Edy Posso (pintor) Karina Piriz (escritora)
La
creación
Un camino guía la pérdida de los sentidos y brota la creación. ¿La pérdida de los sentidos nos hará
más sabios? En la década ingrata en que la vista no responde cómo quisiéramos
es el avance del sentir lo que mueve el deseo de crear. La espalda baja deja entrever
sus dolores y te hace entender que ni simbólico ni fáctico puedes seguir
cargando la mochila. En esos momentos te paras frente a tus hijos adultos que
te hacen ver lo terrible de no haber
cumplido tus sueños y ser consecuente con lo que piensas, en esos momentos, en que descubres
que no eras quien creías ser en una película, en el afán inconstante de proponerte ser aquello que dejaste en un cajón para
tiempos mejores, en el momento en que te encuentras mirando I-sat
"antes del amanecer" y en el medio de la película cool, descubres la banalidad de estar escribiendo
esto, allí ves lo trivial, en que te
ha convertido el mundo desde el día que
decidiste salir a conquistarlo. Hubieras querido fijar el día histórico en que
quistaste el velo, el mundo estaba allí para ser vivido, nada iba a suceder si
no lo decidías. Hoy te encuentras responsable: una creación de veinticuatro
años es por ti. Cocina y atiende sus seres queridos con el desborde mamado de
un ser desbordado. ¿Por qué no pudo absorber la necesidad de trascendencia y
virtuosidad que te esfuerzas en conquistar?
Tal vez porque la realidad es que nunca estuvo. Nunca te invadió como
hubieras querido y entonces nunca, jamás, pudo transmitirse. Tan sólo dispersas
las imágenes de desmesura y necesidad de absorber ....
El creador
¿Cuánto menos se depende de lo sensorial vamos camino a las ideas? ¡Si Platón avalara mi idea del ser!... Alejado de lo sensorial logras ver la IDEA. Como universo de lo abstracto te converges para encontrarte en el espacio donde se conjuga el ser con la acción: no quiero ver porque poco puede aportarme el mundo lo que mi alma necesita, reflexionar para crecer, no quiero escuchar porque solo ruidos y palabras vanas invaden y perturban mi ser, no quiero sentir más que la mochila que recarga mi espalda con el karma es parte de una historia del desarraigo y desesperanza. No quiero vivir porque la suma de todo lo vivido está concluida. Mucha falta por pagar y me ha tocado una cuota onerosa. Déjame impartir los pagos substanciales
Las cicatrices en el instrumento la creación
Encontrar el espacio para ser. ¿Cómo desatar el
encuentro de mi alma con mi felicidad? Y las palabras no se agolpan, no fluyen
como sucedía en la adolescencia. No hay necesidad de contar nada al mundo, ni
de inventar ninguna historia porque ya todas las historias han sido contadas,
pero sí surge la necesidad de combinar las palabras, buscar la imagen risueña,
el cantar de las sílabas que me acerquen a un sentido sin sentido
cósmico-cómico de la creación. Obligarme a instaurar ese espacio de la rutina
de la escritura es obligarme a encontrarme y enfrentarme.
Poder creador de la mujer
Yo voy a poder. Voy a poder liberarme de mis ataduras para no depender
de vos. Voy a poder encontrar mi camino para no transitar eternamente los desvaríos
por los cuales andas y desandas. Inquieto e inconstante te debatís buscando tu
espacio que parece estar en el cosmos y no aquí en la tierra junto a mí. No te
alcanza mi entrega, no te alcanzó que te haya entregado mi juventud, mi
instinto materno ni mi vida. No te alcanza, vas en búsqueda de algo más, no sé
qué es, me interesa poder dártelo... en el afán perverso de darte todo, por qué
habría yo de cubrirlo. Yo puedo, yo puedo salir de este dilema para buscar los
propios...No tengo preguntas jamás, solo tengo afirmaciones falsas. Saber si
estas palabras tienen tal vez algún sentido, inservibles, montañas de palabras
tiradas a la basura. Inservibles, la palabra inservible...solo queda lo que sé:
yo puedo. Puedo sostener esta rutina de dar vueltas, palabras vacías que
irresistiblemente se afanan en salir. Yo puedo, cerrarte la conciencia y
decidir qué dirá el pensamiento cuando logre alejarse de la palabra idiota.
¡Callad! ¡Inservible! callad al instante
para dejar lugar al raciocinio. Yo puedo hacer callar el alma para ocultarme
tras las palabras. Yo puedo renunciar a tu amor y reanudar mi vida tras veinte
años de pensarlo... yo puedo creer que me amas y todo puede cambiar en un
segundo como si siempre nos amáramos como si nada de todo lo dicho tuviera
sentido. Yo puedo ordenar mi vida en una rutina milimétrica que me tenga por
protagonista, sin sufrir el desamparo de tener que lidiar conmigo, mi
pensamiento errante. Yo puedo establecer la dinámica de la jornada laboriosa,
el ejercicio físico intenso, la lectura aplicada y un poco de catarsis
ocasional en expresiones autistas. Yo no puedo encontrar mi alma. No puedo
dejar impregnado de emoción el momento en que mi ausencia te sorprenda. No
puedo desaparecerme en el deseo sin que ello constituya un intento de castigo
premeditado a tu ego. Yo puedo empezar a encontrar la libertad de no pensar en
el trivial lugar que ocupo asistiendo a estómagos ofuscados, balances
financieros equilibrados y emociones controladas. ¿Yo puedo recuperar el
entrañable amigo confidente o deberé nuevamente encontrarlo?
Yo puedo lidiar con el hecho de que no eres mi confidente porque no
puedes serlo, porque la mínima muestra de mi alma te deja vulnerable y es un
arma que a punto de disparar atenta, finamente, someramente contra el deseo y
los juicios, contra la convicción de que YO PUEDO.
No querés ni crees que pueda...
Vivir mutilando
el estado de creación
Al despertar aquella mañana había pasado medio siglo. No era cualquier número, ni un cumpleaños más. Era el momento en que la capacidad de dar vida se venía agotando, el dolor de la mutilación estaba presente y la regularidad menstrual en aquellos últimos treinta y ocho años daba señales de finitud. Los calores la agobiaban a diario, el deseo iba en aumento, pero a veces el cuerpo no acompañaba. El cuerpo y sus cicatrices marcaba el destino hacia otra vida.
Tres componentes del cóctel que significa vivir: dar vida,
el deseo, el fin de la materialidad. Se preguntaba qué haría en los próximos
años, que haría que le de felicidad. No había nada por lo cual fantasear solo
una idea estricta, rigurosa de trabajo que la hacía mantenerse en estado de
vigilia constante. Las obligaciones lograban a la larga rendir los frutos del éxito
y por aquel estúpido resarcimiento surgían las motivaciones. Las durezas de
estas conclusiones le impedían la escritura, la atormentan a diario porque está
presente el slogan de “vive el día a día, el único día que existe es hoy…”
Nunca la convenció esa idea publicitaria, aunque el peso de la misma signara
sus emociones actuales. Tras la
intervención quirúrgica algunas decisiones había tomado: hoy será un día para
ponerse a escribir y dejar de pasear por los perfiles de Facebook, los estados
de wasap y las sonrisas de cartón que todos dibujamos frente a la cámara. Ella
misma se mira en esos perfiles y aún recuerda los detalles de las fotos tomadas
hace 20 años, cuando el auge por estas instantáneas compulsivas comenzó a
llenar memorias de celular y poca memoria de la experiencia. Llenamos el
celular de momentos, recortes expuestos que esconden la verdad, el sentir, tras
una selfie, una pose. Posamos para olvidar quienes somos y nos mostramos como
queremos ser, cómo tal vez nunca seamos, como fuimos antes del recorte. Asi
llegó a los 50 preguntándose cuándo había pasado el tiempo que sólo había
dejado fotografías de haber tenido tres hijos. No recordaba momentos de la
crianza más que los que le daba la fotografía. Indagaba en esas sonrisas
retratadas al pasar, robadas al instante, en las cuales buscaba la personalidad
de aquellos niños, qué pensaban de su mamá, qué podría haber hecho que desatara
más momentos como esos, por qué habían sido tan pocos y por qué no podía
recordar otros que no estuvieran registrados. Cuando salía de vacaciones los
cientos de fotos que tomaba de las cosas más insulsas tenía que ver con el
miedo a perder la memoria de lo vivido. Ahora la memoria la llevaba en las
marcas en el cuerpo. Era como si al no
estar capturado por la lente no existiera. El documento digital garantizaba la
existencia y también denunciaba su falta. Faltaban momentos felices, un
recuento de 20 imágenes era la síntesis de una vida. Por otro lado, había
momentos que estaban impregnados en la memoria.
Aquella mañana calurosa de marzo empezabas en la sala de
cuatro. En el jardín todos te conocían por tu simpatía y la autonomía que
tenías para decirle chau a papá, bajarte del auto con tu hermana, tirar un
besito volador y entrar al jardín alegremente. Tu maestra, Lore, te esperaba en
la puerta con una sonrisa que invitaba a dejar atrás la autoridad paterna y
sumergiste en la frescura de la belleza juvenil y divertirse con los juegos que
la seño proponía. Aquella mañana de marzo no fue así y las pruebas han quedado
fuertemente plasmadas en mi cuerpo.
Lo más difícil era lidiar con las noches y la colcha que
volaba de un lado a otro de la cama. El aire acondicionado se prende y se apaga
a cada rato. No conforma cuando esta encendido y es soporífero el ambiente
cuando está apagado.
– Prendé el ventilador para que circule. Apagá el aire. Pará
que tengo calor, correte un cachito.
Asi a la una, a las dos, a las tres y a las cinco ya nos
vamos levantando porque para seguir dando vueltas mejor irse a tomar unos
mates.
Despertar sin sueños. No soñé nada sin embargo me abruma esa
sensación de preocupación con la que me despierto. El relojito que marca el
ritmo cardíaco dice que el momento de más estrés lo tuve a las tres de la
mañana, al despertar abruptamente pensando en el proveedor y la madre citada el
día anterior. Me preocupa quién falta el día siguiente, a qué grado deberé ir a
dar clases porque la maestra no vino, qué habrá pasado entre Tomás y Lautaro
que se agarraron a piñas el día anterior, qué haremos si faltan las milanesas
para todos los chicos, qué denunciarán esta semana los padres. Me preocupo
igual que me preocupaba en la otra escuela cuando las preguntas eran cómo
estaba la nena de primero que terminamos en el servicio local denunciando a los
padres por abuso, por qué hacía un mes que no venía Juancito o cómo voy a hacer
para darles de comer a 700 con un presupuesto para 300. Siempre mi sueño
invadido por el trabajo que no es cualquier trabajo.
Los sueños ausentes no eran solo los nocturnos. Faltaba
encontrar el motivo, el camino de proyección para los próximos 50. Buscaba
intensamente los espacios para la felicidad. Feliz era en un recital de rock,
en el reconocimiento de mis pares, en la necesidad de ser necesitada. Mi amor
necesitaba mi amor, mis hijos no tanto. La procreación se dejaba atrás sin
nostalgia y sin resabios melancólicos de crianza. No hay necesidad de tener
bebés en brazos como les pasa a la mayoría de mis compañeras cincuentonas que
apenas se jubilan empiezan a tener el jardín de infantes en su casa. Los hijos
creen que mamá ya no tiene nada que hacer y por lo tanto qué mejor para que me
cuide la nena. Algunas mujeres no sabremos qué hacer pero seguro es lo que no
queremos hacer. Sin embargo, la cultura instalada nos impone lo que debemos hacer
y parece un grillete del cual nunca nos podremos desprender.
Ana Consuelo (Pintora) Karina Piriz (Poeta)
Ausencia
En la inservible saciedad del ser, la nada denota sus encantos fútiles y la vida se se somete a las instituciones. Encanto mortal que aleja la salida para encontrar el infierno más cercano, el propio, la quietud e inoperancia, revolcarse en el dolor para justificar la muerte, hacerse un ovillo reconcentrado, para querer volver a nacer...
Procrear.
Crear una vida se aleja del lazo incondicional de amor. Los une el débito constante que se genera entre la nada y la existencia del ser. Cuando la luz amenaza ese instante de excitación brutal se instala la deuda absurda del neonato, eterna paga maltrecha que se extiende como un cáncer, para llegar al final de los días sintiendo que jamás fue saldada, que los que nos preceden, cual la malaria, arrastran el crédito atroz.
Podes elegir el instante suicida de creer que al procrear el lazo será
tan fuerte como para unir las huellas rotas generadas por la pérdida del no
ser. Sólo podemos ser para poder hablar de esto, pero ser implica quedar sujeto
a las constricciones indeseables y al total alejamiento del amor que renuncia a
todo débito-haber. Quedamos incomprendidos, enorgullecidos… Curioso regalo del
amor que reniega toda deuda.
Los chicos perdidos en la adultez se encuentran. Reunión de egresados de primaria y en un día, la vida. Cuarentones vacíos de esperanza recuerdan el idílico espacio de la vida cuando eran toda potencia. Algunos frente a la delincuencia acechante de los pobres, otros remilgados proyectores de las elocuentes demandas del mercado. Aquí, sólo el deseo de encontrar al otro alivia el destino autoproclamado, porque en el reencuentro se recupera el mundo, el paraíso perdido en los fiascos de la lucha diaria; porque al encontrarse renueva el deseo de la lucha ausente.
Vuelve, el deseo, aunque es tan corrupto que no se desnuda, no alcanza a
denostar la muerte porque ella, próxima y ausente te remeda.
Los hijos y la inmortalidad: el universo cíclico.
Descubrir que no hay nada profundo en algo tan simple como vivir. ¿En qué demonios pensabas cuándo buscabas relaciones de amor perturbadoras? Madres subrogadas, homoparentales, esperma donado: diferencias sutiles nos hacen pertenecer al género en el que nos sentimos cómodos. Pensar que el alma puede trascender por pretender encontrar en el otro aquello que no puede construir en lo propio: un padre sin dejar ver sus miserias marca el espacio recto del deber ser, aquel que no habilita el juego más allá de su inocencia, ese que espera temiendo lo improbable. La lucha de poder del sexo jugada en la arena secreta del eros compartido. Una mujer como trofeo y la anulación de la Afrodita por la entrega irresoluta entre el rey padre y los vasallos incomprendidos. La lucha de la Naturaleza que se muestra irreconciliable con la gracia del ser divino nos entrega el poder mágico de la Vida. Un espectador, un sueño, una madre conflictuada, una hija renegada, una mujer rebelada. El final, la nada.
Ramón de la Cruz (Pintor) Karina Piriz (Poeta)
Después de ser bastardeado por numerosos imberbes, desconocedores ignorantes de las máximas virtudes de semejante máquina; tras ser vapuleado por la ignorancia y el descrédito de una clase social acomodada que prefiere el pago ceremonial de la cuota usuraria a las grandes empresas internacionales, para acceder al objeto fálico que lo hará sentir más hombre; después de haber soportado la injuria falaz de la decena de burgueses aburridos que salen de paseo a ver si logran sacar una tajada más de provecho en el reparto de la acumulación capitalista -aquellos que con la panza llena de vino y asado de un domingo entretienen sus mentes aburridas y su necesidad de seguir consumiendo- "y vamos a ver un auto..." ¡NO ES UN AUTO, es EL AUTO! Al fin, al caer la noche de un domingo las buenas y nobles manos de un trabajador, te reciben agradecido.
Navega
Navega mi alma la
inmortalidad de los sueños
no vividos, no
esperados, no deseados.
Insatisfacción que
me renace, ¿qué es vivir?:
El
navegante incierto, la marea
Que sacude las
ideas, y las penas…
El oleaje de lo
incierto y el ritmo atento.
No me dejo llevar
por el inmenso
mar de lágrimas,
más intenso
y el delirio de
creerse en el desierto.
Cuando desfallecen las fuerzas y arrecia el desencanto es la puja de tu entusiasmo arrollador que me devuelve la voluntad robada. Cuando mi búsqueda de aventuras nuevas no encuentra adhesiones son tus ideas alocadas que renuevan la fantasía. Cuando las lecturas enajenaron mi alma son tus cuentos pueriles los que refrescan mi mirada. Cuando la valentía para enfrentar la vida se desmorona son tus lanzados bracitos al vacío que advierten la cobardía. Cuando la memoria intenta borrar las emociones son tus años de amor que nos recuerda el nacer de una familia.
Insomnio
El brillo ancestral anticipó los funestos acontecimientos a los cuales arribaron tras largas décadas de desazón, desencuentros, malentendidos y desavenencias. La luz de la vida fue extinta en el ocaso de experiencias obstruidas, deseos insatisfechos, ilusiones perdidas. La matriz del amor entrañable, el pecho dulce, el calor de arrumacos maternales se desvanece y flota en el aura de las velas...
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