No merece estar vivo, quien no goce de la vida.
¿Por qué el puto destino se empeña en darme respiro?
la existencia alargada por las drogas,
mi conciencia rechazada.
¿Qué cosa acongoja de lleno mi alma?
Sola. Espero.
Al desamparo vital me entrego,
al sutil infierno.
A esta masa intoxicada, inerte de carne, que fastidia
al miedo atroz de a la conciencia exorbitada.
¿Por qué al despertar el día soporto el peso de mi desidia?
El miedo: la decadencia senil del día a día
me desarma; mientras espero
la memoria leve que repare de infortunio a la progenie,
el peso de la tierra sobre la añosa frente
un yo agonizado sin remedar, en silencio.
Suplido el cuerpo, narcotizado,
espero sola, al miedo.
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