lunes, 30 de noviembre de 2015

Grotezco urbano. Colección "Cuentos" Ed. Dunken.

Grotezco urbano

Sueños corruptibles se cuelgan de los raquíticos árboles de la ciudad castigada por el polvo de sensaciones perdidas, la ausencia de esperanza y el desgarro de los pobres. Solo hace falta levantar la vista hacia el futuro para diagnosticar un mar de almas desahuciadas implorantes de justicia, anhelantes de historia.
Un niño camina solo al costado del cordón de la vereda, llorando, buscando su lazo maternal negado. La madre no lo busca ni lo llama.  A media cuadra desborda el griterío excéntrico de las bromas picantes, de los chistes subidos de tono y las guarangadas a la salida de la escuela. Paisaje que se reitera puertas adentro, donde un suburbio de intenciones educativas se desnudan en carcajadas grotescas, salidas de un infierno de voces alteradas, griterío y necesidad de exorcizar las tensiones de la jornada.
Un grito ahogado y la estampida. El Renault destartalado y la jauría. Barricada de la chusma agolpada, escandalizada. Con la muerte de la sensibilidad se asoma el rictus cotidiano, naturalizado. Un espasmo de vida cruzó el barrio, se asomó a la sala de maestros, dio vuelta la esquina y finalmente sobrevoló y se posó sobre las entrañas latentes del origen, para alertar la tragedia. 
Los caballos pasan al trote de un semáforo de advertencia que dice urbanidad maltrecha  de “gurices” abandonados y  “guachos” impertinentes. Respeto de una sociedad pervertida por el desencanto, la ignorancia e indiferencia. El suburbio donde vivo pide permiso a la vida para remontar los rayos del sol que cubren el verde amarillento del campo mezclado con la basura maloliente.

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