domingo, 13 de noviembre de 2011
06:29 a.m.
Despertar descubriendo el asesinato una vez
más. Dar vueltas en la cama sin entender
porque una y otra noche los recuerdos terroríficos de un pasado remoto
asombraban el despertar de un día radiante de sol, de un día brillante como
todos donde no era necesario una imagen funesta que viniera a destruir el
paraíso encantado. Entender… cómo,
¿entender? . Pero si es tan claro como mirar para qué lado está la boquita….
-Fijate el mayor se come al menor…
Si es verdad, el mayor se como al menor y
este nunca más podrá renacer. Era tan claro como cuando la efe de la bolsa de
agua tenía un estilo recargado, de letra gótica impresa y la maestra me había
enseñado insistentemente como se hacia la efe. Esa no era una efe, no la podía
ver, no la reconocía y era clarísima. Entender, tan claro como descubrir el
desasosiego de la soledad. Entender que
lo soñado no puede ser, como no puede ser lo deseado.
Despertar para entender que romper cráneos,
derramar sesos, putear y desalojar recuerdos puede ser un trabajo nocturno un
tanto insalubre.
Despertar para cambiar lo propio y cambiar
lo ajeno .
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