domingo, 24 de noviembre de 2019

Caprichos del amor y la muerte.

Revista-literaria-Anuket. convocatoria-2019 tomo-2
Comparto mi cuento "Caprichos del amor y la muerte" pag. 21 publicado en la revista erótica Anuket.




 “No conviene sacar la espada muchas veces: los amores exponen a pendencias y desafíos” Manuscrito de Ayala








No podía abandonar la cama, sitio de segura oscuridad frente al brillo intenso de la vida que se despierta y la desafía. Lo único que la ataba a este mundo se sostenía  de las pocas horas en que previo a dejarnos abandonar por el cansancio, su corpulenta humanidad se arrimaba a ella para darle el calor de la vida, la presencia de un más allá de las colchas. Siempre presta a hacer el amor en las  cálidas mañanas setembrinas, despertó, olió su espalda, se agarró fuertemente a su pecho como si estuviera a punto de ser arrancada de este universo y mordisqueó dulcemente el promontorio que se le marcaba debajo de la nuca. El despertador sonó, él lo apagó y se dio vuelta para apoyar su pene en la cola del amor de su vida. Ella se abría, lo recibía contenta, tranquila, en paz de tener sobre su espalda el cobijo del amor, del cuerpo y su calor que podía alejar todos los males de este mundo. Él, a su lado, rosaba dulcemente sus partes en las carnes blandas que le ofrecía.  Dulce decrepitud de las almas que no pueden doblegarse al momento en que candentemente el deseo las llama a sentir la penetración, el contacto de las pieles desplegadas, las arrugas frotándose histéricamente para finalmente sonrojarse de emoción ante el encuentro. La violencia del pene clavándose entre la abertura de la vagina y la cola la hacía sentir incómoda así que no dudó.  Se trepó ansiosa al encuentro del todo, de aquello que lograba llenar su alma, su vida, su paz interior. A horcajadas se deslizó intentando encontrarlo, auscultar su ser  que imperiosamente necesitaba estar dentro de sí. Su vagina se abría, lo recibía candente, ansiosa, jugosa y latente, lo recibía. Descansó sus manos sobre el pecho robusto del amado, incrustando esos dedos regordetes, dejando las marcas de la escena insidiosa. El torso tatuado de momentos de un amor eternizado por el encuentro era prueba de las pendencias de la vida. Se entregaron a  un vaivén rítmico, sincronizado y fugaz.  La respiración acelerada de los amantes maduros confirmaba la lucha por resistir la muerte  y el relajo final, la paz que embarga, embriaga, acecha..   Ambos despiertos a  la degustación y los sabores del sexo se entregaron a sus aromas reconfortantes, narcóticos. Ella abandonó la posición dominante para rendirse a la sumisión de los cuerpos.  Metieron la cabeza bajo las sábanas, suspiraron y volvieron a la calma, a mirarse en el brillo de unos ojos que transmitían verdad. Pendencieros los amantes que se entregan a la batalla certera de no doblegarse al yugo de vivir.
 La vulva vuelve a contraerse  rítmicamente intentando olvidar  los momentos embargados por la miseria del sentir y el menoscabo diario. El pene apoyado sobre la cola, relajado, descansando, siente el latir del refugio; la bulla del corazón que emocionado, preso del bienestar, del calor de la piel, de sentirse cuidado y querido, hace nacer la emoción. Ella insiste con su sexo hambriento, voraz, hace presión para sentir detrás cómo se agita la vida, cómo su miembro va cobrando fuerza, despertando del letargo para desear penetrar en la vía del origen de universo.  Como un encastre finamente lijado, aceitado y meticulosamente medido los cuerpos se insertan en un viaje de  placer obsesivo. La boca se humedece, las glándulas salivales quieren hincar esa piel dulce, esa fruta jugosa que exuda un aroma adictivo. Comerse la lengua, morder la espalda que sigue haciendo presión, buscando la abertura, la entrada húmeda del éxtasis. Las partes se encuentran y se hinchan hasta explotar.
Es tu dedo rítmico que toca mi clítoris dormido y no pasa nada, ni nadie pasa, se escucha de fondo.  Imaginar que el mundo allá afuera pasa. Pasan los años, pasan las personas curiosamente tan distintas a lo que eran, pasan. Instrumento del amor que punteas sin pensar en el hastío, sin pensar en el tiempo que pasa y como pasajera en tránsito perpetuo...pasaremos hasta poder ver la Supernova que venga  a fracturar el continuum del tiempo. ¿Viviremos una vida que ya está siendo observada o vivida en otra estrella? Dime tú, si estás ahí, qué es lo que esperas?. Orgásmica estalla la vida, el universo y el más allá oprime el pecho, te arranca el corazón y baja hasta mi sexo desprendiendo las penas para instalar el vacío y la esperanza. Tus ojos transparentes brillan de felicidad y los hoyuelos confirman con su gesto parentético que este cuerpo respira, vive, transpira sexo.   Infundada tristeza inconcebible del desencanto queda lejos cuando el kármico reencontrarse de los cuerpos desenfunda el dolor.
Y entonces ellos se levantan, sonríen frente al espejo, evalúan esas masas anafóricas que ya pretenden ser arte barroco y se besan entregados, regodeándose del momento pasado, admirándose el uno al otro, despreciando un mundo sin amor. ¿Cómo se podría amar sin llegar a esa comunión perfecta de los fluidos, a esa entrega subyugada de vida, ese renacer en el contacto? Se acariciaron mientras se duchaban, la mano rozando suavemente la espalda provocó una sacudida eléctrica. Su piel se erizó de placer, como un mecanismo insólito de dar señales amorosas. Bajo el agua tibia se comieron el sexo desaforadamente. El bajó hacia su maja, separó sus rodillas y la invitó a sentarse al borde de la bañadera mientras su lengua jugueteaba incansable. Ella acariciaba su cabellera frenéticamente hasta que no aguantó más y se retorció para bajar un poco más, encontrarse con el pene erecto de su amado y deleitarse saboreando su miembro viril entregado al placer.
 Se vistieron, se perfumaron y salieron a la vida con la armonía del encuentro y la alegría de estar juntos.
Pasó la noche sola, enlutada bajo las sábanas fúnebres, las mismas que exudaban los encantos de la pasión. Las sombras la envolvían, el cuerpo sentía aún el cincel erótico entre sus piernas. Él apareció tras una noche de trabajo se coló entre las colchas buscando el remanso de un día difícil. Ella estaba allí, como siempre, estaba allí con el calor habitual de sus carnes maltrechas y el ansia de recibirlo.  Se acariciaron y su pene se infló de felicidad y orgullo dejando las marcas del grabado del amor.  
No pudo ser amarse en la felicidad del compartir porque el compartir era demasiado para ella que ha vivido en la desesperanza y la soledad. No puedo ser el reconciliarse con la vida porque la dureza de los golpes ya habían creado una llaga  demasiado grande pare ser cicatrizada con felicidad. No pudo ser y pareciera no será jamás, porque ya es muy tarde, porque pasó el tiempo de aprender a amar. Solo quedan lamentos, recuerdos, reproches de lo que hubo. Cuando él se coló entre las sábanas, como siempre, al encuentro del amor, de la vida, de la entrega profunda, lo único que encontró fue el cuerpo inerme que yacía en la cama que no pudo dejar, bajo las sábanas de narcóticos elixires.  


domingo, 31 de marzo de 2019

Carrera oriental

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Carrera oriental

 

El Vapor de la Carrera trajo Europa

sus costumbres, tu desdicha y mansedumbre

y arrobado en la belleza y el encanto novedoso.

Fuiste presa del designio

del charrúa venturoso

de la Roma enarbolada: tradiciones de perfumes, de cultura, de futuro.

Si te pierdo en el deseo

prestos pasos venturosos de la huida suicida.

Si te pienso destripado, de la entraña ruge libertad y vida.

Si recuerdo infancia triste, pobre, desnutrida de nido.

Si me entregas desarraigo, anhelado predestino.

Si te espero, llora el desamparo de emociones.

Si te encuentras, trina el desvelo de pretensiones,

rabia acumulada del exilio,

nihilismo de juventudes…

Y la eterna desconfianza

escapista de los sueños,

anhelante de los niños soterrados,

olvidares de algún tiempo.

¡Te destierro y te preservo!

 





Sólo




Solo, tan solo como puede estar aquél que lo buscó
como puede estar quien a diario se ufana de su agonía
como quiere estar aquel que no regala la dicha
como suele ser éste que se condena a la vida
ser como suele ser el mezquino de los días
soler ser oscuro como la noche
cómo he de callar esta desdicha?
Sólo  soledades infinitas.

"¡Puta!". Segundo Concurso de Poesía. Galpón Cultural Tapiales. Mención especial.




¡PUTA!

¡Puta! Apareciste intempestiva
Puta ilusa, soberana te repliegas
Y te escondes indecisa
Y te lanzas a la brisa
de la vida. Soy tu esclavo
en tus dones de arrebato.
Maldita puta muéstrame qué niegas
Adviérteme el ocaso
Financia estos días contados
Descuenta la pérdida malhabida
Enroscado en felonías
Deshacedme, dame briznas, las migajas
de la muerte hecha vida en tu desidia
acompaña y cobija estos músculos cansados
la alegría de estar viva, la energía de mis días
hecha entrega matutina, las rutinas, esas gentes
la locura que cobijas, el deseo abandonado,
esas almas que transpiran, no procuran, no
consuelan, no descartan cada día
¡tu presencia parca ilusa, late inerme y reaviva!



                                                                                                                                  Locuaz mudez


La pérdida de la ilusión

La pérdida de la ilusión

Un día creía en la fuerza del pensamiento común
en el sentirse parte de lo mismo
en compartir sentidos, creencias y elecciones,
en el poder de la palabra y la idea.

Un día funesto se demostró lo lábil que podía ser la idea
lo idiota del sinsentido, la especulación era la vía
el interés el medio, la mediocridad la rutina
deshonesta y ruin vida, vacía...