lunes, 2 de enero de 2023

"Solipsismo II" . Revista Morpheus.

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Solipsismo

 

Se durmió meditando sobre el genio maligno. Nada podría parar ese impulso casi suicida de romper con el mundo y descubrirse autosuficiente. El agravio comenzó ante el cuestionamiento: ¿Quién había determinado su existencia?

 

- ¡Progenitores!, denme la fuerza que rompa las cadenas de la dependencia absurda que es la única dependencia: la emocional -, pensó.

Creó en ese instante una realidad, entre otras. De lo único que estaba segura era de que existía porque pensaba y sentía el dolor del desamparo.

 

-Cuando la necesidad es la del otro, el proyecto no es propio.

 

Se propuso generar una existencia. Indolencia y repliegue de la mente para pensar sólo en lo propio.

 

-    ¿Dónde queda el origen cuando el deseo de pérdida es más fuerte que el encuentro?

 

Pérdida y encuentro proliferan, avanzan como un cáncer en su percepción, arrasando con un presente soñado. Aquel, deseado, pasa a ser añorado por la pérdida de la inmediatez obnubilada, por aquello que no puede volver a ser y lo que aún no fue... Imagina.

 

-   ¿Dónde andarás con tus deseos frustrados, con toda esa carga de energía mal encauzada que te dejó la desazón de lo no vivido? ¡¿Dónde andarás con tu afán de reconocimiento incierto, estúpido, infeliz?! No supiste hacer de tu infelicidad ni siquiera una derrota al destino, tuviste que darle cabida a la desazón para confirmar la profecía autocumplida, esa que te cegaba la razón del fracaso. Elucubraba que no podía acercarse a la felicidad, porque darle la chance de ser, implicaba apartarse de un fin.

 

-Si en el mundo todo estaba concluido fuiste consecuente, obsecuente y meticuloso. -, se decía a sí misma.

 

-Profundizaste la tristeza para dejar un legado de sufrientes que repararan el destino, esperando tal vez que en este resarcimiento la historia se vengara de tanta soledad. Tanto dolor se aloja y se enquista como un mal superior, aquel que puede definir


las vidas heredadas como si estas no tuvieran el poder de decidir, de existir. El pensamiento asalta

 

- ¿Por qué asalta?

 ¿Por qué se impone? ¿Por qué no es posible transitar la vida sin tanto discursear? ¿Por qué es necesaria tanta palabra agotada antes de entregarse y dejar atrás aquello? Tránsito, porque es pasaje por un instante, afirmó aquel en que te sueño y te pienso como si estuvieras acá.

 

-Poco importan esas palabras vanas, ajenas al origen encontrado y perdido, libres de responsabilidad y culpa, sin compromiso. Busco darle un fin a la historia, aquel fin mitológico de la reverencia a los mayores y la identidad  se propuso.

 

-Porque en ti me encuentro y me pierdo, porque reniego de lo que reniegas, porque olvidas tus hijos y renuncias a tu prole, ¿¿en qué momento funesto dejé de honrar el origen para dedicarme a oraciones inconexas?-indaga.

 

-Y te reconozco en la invalidez del prójimo y me preguntó sobre qué otros hombros apoyas tu alma añorando lo olvidado y traicionando tu sangre. ¡Ingrato! -estalló de furia.

 

-Idiotez absoluta de ir siempre renunciando el origen para buscar en otros mundos lo propio ¡Absoluto idiota que olvidas el calor de tu sangre y las marcas de las generaciones evidentes para regodearte en el sufrimiento, confirmando el destino fatídico de la tragedia que tanto te gusta transitar! Se indignó.

 

Abrió los ojos para huir del origen inmerecido, pero su padre a los pies de la cama corrió a abrazarla. La locura se unió a la desazón en la amalgama interminable de amargura y desidia indeseable. Concibió la renuncia y las explicaciones benignas que atemperaron esa alma destrozada, la alimentaron de palabras que nutren y se soñaron mutuamente, enajenados.


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