viernes, 31 de julio de 2020

Romería agonista

Romería agonista

 por los caminos de Atamisqui

Perdonad esta obscenidad de la no vida,

esta muerte obsecuente trasgredida… 

En tiempos descomunales que arbitran 

¿no será demasiada esta agonía? 

 

Invocación

 

¿Los poetas y los músicos

podrán explicar el modo 

en que un ser injusto

termina en ser impoluto?

El modelo de la vida

parece trocarse atento

a las horas que mediante

le queden a su lamento. 

 

Oración

Ruego el día que me lleves

que no me harás ver sufrir

aquellos que con ciernes

dieron frutos a mi existir...

 

¿Por qué no te desangras en espacios inalcanzables?

¿Los gozos agotados fueron perdurables? 

¿Aquellos tiempos derramados de dicha

que sufriente te alzas sin vergüenza y sin prisa? 

¿Fue conocimiento de la materia corruptible

conmoción frente a lo desconocido que inhibes?

 

 

 

Llegan las horas en que presentándose lo sabes

y extasiado te entregas 

y perturbado reniegas.

Esta paz tan ansiada no es esperable

dudaste de quien te hable

huiste de quien te quiera

odiaste por odiar a cualquiera.

Valoro el resquebrajo de los vicios

tolero el desencanto de los jóvenes,

ansío el despertar sabio del nido,

transito el desperdicio de los goces,

me engaño en las mañanas rutinarias,

me mezclo entre la gente, el artificio

y busco las razones ordinarias

de vivir disfrutando de estar vivo.

No encuentro argumentos, los motivos

me hundo en desamparo, necesito...

Necesito del origen fausto, emotivo

de ser parte de los tuyos y de los míos

de las historias de los tiempos añorados

genealogías rechazadas de olvidos 

vergonzosa matriz ocultista doblegada

 que presentas a la bruja encantada.

Recordando el rechazo a ser parte

descuidando los engaños al pasado.

Yo te conjuro y te reniego

no te presentes como encanto menoscabo;

eres sólo ilusión de niños viles

yo un proyecto, justo a punto de ser esclavo.

Destacado a la memoria te destierro;

no serás parte del presente añorado.

Y entre lágrimas mi cuerpo pide sangre

de mi sangre, de la tuya me he olvidado:

para que te pierdas, esfumarte entre las cienes;

para no saber jamás de blancos desencantos;

para que el dolor no atraviese mi condena

de ser sola, solamente me he engendrado.

Porque ya tus células perecen

en mentadas letanías prejuzgadas

y tu cuerpo pertenece melómano

de un rictus locamente preanunciado

que te invade impasible, inevitable

como a todos ha de embargarnos el desencanto.

Perderemos elixires de pasiones

lucharemos por gestar recuerdos vanos

pero finalmente alcanzaremos el lugar

aquel espacio postergado

donde guardan sus raíces quien la sienta

desde siempre, por los tiempos, con los años…

no aquellos que hicieron surcos

estériles, corazones destrozados, secos, sangrados. 

A otro estrato cuasi informe muy lejano

iré sola, iré firme y sin pensarlo.

Es el sol que me desnuda subrepticio;

es el rayo que me dice que ahí hay vida;

es tu cuerpo yerto informe que descansa

en el rostro... ¿dónde está tu alma?

Dónde anda esa infame rencorosa de destierros

siempre sola, siempre hambrienta, siempre en andas.


Anidada


Cobijada en tus entrañas me alojé

destruida por las ramas soporté

en el centro de la vida vi mi alma destrozar

el encuentro de los sueños el origen vio volar.

Diste forma al siniestro con tus manos

modelaste este barro putrefacto

y del encuentro se mecieron candorosos,

de la esencia renacieron esplendorosos

retoños frágiles que piaron al universo,

ansias de gloria, destrucción de desencuentros

y nuestros polluelos clamaron por la vida

y fuimos libres en el primer vuelo.

 


jueves, 23 de julio de 2020

Asidonia





Asidonia

Tenía la manía irrefrenable de llenar la copa de cubos de hilo y completar, luego, el espacio sobrante con el licor etílico hasta desbordar. Su dedo se colocaba sobre el borde que sobresalía y lo hacía girar, alucinadamente, hasta lograr de a poco que el brandy de jerez oscuro y meloso clareara.  Así, tomaba un tono aguachento, traslúcido, propio de aquellos que no saben disfrutar de lo puro y tienen la necesidad de doblegarse en la frontera. Desde tiempos inmemoriales, lucha por no diluirse y perecer en el mar de tinta inútil. Ahora, añora despertar en la penumbra de la península, dentro del sólido mazacote de roble, flotando ella dentro de la bota.


sábado, 18 de julio de 2020

Viaje al Uritorco


 

                                                       “El Uturunco mostraba sus dientes afilados y rugía…”

Como ciertamente el hombre no está solo con su alma, aunque esto sea todo lo que desea; cuando se pone a andar, en tiempo vacacional, lo acompaña una comitiva de secuaces del consumo, prestos a su desgracia.  Avanzabas por los campos comechingones locuaz y divertido, haciendo gala de las resoluciones más ingeniosas y las anécdotas llenas de floridos remates, contadas una y mil veces. Sospechaste el fatal reviente inesperado y te largaste de la cinta asfáltica, súbito, como el ave que esquiva su trágica estampa contra el parabrisas. Resoplaste. Tu mirada se clavó en la mía y en el camino que nos saludaba, en el destino al cual haríamos frente, desafiantes.  El silbar de los autos, acompañantes de ruta ignotos, se transformó en un arrasante flujo de energía cinética, absorbente. A los pocos minutos el viaje se transformó en el camino hacia la confirmación de lo inapelable. La llave cruz su estigma.  Si hay una resolución probable, Dios existe.  Encontrar una gomería, comprar a precio de mercado, ser parte de esa civilización sería la señal divina que alentara mis creencias.  Pero no, esa la señal sería aún más telúrica, la gomería jamás apareció, pero si un desfile de supercherías de campo infundidas por el paisaje.

Angustiado te enfrentaste a la embestida súbita.  Deseoso de encontrar una salida recorriste los caminos polvorosos evitando la autopista tras la sorpresa sopesada: la despreciada sociedad de consumo estaba muy lejos de nuestro horizonte.  El destino había previsto un desastre mayor, aunque en tu ansiosa alma, ausente de estrategias y cálculos, lo único que evaluaba delante de los ojos era la trivialidad de una llanta inservible. Designios de los tiempos y la geografía que pretenciosa ponía a prueba el alma de los huidizos amantes, simulando un contratiempo insalvable en aquellas áridas comarcas. Desilusionado descansaste la espalda reclinado sobre el guardabarros, con la mirada fija en el río Calabalumba que canturreaba amistoso, esperando tal vez una ayuda insospechada. Este viaje pensado como una salvación, huir de la ciudad, la posibilidad de romper con la familia, con el designio, parecía desencadenar el infierno amatorio. La voz del padre se hacía presente, su mirada fija estaba allí, lacerante. Se aceleró el recuerdo: aquellos días en que la ausencia paternal dictaminó quién soy, quién seré, quién podría ser. Lo que no quiero ser. Y volvió bajo la forma del amante, del que en su afán protector esgrimía siempre los mismos argumentos histéricos de celos. El elixir del pensamiento, derramado sobre tus ojos, te perdía en un sueño. Agazapado, entre las zarzamoras del cerro se escuchaba el transitar de unos pasos sigilosos. Llega un momento en que enloqueces de amor y ya no puedes hablar de soledad, pero ella persiste en desarmarte, persiste en confundirte, en canturrearte al oído como el río, como un líquido vehemente horada la piedra y el alma. Persistencia intolerable, aguda del sentir que se relame por ser dicha y disfraza las sensaciones, ampara el desencanto. Me pareció ver unos ojos de hombre agudos, insidiosos, asomar  tras los yuyos, los mismos que había dejado atrás, aquellos que había intentado olvidar para subirte al viaje victorioso del deseo, del amor trascendental.  

 Hablar con uno mismo, en un mar de confusos pensamientos mientras la espera de un auxilio se hace insoportable, mientras se iban mezclando ideas suicidas, hastío y aburrimiento, ver pasar los chingolos rasantes, recordar las noches en que mientras giraban los cubos de hielo del vino, el lavado de la ropa diaria daba mareos y vos dabas vueltas rabioso, vengativo, sospechando algún amante, desafiando a la familia.

 Desencadenado el pensamiento del deseo buscó sola el desamparo de la piel, se resquebrajaron sus entrañas y el alma dibujó el encuentro con un infierno destinado.

- ¿Vos no querías hacer este viaje no?

Ella misma preanuncia la respuesta fatídica, intenta burlar la dicha. Decir que no, renunciar y ejercer la pequeña traición, la traición empobrecida de los míseros que se priorizan para ser menos, que dejan atrás la oportunidad del amor para cargarla al destino y trasgreden el esfuerzo buscando la frustración.  Se autocompadece intentando justificar la felicidad irresoluta de los débiles. Ser débil y asomarse al consuelo desmedido del padre, para transmitir la sorpresa de lo inconcebible.  Arrumbar el destino preconcebido y decir no a la unión de los amantes.

-No. La verdad que parece que el Universo ha complotado en nuestra contra.

Decir no al deseo para confirmar el infortunio, aceptar el destino de la tradición. Aceptar esos ojos que se asoman tras la peperina para impedir la huida de los amantes, para predestinar el encuentro eterno, allí tras el espinillo, la muerte. La muerte en la unión eterna bajo la mirada de esos ojos acechantes, proféticos.

Saltar el abismo de insatisfacción para descubrir que allí se encuentra el deseo de lo que no sabía.  Tan simple como ser: ver el verde, los pájaros, el refrescante viento de una tarde de verano, mirar al más allá, el horizonte, el celeste azul del cielo, tu mirada ausente que me dice que disfrute: ¡Disfrutar del momento!, cliché inmediato. ¡Disfrutar de la vida!, cliché absoluto. Disfrutar de tenerte lejano, ausente y aquí presente para darme la posibilidad de encontrarte y encontrarme.

 Solipsismo: No hay dolor más grande que el dolor de ser vivo, que el dolor de amanecer y saber que ya no estás, que tus olores cuando se perdieron esfumados en recuerdos de angustias imborrables. Todo lo que en esta vida tenía solución quedó innombrable detrás del insulto de la letanía. ¡Sentidos exacerbados permitidme encontrarme en este ritual de soledad para ser el río de deseos insatisfechos en tu entraña, en tu tierra que me cobija y me contiene!

La mente bajó sin mirar, mi mente quiere quedarse en la desgracia y ese par de ojos que no habían dejado de observarnos. Mientras yo me perdía en devaneos, vos intentabas ocultar el desamparo del amor. La bestia se abalanzó y fuimos uno en la tierra, vos entraña, yo fluido que se escapa.

 

                                                                               Locuaz mudez

Cándida clama. Locuaz mudez

El dolor se hacía insoportable. Ya no podía tolerar el mínimo contacto sexual. La plenitud de los cuerpos vivida hasta hacía poco, ese amor que se concretaba bajo la dulzura del encuentro, el roce de las almas entregadas, se había destruido. Lo sabía, hacía tiempo nada era igual.  ¿Qué podría provocar semejante malestar, un cerramiento total de la vulva, el estrechamiento de la vagina, la rigidez corporal que se transmutaba al alma?

Visité a mi ginecólogo, no quedaba otra que consultar por los síntomas. Haber logrado la cita ansiada fue resultado de toda una Odisea: los turnos que se hacían eternos, meses que no disponía de turno: “aún no abrí agenda, llamáme la semana próxima”, “el doctor atiende en estos horarios”. Lograr coordinar un turno para el mes próximo y recibir una llamada el mismo día avisando que “el doctor suspendió los turnos de la fecha. Te doy para el mes próximo…” se transformó en una rutina.   Ver pasar los días, recrudecer el malestar, asistir al suicidio de la pareja anegada de felicidad, sucumbida de tristeza, ausente de la fiesta de estar juntos.

El día tan esperado llega para que el ginecólogo, varón profesional en el cuidado de la matriz reproductiva de las mujeres, intervenga y recomiende “trucos” para estimular la zona erógena, te mande una buscapina para relajarte, el uso de la vaselina para lubricar y unos polvitos mágicos de un precio sideral, (ya que nos los cubre la obra social) para higienizarte. Así te envía a casa sin parecer escuchar tus síntomas, el hecho de estar con una pareja estable y lavar a diario la ropa con jabón blanco (por insistentes recomendaciones previas que poco hicieron al problema con el que me enfrentaba).

Pasa un mes más, el dolor se hace más agudo y es un cactus laceroso el interior. El alma sufre de amor, el cuerpo también. Vuelta el trámite ingenioso de sacar un turno para ver el especialista que esta vez atisba a pensar en un análisis más profundo. Chistes que vuelven a repetirse en el consultorio: “siempre hay formas de consolarse”, “vos sos muy joven, hay que ponerle onda”. Hacer la aclaración pertinente de que tengo una pareja estable y somos fieles para que una risita socarrona se cuele entre sus labios y deje colgada la sospecha. El recorrido diagnóstico se torna interminable: abra las piernas, relaje y un instrumento fálico te penetra para revolver las tripas y ni siquiera advertir la falta de uno de los ovarios. El PAP está tercerizado en la clínica, no lo hace mi ginecólogo que ya había introducido sus dedos para auscultar la zona, así que vamos con la doctora encargada de esta práctica tan rutinaria. Una tras otras las mujeres van pasando. Ella ni siquiera se toma un respiro para decir #respire hondo”, introduce su espéculo y fin.

A la espera de los resultados vamos por el cultivo y nuevamente …” abra las piernas”.

Resultado: clamidia. La inquietud y preocupación se hizo presente y abrió las puertas de infierno. ¿Qué era esto y cómo lo habíamos adquirido? La voz del profesional no quería delatar la traición: “ a no ser que hayas compartido la ropa interior…” . El PAP daba señales de una lesión en el cuello del útero, los diagnósticos no eran causa y consecuencia uno de otro.

Todo para que al cabo de un mes volver al querido Doc. quien receta la medicación errónea. Confunde distraídamente clamidia con candidiasis. ¡Clamando esta mi alma y mi cuerpo harto de los manoseos de las prácticas médicas! ¡Vamos por los seis meses esperando se resuelva ese ardor que no es cándido! La espera, la esperanza que dejes de clamar por amor y te entregues cándida a los cuerpos…

Nuevamente “abra las piernas” y extraer tejido para ser biopsiado. Esperar resultados. Ya había pasado un año de exposiciones, desencuentros, dolores, esperanzas maltrechas. Hablar, discutir, indagar, sospechar… la infidelidad amenazante se había hecho presente.

Volver a los dos meses para repetir el circuito y asistir a nuevos abusos, de otro tipo, casí inconcebibles para una profesional que es una mujer que a diario da respuesta a otra mujer.

- ¿Te hiciste el análisis de HIV Y VDRL?

- No.

Pasaron cinco segundos en los cuales traté de asociar ideas, pensando las consecuencias de lo que me estaba diciendo, intenté dejar de lado los temores y afrontar lo impensado. Finalmente me pude rebelar para decir:

- Tengo una pareja estable, desde hace treinta años, y no he tenido otra relación y él tampoco.

- No hay forma de adquirir clamidia si no es a través del contacto sexual. Lamento tener que ser yo la que te lo diga. Yo no le miento a mis pacientes y estoy del lado de mis pacientes así que te creo que no tuviste relaciones… entonces la tuvo él.

Me paré frenética, desesperada por salir del consultorio lo antes posible, para dejar de escuchar aquello que no quería discutir con aquella persona ajena al más sublime amor, aquella que seguramente desconoce la paz de sentirse juntos. Me vio huir y me atajó.

-Bueno habrá que hablar nuevamente esta noche, le dije intentando dejarla tranquila mientras pensaba: ¡no te creo, no es así, me contagié tal vez en un baño!

Y mi vos tembló, el mentón se arrugó y tuve ganas de llorar.

- ¡A mis pacientes les tengo que decir la verdad! ¡Si vos supieras la cantidad de mujeres que pasan por acá todas enfermas y ninguno fue!

-Aaaa! Ya lo hablaron una vez. ¿Y él? ¿En el banquillo de los acusados lo negaba?

Yo con el picaporte en la mano y el ademán de abrir la puerta…

-La verdad que no quiero tener más esta charla doctora.

Ya estaba fuera del consultorio, se la ceremoniosa espera de diez mujeres más en el pasillo prontas a recibir el reto por la higiene de sus partes íntimas y el lavado de su ropa interior…

- Noo, ningún banquillo, ni acusado porque no tenemos esa relación.

Cerré la puerta para decir esto, no sea cosa que las chicas que esperaban se enteraran de la promiscuidad en ciernes que se debatía en el consultorio.

- Y bueno, mirá ¿vos sos docente? Una paciente mía, Mariana, que es Inspectora por esta zona se separó, ahora está tranquila con sus nenes y tiene una buena relación con sus ex que ya tiene un nene de dos años.

Y cuando dijo Mariana, Inspectora, la vi, la conozco. ¡Me agarró una tristeza! ¡Y tuve una vergüenza! Sabía que mi historia sería contada como la anécdota de la incrédula, de aquella que no había querido creer, pensaba en cómo miraría a la cara a Mariana la próxima vez que me la cruzara. Pensaba qué había pasado con aquél médico de la infancia que rectamente te revisaba sin dar lugar a ningún tipo de conversación o confidencia. Recordé lo recomendada que había sido esta doctora por otras mujeres. Intuí que tal vez su palabra había representado la válvula de salvataje de muchas mujeres, la determinación de sus existencias. Y juzgué: cómo una mujer podía sentirse más mujer, podía sentirse solidaria y militante clamando su verdad, la justicia de las cándidas.

                                                   Locuaz mudez


La escritura desde lo residual


Seleccionado en 
PRIMERA CONVOCATORIA "ALEGRANZA: HACIA UNA EDUCACIÓN POÉTICA" (Argentina)

La escritura desde lo residual (pag. 33)

La escritura desde lo residual. Karina Piriz

 

Hacia 1976 ingresaba en la escuela primaria, aquella cuyos niveles se definían por conocimientos previos que debías tener antes de poner un pie en el umbral de mármol de la misma: saber leer y escribir. Con seis años ya se esperaba un conocimiento bastante cercano a la alfabetización, de lo contrario tu destino estaba marcado: te incorporaban al grupo de “primero inferior”. Primero superior era lo más cercano a la sabiduría y el temor de no poder formar parte de esa cofradía inquietante, hacía las penurias de tus padres, más aún si ellos apenas habían terminado la primaria o todavía hablaba cocoliche, como era el caso de mi mamá. Ella no había pasado de un paseíto por la escuela mientras venía en camino la hermana menor, así que finalmente estaba destinada a la crianza del ganado, allá por la Calabria. Para papá el trabajo de barrendero constituía un cuidadoso reciclado de obras que de otra manera jamás hubieran llegado a mis manos. Los residuos de la materialidad de la escritura iban llenando los estantes reciclados de una biblioteca hecha a mano, forrada con un plástico reciclado, de madera de aserrín prensado que hasta tenía debajo de la tapa del escritorio un cajón para guardar lo útiles. La valoración de la lectura y la escritura se formó en mí con los residuos desechados por algunos, recuperados por otros y procesados por una mente estimulada e inquieta. Esta elaboración de los recuerdos, las lecturas, las pocas imágenes de pantallas casi inexistentes revelan un tiempo de dictadura, mezclado con el mundial 78’ y la revista infantil Anteojito de García Ferré.

La escritura de un Diario fue mi primer contacto con la palabra escrita. Tras pilas de Billiken amorosamente compradas durante semanas y años, entre libros recogidos en conteiner y bolsas sacadas a la calle como basura (que habían sido rescatadas por la mirada del barrendero) mi padre descubre a Álvaro Yunque y Mujercitas. Descubre la literatura, la ciencia, la palabra. Un día se enfrentó a la voz de su hija, traicionó la confianza asomándose al diario, a lo que no quería oír… descubrió, desnudó el narrador e irrumpió en el mundo de lo posible para enclaustrar al escritor en el mundo del deber ser, de lo oculto, lo pernicioso e íntimo.

Cuando llegó la democracia, la señorita hippie nos dejó cantar las canciones prohibidas por la dictadura y con ella llegaron los cuentos “Un elefante ocupa mucho espacio” , “La torre de cubos”  y las canciones de María Elena Walsh que acompañamos con la guitarra, mi seño y yo,  para el día de la primavera.

El acceso a la escritura no podría estar configurado sin un primer acceso a la lectura, a la palabra que graba en el inconsciente cierto sentido de lo no dicho e imposible muchas veces de decir. En mi economía escrituraria (De Certeau, 2001) , la escritura tomó la forma del interlocutor en el cuál confiar, aquél que sabía que no podría decir aquello que no le estaba permitido. Mi tía me había regalado un hermoso diario de cuero, y me explicó cómo era el formato de escritura: “Querido Diario”. Diario era mi confidente, la apropiación de la escritura (Rockwell, 2000) que yo había hecho no tenía que ver ya, nunca más en mi vida, con el viaje a otras vidas, ni otros mundos, sino inmediatamente con la catarsis de lo propio, con la escritura del yo, con la apropiación, acceso y disponibilidad de la cultura escrita (Kalman: 2004)  que me vinculaba directamente a la poesía de protesta, a Joe comiendo kilos de manzanas para terminar la novela.

Pero como la palabra tiene esa doble forma confidente (arma para trascender los míseros pensamientos de los narradores y nacen para ser leídas)  esas palabras llegaron, con otro sentido, a otras mentes para las cuales no estaban destinadas o no podían aceptar la voz quien las había plasmado. La escritura había equivocado los lectores y traicionado a su creador. Papá no debía haberse enterado de las “rateadas” en la primaria, de los primeros novios,  de la atracción sexual por mi primo o de las travesuras en la escuela. 

La escritura y la oralidad estaban vinculadas en un texto que no dejaba lugar a dudas: era una charla interrogatorio del ser para establecer los acuerdos y compromisos que la existencia se debía. Siguiendo a Giorgio Cardona (1994), la escritura como práctica cultural se va transformando ante las exigencias de las condiciones materiales, sociales, institucionales. En aquellos tiempos, entrada ya la escuela secundaria un mundo maravilloso trajo a Nietzsche, conocí a una excéntrica bibliotecaria y la libertaria profusión de estantes llenos de declaraciones tan revolucionarias como negar la existencia de Dios. Esa posibilidad dentro de una situación social carente de recursos materiales definía claramente quiénes tenían la posibilidad de pertenecer a la lectura y la escritura y quiénes no. Realmente la negación en el acceso a la lectura y la escritura no sucedió. No sucedió gracias a una maestra de primer grado que vio que aunque mis primeros trazos en el cuaderno de hoja finita (porque era el económico) dejaban agujeros terribles, había allí el deseo de aprender. No sucedió el día que no fui sancionada por estar husmeando en el altillo de la escuela entre calaveras y animales embalsamados: no sancionaron mi curiosidad. No sucedió porque las palabras pueden traer y hacer voz de aquellos que no pueden y eso vieron en mí mis maestros y lo intuía mi padre.

En este momento en que me proponía la escritura de un ensayo, utilizo mi “lengua dominguera” (Blanche-Benveniste:1986) y me resulta hasta imposible el relato argumental puro o el relato ficcional. Mis narradores se mezclan e impúdicamente la voz aflora.  Me asalta la memoria de la profesora de literatura del secundario que con su consigna “escriban como Miguel de Cervantes Saavedra” logró conjeturar mi primer acercamiento a la escritura, a la docencia, al escritor que hoy intento ser.

 

Notas

 https://www.todohistorietas.com.ar/ferre3.htm

 https://www.infobae.com/tendencias/estilos/2019/09/07/billifest-en-18-fotos-el-festival-en-el-que-la-revista-billiken-festeja-los-100-anos-para-toda-la-familia/

 Bornemann, E. (2008). Un elefante ocupa mucho espacio. Buenos Aires: Alfaguara Infantil.

 

 Dvetach, L (2012). La torre de cubos. Buenos Aires: Alfaguara Infantil.

 Certeau, M (2001) La invención de lo cotidiano: artes de hacer. I, Volumen 1

 ROCKWELL, E (2000) La escuela cotidiana (México, F.C.E).

 KALMAN, J (2004) Saber lo que es la letra: una experiencia de lectoescritura con mujeres de Mixquic. México. Siglo XXI

 CARDONA, G (1994) Los lenguajes del saber. Buenos Aires. Gedisa.

 En Lectura y vida: revista Latinoamericana de lectura, Volúmenes21-22. Colaborador  International Reading Association. Editor Oficina Latinoamericana de la Asociación Internacional de Lectura, 2000

Universidad de Michigan

 

 

RESEÑA CRÍTICA DEL ESCRITOR FÉLIX PACHECO  GRANADO (CUBA) https://drive.google.com/file/d/1_aMOVeWMZiWDz72rHlPmIPl9gho-9hrP/view?usp=sharing