sábado, 5 de noviembre de 2016

La vida como oxímoron




Desde la eternidad de los tiempos miro la desazón y el desencanto pegajoso del dulce aguachento del vino rebajado, de tu luz apagada bajo el minipam quemado. Es mi encanto nostálgico que no quiere hacerse fuerte ni acabar con la tristeza porque no habría otro signo de aquella quien desprecia la vida por simple ocio. Es la quietud del cuerpo que adormece el alma y lo lleva a los infiernos de las aparentes alegrías infames, de la imagen de los dones inservibles. Pensar el qué, el cómo el por qué para llegar a la nada y el tormento de la locuaz mudez que me taladra obligándome a pensar en exageraciones contradictorias. La vida como oxímoron y la hipérbole como filosofía.

Infame la hipérbole reclamó su espacio: ni una sola mujer en la tierra podría explicar lo qué es ser mujer. Ese encanto lleno de imperfecciones hace de ella sublime ejemplo de la precariedad del hombre...

Los tres puntos atormentan para intentar sostener lo aparente, esa profundidad de manual de ortografía decimonónico que dejó las reglas en las postrimerías de la poesía. Novalis se mi musa insospechada, desconocida y olvidada. La doble abstracción es un vicio enajenante y narcótico. Lindo encuentro el de la soledad, la juventud de la mediana edad y la belleza reunida en una noche de ironías.  Aquel más amado se encuentra en un espacio ridículo descentrado del deseo y aliado con la impotencia. Aquí estamos yo y yo esperándome. En busca del tiempo perdido te dirán los amantes del afanoso intelectualismo vejestorio. Aquí te digo yo. Aquí conmigo y sin ánimo de sorprenderte, rotunda aliada del mal.

Anáfora inútil de tu nombre reiteradamente obsesivo que me atormenta y me desangra.            



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