domingo, 27 de marzo de 2016

Olivera renderizado

La propiedad de los Olivera se vio convulsionada cuando sus salones se llenaron de la novedad de las vanguardias, el sonido sucio de una grabación de tango, la visita de las masas curiosas. El tambo dejó lugar al rock y el espíritu ganadero se vistió de rebeldía. La estación de trenes dió lugar al trencito de la alegría que trasladó a varias generaciones hacia el mundo encantado de los bosques y las pérgolas. En la casona de los Olivera te recibe una custodia malhumorada que no responde al buen día temerosas de que ensucien la escalera desgastada, todavía no restaurada, aunque si recuperada. Ascendiendo por aquel tramo, es la imagen de la desesperanza lo que actualmente te recibe. El espacio exterior se hace carne en la pintura y te recuerda el enclave de la opulencia mezclado con la escuela, los intentos de desarrollo cultural y las actividades al aire libre. Y los días de verano, es el natatorio público el espacio que revela el presente, la espera por el futuro, la nostalgia de haber sido, la esperanza por completar un proyecto...









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