martes, 15 de diciembre de 2020

Rebelión de la mantequilla

 



 

No te conozco. De hecho, desconozco esa manera brutal que tenés para decir que no en lugar de dar vueltas sutilmente la situación y amorosamente expresar que no, prolijo, esmerado y armonioso.

La acidez me está matando. Ya no tolero la interna desazón diaria de ver el día a día transcurrir idénticos como flojas sensaciones de descarte.

Es la noche que se acerca, para anunciar la vida que se agota, melindrosa y obstinada; es el día que no dio tregua y dejó que me olvidara de vivir, de sentir. Decir. Tu mirada maliciosa que se cuela entre la pérdida de la dignidad y el aburrimiento. ¿En qué pasamos los días? Dice Thoreau. En qué desperdiciamos esta vida que no tiene más destino que ser vivida. Cuesta tanto entender que vivir implica el compromiso de no esperar nada a cuenta, sino simplemente transitar quedadamente, respirando hondo para que el aire no falte, observando lo bello que nos rodea y sintiendo el dolor de los músculos ejercitados por el hacer, el sol calentándonos. Desconozco.

Ves que no te importa nada. Seguís en tu máquina editando el paso de los días, centrado en lo que "es importante", total el problema es ajeno; la depresiva soy yo. Como si fuera una categoría dentro de la cual clasificamos los sanos de los locos, los confiables y racionales de los que "están aburridos" ... Como si el tedio no fuera la enfermedad y sí un estado elegido.

                                                                                    Walden

 

No ser



Museo de Ciencia Naturales de La Plata

Quiso tal vez, la curiosidad antropológica, que mi existencia reconociera la precariedad del Ser: vivo, luego existo, existo porque vivo… y entonces ¿qué es vivir? Pienso.  Disfruto…construyo mi presente olvidable. ¿Quién serás tú, aquel que allí reposa?

 


Negra muerta, Banda, Santiago del Estero.

 

Sobre la ruta 9, el Camino Real, paso obligado de Potosí a Buenos Aires, te encuentro. Freno el impulso morboso del contacto, miro al cielo y busco en la plegaria protección. El camposanto profanado desnudaba las historias de Alfonso Carrió de La Vandera. Como un Lazarillo de ciego caminante me persigno encomendándome a la Pachamama y pidiéndole a Dios no enfrentarme a aquellas huellas caprinas del Supay que acompañaban la escena.

 

 


 Posta de Hornillos, Jujuy.

Quiso el destino que el alma del comendador me acompañara a su posada donde reposa tal vez los restos del querido Lazarillo, alter ego poético del relato. ¿Será aquel sustraído de su terruño para exhibición de la muerte símbolo del destino trágico de todos? Solo huesos y ese rictus macabro.