La vida como oxímoron
Desde la
eternidad de los tiempos miro la desazón y el desencanto pegajoso del dulce
aguachento del vino rebajado, de tu luz apagada bajo el minipam quemado. Es mi
encanto nostálgico que no quiere hacerse fuerte ni acabar con la tristeza
porque no habría otro signo de aquella quien desprecia la vida por simple ocio.
Es la quietud del cuerpo que adormece el alma y lo lleva a los infiernos de las
aparentes alegrías infames, de la imagen de los dones inservibles. Pensar el
qué, el cómo el por qué para llegar a la nada y el tormento de la locuaz mudez
que me taladra obligándome a pensar en exageraciones contradictorias. La vida
como oxímoron y la hipérbole como filosofía.
Infame la
hipérbole reclamó su espacio: ni una sola mujer en la tierra podría explicar lo
qué es ser mujer. Ese encanto lleno de imperfecciones hace de ella sublime
ejemplo de la precariedad del hombre...
Los tres puntos
atormentan para intentar sostener lo aparente, esa profundidad de manual de
ortografía decimonónico que dejó las reglas en las postrimerías de la poesía.
Novalis se mi musa insospechada, desconocida y olvidada. La doble abstracción
es un vicio enajenante y narcótico. Lindo encuentro el de la soledad, la
juventud de la mediana edad y la belleza reunida en una noche de ironías. Aquel más amado se encuentra en un espacio
ridículo descentrado del deseo y aliado con la impotencia. Aquí estamos yo y yo
esperándome. En busca del tiempo perdido te dirán los amantes del afanoso
intelectualismo vejestorio. Aquí te digo yo. Aquí conmigo y sin ánimo de
sorprenderte, rotunda aliada del mal.
Anáfora inútil
de tu nombre reiteradamente obsesivo que me atormenta y me desangra.
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