martes, 2 de junio de 2015

Infundada, enfundada de dolor







La tristeza inconcebible del desencanto me obliga a pensar mil veces en aquello que no pudo ser. No pudo ser la armonía del encuentro, ni la alegría de estar juntos. No puedo ser amarse en la felicidad del compartir porque el compartir era demasiado para aquellos que han vivido en la desesperanza y la soledad. No puedo ser el reconciliarse con la vida porque la dureza de los golpes ya habían creado una llaga  demasiado grande pare ser cicatrizada con sutilezas. No pudo ser y pareciera no será porque ya es muy tarde, porque se pasó el tiempo de enseñanza y solo queda el tiempo de lamentos y recuerdo que no están y no se pueden inventar. La esperanza de un nuevo tiempo de olvidos de las miserias siempre esta presente y no llega. Despierto el día para renovar mi compromiso con la vida de llevar un poco de alegría a mi eterna melancolía que me impide pensar en otra cosa que no sea mi maldito sufrimiento. El ser torturado se requiebra y solo  y se deshace en un mar de llantos infundados. Llorar a lágrima viva, llorar hasta desvanecerse, llorar por llorar y que el agua de mis ojos laven las heridas invisibles del quebrantado. El dolor viene de las entrañas sin responder a nada cierto, todo es confuso y caótico, mucho dolor e incertidumbre que apelmaza la energía de estar vivo. Explicar el gran misterio de la tristeza puede ser una tarea fácil cuando enviamos en una aerostático de luz los deseos frustrados a otro espacio, el ajeno, el del pobre lastimero. Y no tengo fuerzas para decir basta, Me quedaría el día completo arrumbado entre las colchas esperando que un espíritu me empuje al mundo. No quiero salir más. Solo quedarme entre las colchas y llorar. Llorar y sacar este dolor de las entrañas para que no vuelva más. Olvidarlo en una esquina de mi alma para decidir el día en que le damos un paseito por la melancolía. Cómo explicar la tristeza frente a una vida de oportunidades,  acá tirada en la cama, como explicar la tristeza infundada. 


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