No te conozco. De hecho, desconozco esa
manera brutal que tenés para decir que no en lugar de dar vueltas sutilmente la
situación y amorosamente expresar que no, prolijo, esmerado y armonioso.
La acidez me está matando. Ya no tolero
la interna desazón diaria de ver el día a día transcurrir idénticos como flojas
sensaciones de descarte.
Es la noche que se acerca, para
anunciar la vida que se agota, melindrosa y obstinada; es el día que no dio
tregua y dejó que me olvidara de vivir, de sentir. Decir. Tu mirada maliciosa
que se cuela entre la pérdida de la dignidad y el aburrimiento. ¿En qué pasamos
los días? Dice Thoreau. En qué desperdiciamos esta vida que no tiene más
destino que ser vivida. Cuesta tanto entender que vivir implica el compromiso
de no esperar nada a cuenta, sino simplemente transitar quedadamente, respirando
hondo para que el aire no falte, observando lo bello que nos rodea y sintiendo
el dolor de los músculos ejercitados por el hacer, el sol calentándonos. Desconozco.
Ves que no te importa nada. Seguís en
tu máquina editando el paso de los días, centrado en lo que "es
importante", total el problema es ajeno; la depresiva soy yo. Como si
fuera una categoría dentro de la cual clasificamos los sanos de los locos, los confiables
y racionales de los que "están aburridos" ... Como si el tedio no
fuera la enfermedad y sí un estado elegido.
Walden
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