lunes, 2 de enero de 2023

Concurso La Matanza en Letras "Sangre matancera"


Sangre matancera.

Los sobresaltos lo mantienen alerta.  Escucha en la oscuridad de la noche el repiqueteo de las gotas sobre la lona de la trinchera. Logra escapar al frío, el barro y el olor rancio de la muerte recordando a sus alumnos y los días de lluvia…

Llovía torrencialmente. Tras saltar baldosas flojas y piedras asentadas para evitar los charcos de “La Palito”, Doña Rita, la portera, los esperaba a todos con tortas fritas. Las paredes de chapa de la escuela lo recibían. Había que sacarse las bolsitas de residuos anudadas al tobillo y entrar en calor con un matecocido. José llegó empapado y tiritando. Tenía 8 años y le encantaba pintar, escuchar las historias patrióticas y los versos de Almafuerte, porque era un escritor matancero que le gustaba lo mismo que a él. Un día hicieron pan y María, se lució con sus conocimientos, ya que su familia trabajaba en la panadería de la iglesia del barrio. Otra vez, Julio les contó sobre los querandíes, la conquista española y los primeros pobladores matanceros. Terminaron escribiendo historias acerca de Soychú y el Gualicho. Esa mañana de marzo, Julio aprovechó el día de lluvia para hacer con José un mapa tamaño papel afiche de las Islas Malvinas para usar de telón en la conmemoración del 10 de junio. Lo hicieron a mano alzada, copiando por cuadrículas, detenidamente, el mapa que encontraron en el manual Kapeluz Bonaerense. Cuando terminaron se sentaron sobre Malvina y Soledad. El maestro le contó por qué las islas eran argentinas. Las abordaron… Como si fuera una alfombra mágica que los llevaría a un destino incierto, charlaron sobre la patria. Aquella mañana fue la última jornada del maestro. Al salir de la escuela, se bajó en Crovara y caminó las cuatro cuadras desde la parada del cuartel de La Tablada a su casa. Como un presagio de tiempos ancestrales, decidió a continuar la lucha contra los conquistadores. 






 

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