Apenas lo digo, apenas lo escribo deja de existir...
Cuál será el poder mágico de la palabra que exorciza los dolores dejando
apenas un recuerdo de un mal momento?
Cómo procesa el pensamiento las marcas dejadas por las ideas volátiles
del ensueño?
Dónde quedaron las oscuridades recientes plenas del infierno de lo
objetable?
A dónde se fue mi alma pura y enérgica a buscar otros placeres?
Por qué es tan difícil concentrar la mente en otros mundos y dejar de
ser un enajenado?
Dónde quedó esa joven soñadora que abstraía su cuerpo y mente tras las
hojas ficcionadas?
Cuáles son esos temas tan serios que embargan el sentir por el decir?
Qué obligaciones quitan los pensamientos eróticos y los llenan de basura
trivial?
Por qué la necesidad de recibir amor nunca se corresponde con igual
cantidad de entrega?
Qué me hace tan mísera frente al festejo de estar vivos?
Dónde se oculta mi alma para evitar el enfado de las frustraciones?
Cuáles son los deseos aún no descubiertos que generan la desdicha?
Quién tendrá el poder de decidir cuándo la vida se me entregue en todo
su derecho?
Qué limita mi derecho a disfrutar de todo lo conquistado?
Cuándo la herencia pervirtió las tradiciones añoradas?
Qué valores paternos quiero como sustento de mis generaciones?
Qué alimento pernicioso se apoderó de mis entrañas dejando mi espíritu
desnutrido?
Por qué el dejar, el encontrar, el ocultar y el demostrar son
sobrevalorados en mi mundo discursivo?
Dónde quedó el sentir, el disfrutar, el vivir, el respirar en la curva
de las emociones autoimpuestas?
Qué habrá detrás de las conexiones neuronales que me obligan a solventar
estos pensamientos?
Por qué no puedo dejar de pensar y sufrir?
Instalo una idea.
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