- Una
casta colonial improductiva: negros, indios y mestizos.
Como plantea Altuna (2002) la
autoría del Lazarillo se presenta como un pacto de escritura entre el criollo Carrió
de la Vandera y el indio Calixto Bustamante Carlos Inca. La participación del primero
en el proyecto reformista es un dato que no podemos dejar de lado al analizar
la construcción de los tipos sociales en la colonia: el indio, el negro, el
mestizo y también el lugar del visitador, del criollo. Los tres primeros se
contraponen severamente con los principios de la Reforma. En los capítulos XVII al XX se presenta la construcción de estos
tipos sociales pero limitada al espacio entre Cuzco y Lima.
El indio. Según
el enunciador la tiranía de la cual se
acusa a los españoles es imaginaria: el repartimiento es un sistema justo que
permite al indio vivir, pero a éste le gusta embriagarse por eso nunca le
alcanza el dinero. Según el enunciador el repartimiento es lo que hace que los
indios se queden en su tierra y sus hogares, “ya ha visto Vd., señor inca”
(p.205)[i].
El enunciador plantea cómo frente al mal, la Conquista nos salvó del indio. El
extranjero es equitativo e indulgente frente al indio borracho y ladrón. En los
obrajes los delincuentes están atados, comen, duermen y cumplen con su trabajo.
Si bien los dueños de los obrajes no ejercen tiranía sobre los miserables
indios, no refiere caso alguno de delincuente
criollo, funcionarios, como los que critica (alcaldes borrachos, regidores y
alguaciles que se mantenían del latrocinio, (p. 181), que cumplan pena en los
obrajes por el delito cometido. De esta manera, interpretamos que el obraje
tiene un solo componte racial y social, el indio vago. No se consiguen
voluntarios para los obrajes, hay una atraso comercial producto de la desidia y
la embriaguez del indio (p.206), que aborrece el encierro. La sujeción
económica al corregidor hace que el indio se comporte como un ser productivo,
la fórmula propuesta es tenerlos sujetos, en calidad de mulos. Esta
representación animalizada se repite en el apodo al mestizo Corcolocorvo, color del cuervo, nombre
onomatopéyico que reproduce el grito del pájaro.
El indio es desconfiado, malicioso, sin caridad, son
bárbaros porque no pueden expresarse correctamente en el idioma castellano, pero todos lo entienden
por una cuestión de necesidad. Se diferencia la mujer india por ser más cruel
que el hombre. No tiene bienes porque se lo gastan en borracheras, y todos los
indios son iguales en la colonia. Esta generalización se compara a la de los
moros: narices deformes, color ceniciento. Irónicamente dice el enunciador
que lo que tienen de bueno es la
capacidad de adoctrinamiento y cumplimiento de los castigos encomendados a los
doctrineros indios. No obstante en el Cap. XIX destaca su valor, la ferocidad
de su ataque y diferencia a los indios sujetos a los emperadores de México y
Perú del resto de indios indiferenciados que había declarado anteriormente. Como
vemos la jerarquía que establece sobre el espacio se desplaza a sus habitantes
otorgándole a una porción de los indios borrachos, el carácter de civilizados,
obedientes y productivos. No obstante esta productividad no estará destinada a
la acumulación capitalista sino a “sacar de ellas un corto socorro para sus
fiestas y bacanales” (p. 221). Es decir que ni siquiera este indio más
evolucionado es sustancial al proyecto
reformista comercial y productivo propuesto para la colonia.
El negro. Es el indio es cruel con el negro (p. 210), y
éste se ubica en un estrato inferior “los indios son muchos más hábiles que los
negros para todas las obras del espíritu” (p. 213).” Los negros no tienen
intérpretes ni hubo jamás necesidad de
ellos” porque rápidamente entienden y se
dan a entender en el castellano, no
obstante “les quedo un resabio del fuste”(p. 213). Esta apelación a la
esclavitud a la cual se sometió al negro durante la colonia se corresponde en
la escasa representación, protagonismo y valoración como tipo social. El texto
borra enunciativamente lo que no es sustancial al discurso reformista y de esta
manera borra una identidad cultural. Son más rudos y agresivos, en la música
aúllan, exhiben el cuerpo deshonestamente, y como los indios, se emborrachan.
El mestizo . Como
mezcla de blanco e indio se representa al mestizo como una degradación de la
raza. Esta corrupción se traslada al lenguaje, siguen manteniendo siguen
manteniendo la lengua aymará y quichua. Deben aprender la doctrina en su lengua
pero a comunicarse en castellano para facilitar el comercio. El enunciador se defiende del planteo sobre los vicios que los españoles
infundieron en los indios, advierte que ellos ya maldecían y pecaban de incesto
mucho antes de llegada del español. Exaltado reprende:”¡basta de indios y
reemplacen la lengua india!”(p. 216). Esta mirada racial construye un sujeto
dominado, alejado de la escritura colaborativa que propone y por supuesto
alejado de cualquier proyecto conjunto para el progreso en la colonia. En el Cap. XX se aclara que algunos
“mesticillos contrahechos” son los que se encargan de las labores productivas
en la colonia. Indios que aseados pasan por cholos, por mestizos, porque son
útiles al español pero constituyen una amenaza en a medida en que podrían
confundirse con los blancos. Perdidos los rasgos característicos de la raza, lo
que en realidad no quiere reconocer el visitador es el incremento de mestizos.
Los guamanguinos se distinguen por tener una forma peculiar de vestimenta. Los
únicos indios valorados por el enunciador son los de Lima que se aplican al
trabajo en los oficios mecánicos, mientras que en México las “mezclas
inevitables”(p.228) son las que ha hecho disminuir el número de indios netos,
por eso se ha perdido la deformidad de la nariz y labios, siendo mestizos. El
visitador se justifica: la disminución no puede atribuirse al alcohol traído
por los españoles, ni a las minas, ni a la Conquista. Se debe a la poca
fecundidad de las indias.
La
mirada racista y el afán clasificatorio se despliegan sobre el itinerario del
viaje y la configuración ideológica del espacio, representando castas basadas
en la desigualdad étnica: los gauderios, los indios y los criollos que se
corresponden con tres grandes espacios, el tucumano, el peruano y el limeño.
Corcolocorvo es el ejemplo del lugar
fluctuante en la casta, entre “mestizo” e
“indio neto”: posee un pasado aristocrático, descendiente de Manco Cápac
(Athahualpa), pero también es denominado como “cholo”, “pobre serrano”,
“criollo natural”. El lugar borroso que ocupa “es utilizado como un instrumento
de crítica a los muchos aspirantes a prebendas y títulos nobiliarios, que
abundaron en el reinado de Fernando VI” (Altuna, 2002:193) pero también marca
un lugar peligroso, reservado sólo a este personaje que curiosamente está sujetado al del visitador, que depende
de éste para expresarse, que no tiene libertad y mucho menos poder. Lugar
peligroso para los intereses reales e históricos de la aristocracia colonial
blanca peninsular y criolla que se ve amenazada por la movilidad social. El
enunciador hace una “recopilación ecléctica” (Pupo Walker, 1982:657) de
aquellos aspectos que el visitador considerara pertinentes a una programa
civilizatorio tendiente a la implantación de la Reforma del Perú. Este confuso sincretismo historiográfico pondrá
en evidencia en la omisión de la profusa presencia de castas,( más allá de las
relevadas escuetamente por el enunciador, en especial en Lima) las fricciones
sociales entre el indio, Inca Bustamante y el criollo.
En la construcción de los tipos sociales de la
colonia la raza está delimitada claramente en negros, indios y mestizos, tipos
sociales sin un detalle demasiado ilustrativo sobre las cruzas. La presencia de castas quedará sesgada porque nos encontramos en los
capítulos correspondientes al tránsito de Cuzco a Lima. La construcción de
tipos sociales no refleja la rica trama
de culturas y por lo tanto construye una integración ilusoria, en la representación de la homogeneidad, sin
reconstrucción de la identidad cultural (Zanetti, 2002). Como plantean ambas
autoras el escenario de lectura/escritura reproduce el sistema de jerarquías
vigente en la sociedad colonial, pero no desarrolla la complejidad de cruces
raciales y sociales presentes en la Nueva España. Altuna (2002:195) asegura que “Otro elemento propio de la esfera de la
actividad del funcionario es el registro del número de habitantes de cada
ciudad, con datos sobre nacimientos, muertes y división por castas”. Confiamos
que esto sea así en el diario de viajes del funcionario, pero en el Lazarillo solamente se consigna en su
paso por Bs. As. la cantidad de clérigos,
hombres y mujeres españolas, funcionarios, militares e indios, negros y
mulatos entre otros, pero no se da cuenta en todo el texto de castizos, zambos,
moriscos, albinos, coyote, chino, chamizo,
cambujo, lobo, etc.
El criollo. “En
la organización del discurso entroncan los valores extremos de la sociedad
colonial: el indio y el peninsular. E inscripto entre ambos ( y agrego, como
peje entre dos aguas) permanece el criollo mayoritario que aparentemente
resulta excluído como identidad dinámica del texto” (Pupo Walker, 662) pero que
se manifiesta en los interdictos, en las referencias al plano vivencial de la
cultura del criollo, en la intertextualidad con temas de la narrativa
criollista, en el espacio intertextual que da cuenta de la complejidad social
sin nombrarla. La configuración ideológica del espacio se corresponde con una
valoración ideológica de los tipos sociales.
Gauderio, indio y criollo se corresponden en el viaje con tres zonas que se ordenan según una
valoración en escala ascendente desde Montevideo a Tucumán, Cuzco y Lima. Los
capítulos aquí analizados cristalizan y fijan identidades raciales
estereotipadas, que no dan cuenta de los procesos de multiculturalidad y
aculturación. El texto intenta infundir en los lectores la representación de la
diversidad pero termina cristalizando en el discurso la imposibilidad de
movilidad social que sólo podrá darse en Lima, la gran ciudad de esclarecidas familias y
casas ilustres. El texto en realidad cuenta la necesidad de recuperación económica basada en la
integración regional de las colonias y afirmación de la dependencia de la
metrópoli a través de la sujeción ejercida por los grupos de poder:
comerciantes criollos, sobre las clases dominadas, indios, negros y mestizos.
Es también un informe a los lectores metropolitanos sobre la abundancia y
malversación de la riqueza en las colonias. El desarrollo comercial está
pensado en función de un plan político, una misión civilizadora de desarrollo comercial, mejoramiento de
caminos y comunicaciones.
Altuna,
Elena, “Y dio fin este cansado viaje histórico”, en El discurso
colonialista de los caminantes siglos XVII-XVIII, Ann Arbor, Latinoamericana Editores, 2002.
Carilla, Emilio “El
misterio del Lazarillo de ciegos caminantes” en http://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/04/aih_04_1_028.pdf
Corcolocorvo,
El lazarillo de ciegos caminantes. 1ª
ed. Buenos Aires, Emecé, 1997. Los números ( ) corresponden a las páginas de
esta edición.
Pupo Walker,
Enrique, “Notas para
una caracterización formal de El lazarillo de ciegos caminantes", Anales de
literatura hispanoamericana,
n. 9, 1980, 187-210.
Zanetti,
Susana, “La trama de lectura y escritura en El
lazarillo de ciegos caminantes”, en La dorada garra de la lectura, Rosario, Beatriz Viterbo, 2002.
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