lunes, 14 de diciembre de 2020

Un calendario ajetreado.

 



Como todos los años el calendario escolar se fija por Resolución ministerial los últimos días del ciclo anterior, anticipando las acciones estatutarias y recreativas del personal docente para el próximo ciclo lectivo que da inicio los primeros días de marzo, de manera formal. Como es de público conocimiento a mediados de marzo los calendarios establecidos comienzan a flexibilizarse para todos los que “luchan y combaten” las medidas presupuestarias de ajuste de todos los gobiernos de turno. Es el momento en que la docencia argentina es protagonista y empezamos a encabezar todos los diarios y noticias en todos los noticieros de aire, en todas sus tandas horarias con el mismo slogan: ¿cuándo empiezan las clases? El punto es cuando el famoso calendario escolar, cuya notificación fehaciente es responsabilidad de la directora, no define claramente cuál es la fecha de reintegrarse a las actividades en la escuela.  Todos sabemos que acabados los 30/40 días que marca el estatuto se acabaron las queridas vacaciones. ¿Qué pasa cuando la Directora no se toma el trabajo de contar exactamente los días y en un acto casi inconsciente se equivoca y con una naturalidad obscena da por sentado que las vacaciones continúan una semana más de lo correspondiente?  Nuestra querida Sra. Directora, personaje en cuestión, en un acto de arrojo, en un intento casi suicida de dar vueltas las reglas y pervertir las normas, hace caso omiso a las fechas y simpáticamente saca un pasaje un diez de febrero. ¿Cómo justificará esta estricta directora matancera, cuyo nombre no develaremos por razones de pudor, que durante años se dedicó a esgrimir la vara de la justicia diciendo que “como el común de los mortales, en cualquier trabajo, las vacaciones estaban determinadas cuando sus empleadores las avalaban y no cuando querían los empleados”? Tuvo que comerse sus palabras dado que, por error, descuido, o distracción la infracción a la regla la había cometido. ¡Diez de febrero, a la escuela! Contrario al vox populi promocionado por los medios, los tres meses de vacaciones no resultaban tales.  Aunque consideremos merecidamente ganados, esta práctica había quedado en la historia de muchas décadas atrás.  ¡Debería exigirse en un decreto repositorio de los derechos vulnerados de los trabajadores de la educación!

No pasaba un año en que la curiosa directora advirtiera a su personal que “las vacaciones son en enero, que debían ser utilizadas en ese período”. El “gordo” había logrado que a partir de las paritarias se cambiara la ley, por lo tanto, quien se viera interrumpidas sus vacaciones con una licencia médica podría continuar dicho período de descanso a la finalización del reposo por enfermedad. ¡Zas!¡ Comenzaron a caer todos enfermos en enero!

Otras de las situaciones que podían presentarse era la típica: “no nos notificamos en diciembre de qué fecha había que presentarse en febrero”. En esta categoría de excusas desfilaban una buena parte de la docencia bonaerense que estatuto bajo el brazo conocía al dedillo los artículos que hablaban sobre los derechos de los trabajadores de la educación y que desconocían abiertamente los días hábiles a contar como vacaciones para el personal docente según la antigüedad que tuvieran.

Allí también el diablo metía la cola… años de prácticas instaladas hacían de los cuarenta días un derecho adquirido hasta por las nóveles maestras recién recibidas. La amenaza incumplible de que “se las puede convocar al finalizar sus treinta días de vacaciones” era irrealizable considerando que la esmerada directora no pensaba ni loca dejar atrás el verde y las cálidas aguas cristalinas para ponerse a trabajar con aquellos que deberían reintegrarse.

“Entendí mal” siempre logra llegar a la conciliación evitando los enfrentamientos innecesarios con la térmica escolar a 40°. “Perdón, pensé que nos reintegrábamos la semana próxima… no tenía señal… me robaron el celular… “: todas estrategias para alargar la vida de ocio unos días más.

Bueno hasta ahora lo habitual, ahora qué pasa cuando el calendario de feriados nacionales te juega una mala pasada y aún no entiende la desmerecida directora ¿por qué los carnavales que el año anterior habían sido en febrero este año son en marzo? No pretendamos justificar, una excusa más que se suma a la consabida frase “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago” 

                                                                                                 

 

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