domingo, 28 de enero de 2024

Propiedad privada

 



Privando el camino, el nefasto pueblerino
en su afán de preservar lo propio, desconoce su destino.

Privad de todo cielo, a ese misérrimo asesino
de lo nuestro que es de todos, él promueve el exilio.

Se cree dueño del río, habrá que cortarle el cerco
para que entienda de historia en su páramo reseco

Privado de alegría, de comunidad e iniciativas
no entiende de costumbres, tradiciones colectivas.

La hospitalidad del pueblo, ¡vení, saltá la tranquera!
es en el vil propietario ¡No pises lo que es mío! Propiedad ajena.

Grita cuál cotorra el imbécil, cómodo desde de la sombra,
el placer perverso ostenta, el de ser dueño a toda costa.

Incapaz de agachar el lomo y acomodar el alambre
vaga convicción la del hipócrita que del trabajo no hace alarde.

Hacendado de alquiler que mira pasar los días.
Mirando el río oscuro de sus desechos que contaminan.

 Soledad y desatino propietario por un día, 
gritas de placer, tu enlodada avaricia.

Tilingo de mala muerte, desde tu encumbrada choza
Privada es la miseria de tu alma, ocupa de poca monta. 








sábado, 27 de enero de 2024

Despertar

 


¿Qué es la vida?

Vuelvo mil veces, indefinida

Incierta y pelotuda disquisición

Mientras ella, pasa irónica se rie y  relamiéndose de placer espera que siga muriendo.

Nuestro paraíso

 


Mía ... 

El agua del sol, ríe poniente

estrellas flotantes titilan, 

navegan el río creciente.

La piedra sostiene los urbanos cuerpos 

correntada de ilusiones y tus músculos tensos

No me dejas caer, deseo...

La sonrisa plena en tu piel dorada

el agua cristalina en el fondo de tus días

Soy cascada insidiosa, eternidad de las rocas

Tu arena dorada, historia del tiempo

montaña vigía de los viajes eternos

algas florecientes  fondo de nuestro recuerdo.

Chicharra que hostiga, agobia la tarde 

Conspicua libélula, mágica imagen,

Atrapo sus lábiles alas, instante... 

Mío...

El rayo furioso que orada mi piel

dolor aceitado de cueros resecos  

Sol que calientas mis doloridos huesos 

música esta vida al sonido del río  

mis pesares resbaladizos se hunden entre el musgo hendido 

el viento insistente oscuro de aires 

el pato silvestre vigía del amor salvaje 

los peces plateados convidan el espacio

y el atardecer acompaña la melancolía

del bosque enmarañado.

La soledad es mía...

El verde se extiende, horizonte incierto

el árbol resaca apresado por el tiempo

el espinillo que insiste en incrustarse en mi cuerpo

sus espolones mortales clavando el anhelo

el sapo acompaña el avance de la noche

los mosquitos esquivando el surco del viento

pajaritos que comen las migajas olvidadas  

del almuerzo ha quedado la nada

siempre un perro melindroso de despojos 

Un caniche sorprendido por el río 

solo queda un pasado de vestigios  

Nuestro es este paraíso

 y tú, Luna inmensa, custodiando el idilio...

viernes, 19 de enero de 2024

Cinefilia. Variaciones literarias. EL ÁNGEL EXTERMINADOR


En https://cinemundo.com.ar/el-angel-exterminador-1962-luis-bunuel/

 México

EL ÁNGEL EXTERMINADOR (1962)

Luis Buñuel


Abadón


Ingresaron a la mansión y debieron dejar sus abrigos en la habitación del primer piso. Hacia allí se dirigieron uno tras otro, cómo un rebaño de ovejas que responden al estímulo conocido, el de la campanita de la dominante. Bajaron al salón comedor conversando animadamente sobre la obra que habían visto, emitiendo juicios de valor sobre lo que debería hacer esa gente para cambiar su condición de vida. El mayordomo escuchaba estoicamente pensando que con los magros pesos extras que se haría esa noche, por fín podría terminar la habitación de su primogénita que ya tenía 5 años y seguía durmiendo en la cama matrimonial. 

Habían ido al teatro, el espíritu había vuelto pleno de emociones. La obra los había impactado tanto…Hablaba de las injusticias de este mundo que ellos desconocían. Con una copa en la mano, todos estaban de acuerdo en que había que desterrar la pobreza, que no era posible que hubiera chicos que no tenían para comer…No pasaba de la reflexión. La obra de arte no había generado cambios profundos en los espectadores más que comentarios despectivos en relación a la verosimilitud de los hechos que allí se contaban. La culpa siempre estaba en el otro, el mundo está así de corrompido porque nadie respeta a nadie, no hay valores, deberían enseñarse en la escuela, decían interrumpiéndose unos a otros mientras hacían una breve pausa para engullir el canapé que tenían entre los dedos y tomar un sorbo de champaña burbujeante. Tras estas rápidas soluciones a los problemas sociales, volvían a  resaltar el placer del bocadillo que estaba ingresando al recinto. 

Ya no quedaban sirvientes, todos habían partido hacia sus hogares anticipando los acontecimientos que estarían por suceder. Por supuesto que no lo habían hecho con el beneplácito de la dueña de casa que no sabía siquiera hacer una ensalada. Se habían retirado a hurtadillas, porque se rumoreaba que aquella noche la gente saldría a las calles a protestar por las duras condiciones económicas por las cuales transitaban.  Sólo el fiel mayordomo hacía frente a dar el servicio, convencido en que su entrega redituara en su beneficio.

Se sentaron a la mesa estratégicamente, cada uno de ellos sabía con quien no quería cruzar siquiera una mirada. Es posible pasar desapercibido incluso dentro de un grupo no tan numeroso. La necesidad de protagonismo es una de las estrategias que más han entrenado todos ellos. Cuando la ponen en práctica logran hacerse dueños del poder, de la atención y del dinero. El poder de convencimiento es todo y resulta una artimaña eficaz para sobrevivir en ciertos círculos. Así, a fuerza de codazos para emitir un juicio de valor sobre la realidad del mundo, se atragantaron de alcohol y comida, hasta que no quedó nada. Se desternillaron de la risa ante la caída del mayordomo con todo el guisado que terminó en la basura. Brindaron por un mundo mejor y el fin de las guerras. Iba cerrando la velada cuando la anfitriona invitó a su querida amiga, la pianista, a ejecutar el “Cuarteto para el fin de los tiempos”. Lo disfrutaron en silencio, cada uno evaluando el despliegue de interacciones de la noche, sopesando el rédito que habría de depararles la semana entrante, cuando pergeñaran un encuentro casual con la persona conveniente. Elucubrando así futuras traiciones e intrincadas acciones maquiavélicas la performance de la pianista llegó a su fin pero nadie atinó a retirarse. Alguien se animó a citar: la estamos pasando tan bien, podemos quedarnos “hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en nuestros corazones”.Nadie fue en busca de su bolso y su abrigo así que nadie quería irse. Todos sabían que retirarse en primer término significaba habilitar las habladurías y los chismes así que ninguno de ellos estaba dispuesto al escarnio. Y así se quedaron aquella noche, que terminaron durmiendo tirados por el piso, como animales, todos juntos y revueltos. Sin las comodidades propias de su condición burguesa, la situación en principio carecía de todo decoro, más tarde resultó una tortura.

 A partir de aquella noche y durante una semana fueron presos de  conductas ya conocidas por todos ellos: la abulia, la desazón y la desidia. Se instaló en aquel cuarto la inercia. Ninguno de ellos pudo llevar adelante un cambio, un movimiento liberador una actitud revolucionaria que rompiera con el orden que se había instalado. Eran esclavos de lo mismo que solían criticar. Nadie pudo liderar la solución, abrir la puerta y salir a la calle. El abismo insondable no estaba detrás de la puerta de calle tal como ellos lo intuían. La perdición la constituía aquel grupo infame de burgueses que definían los destinos del resto del mundo. Aquella semana vivieron su propia ruina, la sabiduría de la que tanto se jactaban tener,  trajo consigo el sufrimiento y la pena que le es tributaria. Cual si fuera la rotura del Séptimo sello, un ejército de plagas comandado por el Ángel se desplegó sobre la pequeña comunidad instalada.  

La falta de agua y comida, los ánimos exaltados, la crisis emocional y psíquica de alguno de ellos, la violencia, la pérdida de toda compostura e imagen, la cruda esencia humana, la necesidad se mostraba sin tapujos. Las miserias humanas, violar, golpear, maltratar, robar, matar, fornicar fueron las acciones preferidas por los asistentes a tan notable banquete. 

El castigo por todos sus pecados no les hizo escarmentar ni siquiera tomar conciencia de su accionar diario. Realmente consideraban que eran buenos cristianos dándoles las sobras de sus banquetes a los mendigos que todas las noches revolvían su basura en busca de algo para comer. La reclusión terminó cuando se acercó al lugar Gabriel, uno de los mozos de la casa, quien preocupado por las penurias que debían estar pasando sus patrones, decidió abrir el portón de ingreso y franquear la puerta principal de la posada, con la firme convicción de que aquello era muy extraño y que era irrisorio de que se tratara de una decisión de los allí presentes, por más dinero y títulos honoríficos que tuvieran. 

Las empresas presentan el lock out patronal y el Estado decide frenar la ola de protestas en la ciudad. Las tropas policiales arremeten contra nutridas columnas de manifestantes que se presentan alineados detrás de sus líderes. La represión deja cientos de jóvenes  acribillados.


Cinefilia: Reseña literaria. MUERTE EN VENECIA.

 


En https://cinemundo.com.ar/8670/

Italia

MUERTE EN VENECIA (1971)

 Luchino Visconti


En su halo, navegaba el río bajo un rojo atardecer. Al propio ocaso se entregaba esperanzado en encontrar la voz. Esperaba, que pasaran los días y aquellas musas inspiradoras con las cuales conquistó cierto reconocimiento y prestigio vuelvan a su vaga pluma, incierta de destino; contar lo que siente, lo que vive, sin avergonzarse ni pensar en que su imagen como artista encumbrado se vería manchada. Como los barquilleros, a la orden de la demanda, sale a la búsqueda de la experiencia. ¿Dónde lo llevarán? Esperaba animarse a ser sin tener que dar explicaciones ni exhibir títulos. Pase por acá, Sr.  El arte está lleno de mediocres y él uno más, por qué no habría de serlo si a diario juzgaba los trabajos de los otros, pero no podía alcanzarlos ni en calidad ni cantidad. No tenía mucho para decir, por eso andaba a la caza de vivencias. Las únicas que le llegaban no se animaba siquiera a reconocerlas para sí mismo. 

Censuraba todo sentir hacia aquella belleza pecaminosa que amenazaba por mar. Arribaba desde los puertos sirios, trayendo las pestilencias de lo exótico. Lo miraba desde lejos, evitando toda aproximación lastimera. Hubiera sido rechazado de pleno, acusado de estupro. 

La peste corroe el paradisiaco balneario y corroe las almas. Si tan cerca está la muerte… qué más da soltar el yugo de la moral para habilitar el deseo. Todos vamos a morir, están cayendo de a uno, tal vez te pierdas entre las pilas de basura de esta ciudad inmunda y necesites ayuda. Allí estaré yo, pequeño adonis, para rescatarte y rescatarme de la pila de mugre que ahoga mi existencia. Te miro… Lo mira, con lascivia y ternura. Con la perversión propia del hombre mayor que ya transitó los recovecos inusuales de la piel joven, con los pliegues arrugados del deseo malhabido. Lo mira con aquellos ojos vidriosos que no pueden brillar ni siquiera por amor; con la ternura añeja con desidia conseguida. Es la primera vez que desearía solventar la trivialidad adolescente con tal de acceder al fruto corrupto del cariño. Fantasea que aquellos rayos de luz que el mancebo proyecta se posen sobre su espíritu y lo inunden de juventud, gloria y nuevo reconocimiento. El hombre mayor sueña que renace bajo la luz de la esfinge, que aquello lo ilumina hasta la muerte. Se ilusiona con sus días de reposo en el geriátrico maloliente, donde terminará visitado por el joven que lo admira. 

En todos estos devaneos se dispersaba, bajo el acompañamiento del ruido de las olas y los niños corriendo entre las sombrillas. Aromas de la vida: el ácido penetrante de las  naranjas, las fresas pasadas por el calor y el siroco que presagiaba la propia muerte en la Venecia del artista. Aquel espacio de creación íntimo, fugaz y exclusivo donde a veces encontraba la palabra. Otras veces, la palabra estaba, pero faltaba el instrumento, el medium que le diera vida, el interpretador de emociones. La letra ha nacido muerta, darle vida es exponerla al sentido, darle significado, corromperla. 

Necesitaba salir de ese delirio que lo llevaba a pasarse las tardes mirando el toqueteo juguetón de los chiquillos sin poder encontrar una sola línea verdadera. Aquel ansiado equilibrio por el cual tanto se lo alababa, por su poder de síntesis y emoción, se había perdido frente a la pureza del deseo impuro de la vejez. Deseo de ser otro, sentir con la fuerza de los jóvenes y la conciencia de los años. La castidad es la fruta prohibida del pervertido y su esclavitud. 

Supuso que un antifaz carnavalesco lo pondría a la altura del juego infantil que se había dispuesto a concretar. Contrató un disfraz de la belleza para el rito que sabía próximo. Por escenografía, el estuario nauseabundo, un vestuario impoluto que se contraponía a las ratas que desfilaban en la puerta, su rostro de cartón pintado era la fantochada de la plenitud y su aspecto en general formaba parte del teatro de la vida a la cual se había entregado desde siempre. Una ficción intocable, paraíso del ser acomodado que no se deja tocar por la realidad. 

 Al borde de las olas cenagosas, respirando la pesadez del aire, se arrellanó en la reposera tijera, mientras la pintura burguesa se desteñía dentro del Lido y el barniz lozano que escondía sus miserias chorreaba. Las primeras y últimas líneas de la admirable tragedia pergeñada jamás se escribirían. Aparecieron bajo el sol del ocaso lastimoso y se diluyeron como la espuma barrosa, dejando veladuras de poesía. A contraluz, el David recortaba la muerte del día y daba marco a la muerte del artista.


sábado, 6 de enero de 2024

Cinefilia: Reseña poética. TODAS LAS MAÑANAS DEL MUNDO

 


En https://cinemundo.com.ar/tous-les-matins-du-monde-1991-alain-corneau/



Francia
TODAS LAS MAÑANAS DEL MUNDO (1991)
Alain Courneau

Escucha en las hojas la música del viento, 

el crujiente otoño y el niño riendo.

El pincel del artista acariciando el paño

el desgarro de las cuerdas entre tus dedos.

Escucha el agudo crepitar de los leños

y tu voz monótona, melodía meciendo.

La música del silencio de los tiempos

del bebé el frágil sueño pleno. 

El floreo saltimbanqui de tus dedos 

solo para lucir tu insignificante instrumento

haces gala del surco sobre tus yemas, 

el rozar de tu alma en vuelo.

La sintaxis de las notas no es la vida

como no lo es el ritmo de tus recuerdos.

No compongas más lamentos, ni sollozos,

líbranos de palabras, del dolor y miedo

Sé instrumento de la vida, suspiro… 

Deseo inmenso

lenguaje que no es humano, el amor como placebo 

hallar en la rima justa, armonías… 

hacer bailar a los muertos.

abrevadero… 

dadme música que alivie los golpes del martillo

sea suspiro y consuelo, 

la palabra del que no tiene

la tumba de los lamentos.



Cinefilia: Reseña poética. DESPUÉS DEL AMOR

En https://cinemundo.com.ar/after-love-2020-aleem-khan/

Francia
DESPUÉS DEL AMOR (2021)
Aleem Khan


Después del amor nació el dolor

el hachazo que partió la cabeza en dos

la sorpresa, sin proceso, sin adioses ni consejos

sin espacios para el duelo.

Después del amor horadó el recuerdo

en la foto el empaque del tiempo

un momento, un fugaz feliz encuentro

cuando aún éramos tres en el universo.

Después del amor sorprendió el descubrimiento

un mensaje amoroso con un tercero

un “te extraño” a otro lado, a otro cuerpo

unos besos amorosos que ya no tengo.

Después del amor irradió tu foto

en la billetera diaria, junto a la tarjeta de crédito.

tu carnet de embarque y otro documento

una mujer blanca que no recuerdo.

Despuès del amor flotó el perfume

tus camisas infladas de la memoria de tu cuerpo

una intrusa, el amor que no abandona.

Un hijo renacido, en la otra tan hermosa.

Dos orillas desmoronan, sobre el Canal de la Mancha

Después del amor mi humanidad sola

con la traición a flor de piel y otra piel que te aprisiona

un hijo que ya no está y otro que abandonas

una mujer y una casa al otro lado de la costa.



Después del amor, somos dos las que te lloran.