La tristeza inconcebible del desencanto me obliga a pensar mil veces en
aquello que no pudo ser. No pudo ser la armonía del encuentro, ni la alegría de
estar juntos. No puedo ser amarse en la felicidad del compartir porque el
compartir era demasiado para aquellos que han vivido en la desesperanza y la
soledad. No puedo ser el reconciliarse con la vida porque la dureza de los
golpes ya habían creado una llaga demasiado grande pare ser cicatrizada
con sutilezas. No pudo ser y pareciera no será porque ya es muy tarde, porque
se pasó el tiempo de enseñanza y solo queda el tiempo de lamentos y recuerdo
que no están y no se pueden inventar. La esperanza de un nuevo tiempo de
olvidos de las miserias siempre esta presente y no llega. Despierto el día para
renovar mi compromiso con la vida de llevar un poco de alegría a mi eterna
melancolía que me impide pensar en otra cosa que no sea mi maldito sufrimiento.
El ser torturado se requiebra y solo y se deshace en un mar de llantos
infundados. Llorar a lágrima viva, llorar hasta desvanecerse, llorar por llorar
y que el agua de mis ojos laven las heridas invisibles del quebrantado. El
dolor viene de las entrañas sin responder a nada cierto, todo es confuso y
caótico, mucho dolor e incertidumbre que apelmaza la energía de estar vivo. Explicar
el gran misterio de la tristeza puede ser una tarea fácil cuando enviamos en
una aerostático de luz los deseos frustrados a otro espacio, el ajeno, el del
pobre lastimero. Y no tengo fuerzas para decir basta, Me quedaría el día
completo arrumbado entre las colchas esperando que un espíritu me empuje al
mundo. No quiero salir más. Solo quedarme entre las colchas y llorar. Llorar y
sacar este dolor de las entrañas para que no vuelva más. Olvidarlo en una
esquina de mi alma para decidir el día en que le damos un paseito por la
melancolía. Cómo explicar la tristeza frente a una vida de oportunidades,
acá tirada en la cama, como explicar la tristeza infundada.
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