domingo, 13 de noviembre de 2011
06:43 a.m.
Salió a la vida con el dilema de los
sufridos, la imposibilidad del deseo.
Falta tiempo para pensar cuando la búsqueda del ser deja el ideal
adolescente para sumergirse en el patetismo de la adultez resignadora y
resignada de buscar el sueño. Cansada de pesadillas se revuelve entre los
viejos trastos de la luz enceguecedora de la infancia.
Los chicos se encuentran, cuarentones y
perdidos de esperanza, para recordar el idílico espacio de la vida cuando eran
todo potencia. Algunos frente a la delincuencia acechante, otros remilgados
proyectores de las elocuentes demandas del mercado. Aquí,
solo el deseo del encuentro porque encontrar al otro alivia el destino
autoproclamado, porque en el encuentro recupera el mundo, el paraíso perdido en
los fiascos de la lucha diaria, porque al encontrarse renueva el deseo de la
lucha ausente.
Vuelve, el deseo, aunque es tan corrupto
que no se desnuda, no alcanza a denostar
la muerte porque ella, próxima y ausente te remeda.
Vergonzosa, vergonzoso, se relame en la
escena de fantasmas nocturnos.
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