ya no entraban en aquellas cápsulas varadas en medio del campo y fue cuestión de tiempo para que se corriera la voz y los vecinos perdieran la paciencia. El edificio venía avanzando, tanto que por las noches se escuchaban camiones descargar. El predio de la escuela no tenía moradores linderos, así que nunca pudieron verificar qué se descargaba, pero si se sentía el transitar de vehículos por la calle principal. De buenas a primeras, en medio del esperanzado arribo de Perón, y a meses de cumplirse los diez años de creación de la escuela, la barriada decidió tomar el edificio a medio construir e inaugurar el uso de las aulas. Coincidió con la vuelta de la democracia y la esperanza de que con Perón al poder todo mejoraría. En febrero los camiones dejaron de entrar, aún no entendían por qué, pero el movimiento había aminorado. Por supuesto, Mary estaba en contra de la toma, mientras que el Tony lo disfrutaba como aquella vez que fue con su papá a la plaza a pedir por Perón y él también había metido las patas en la fuente. El 25 de mayo hicieron el acto y festejaron la patria por partida doble, “Cámpora al poder” y la escuela en manos de la comunidad.

La escuela creada en 1963 ya era la escuela del barrio. Tenía toda la impronta “militar”. Una construcción robusta, de paredes de ladrillos por dentro y por fuera. Nunca lograron revocar las paredes dentro de las aulas, así que por años mantuvo su aspecto original. Dispuestas en tres módulos, las aulas tenían una simetría escabrosa. Nadie entendía muy bien si eso era una escuela o había sido construido con otro propósito. Llamaba la atención las amplias puertas de dos hojas que abrían paso a las tres aulas instauradas en los vértices de un cuadrado que oficiaba de patio. Lo más curioso es que el patio estaba en altura. A un metro y medio del piso, el cuadrado con gradas era el patio y el escenario central.  Se accedía a allí, por unas escaleritas que se ubicaban dos a cada lado del cuadrado, del lado izquierdo y derecho respectivamente. Así, en los días de actos escolares todos subían los quince escalones y allí se presentaban los números escolares rodeados por las gradas que coronaban el curioso escenario.  Debajo del escenario no había nada, ningún acceso, ni puerta a un sector de guardado (como solía hacerse). Debajo del escenario no había nada. Era un bloque de cemento.

En los años que siguieron el Tony y Mary trabajaron mucho y la escuela fue creciendo. Cada vez había más pibes, los alumnos adultos fueron egresando, consiguiendo laburos más o menos, pero siempre confiando en que estudiar era el camino para el progreso. Llegaron otros maestros y pasó una década. El Tony fue el delegado, de hecho, el encargado de ir a ablandarla a Mary cada vez que había un problema con los otros maestros. Él la conocía hacía tantos años… habían pasado tantas cosas juntos… Ella había perdido a su compañero hacía pocos. Mary no habló del tema, ni dio detalles. Un día faltó y al siguiente se enteraron de que su esposo había fallecido. No hubo velorio, ni siquiera pudieron juntar unos mangos para la corona. Así, entre bambalinas, el esposo de Mary había desaparecido y ella se refugiaba en la escuela cada vez más. Llegaba a la mañana y no se iba hasta que vinieran a buscar al último pibe. Allí pasaba los días anestesiada. El Tony, a su vez, se puso de novio y se casó. Andaba contento, haciendo chistes sobre cómo tenía pensado ampliar la familia. Juntos festejaron los 15 años de la escuela “Remolcador A.R.A Guaraní” ya no con la alegría que significó el aniversario anterior, sino con la tristeza de tiempos oscuros que se pronosticaban. Ambos habían vivido las duras represiones de los gobiernos militares del 55 al 73, sabían lo que se avenía y ya era hora de retirarse. Mary, angustiada por su pérdida años atrás, tomó partido por jubilarse. El Tony se puso al hombro la escuela, todavía le faltaban muchos años de carrera y tenía una familia para mantener. El 23 de mayo de 1977, Tony no estuvo para decir el discurso por el día de la Revolución de Mayo y cumpleaños de la escuela.   El primer día de clases del año 1978 se dio inicio al ciclo lectivo sin directivos.

Los años transcurrieron y en la actualidad la escuela sigue siendo ese edificio tan estrambótico que era. Con el advenimiento de la democracia, las historias truculentas en relación con la construcción de la escuela fueron creciendo. El barrio sigue reclamando que venga el equipo argentino de antropología forense, que venga y excave, bajo la enorme, fría y pesada losa de cemento, el escenario. Hace pocos días se conmemoró con un acto en la sede del Suteba recordando a todos los maestros matanceros desaparecidos por la última dictadura cívico-militar.

 

                                                                                                                 Locuaz mudez


Biblioteca Nacional

 Confluencia literaria VII (en este enlace podés leer los textos que forman parte de la Antología)