miércoles, 17 de febrero de 2021
martes, 15 de diciembre de 2020
Rebelión de la mantequilla
No te conozco. De hecho, desconozco esa
manera brutal que tenés para decir que no en lugar de dar vueltas sutilmente la
situación y amorosamente expresar que no, prolijo, esmerado y armonioso.
La acidez me está matando. Ya no tolero
la interna desazón diaria de ver el día a día transcurrir idénticos como flojas
sensaciones de descarte.
Es la noche que se acerca, para
anunciar la vida que se agota, melindrosa y obstinada; es el día que no dio
tregua y dejó que me olvidara de vivir, de sentir. Decir. Tu mirada maliciosa
que se cuela entre la pérdida de la dignidad y el aburrimiento. ¿En qué pasamos
los días? Dice Thoreau. En qué desperdiciamos esta vida que no tiene más
destino que ser vivida. Cuesta tanto entender que vivir implica el compromiso
de no esperar nada a cuenta, sino simplemente transitar quedadamente, respirando
hondo para que el aire no falte, observando lo bello que nos rodea y sintiendo
el dolor de los músculos ejercitados por el hacer, el sol calentándonos. Desconozco.
Ves que no te importa nada. Seguís en
tu máquina editando el paso de los días, centrado en lo que "es
importante", total el problema es ajeno; la depresiva soy yo. Como si
fuera una categoría dentro de la cual clasificamos los sanos de los locos, los confiables
y racionales de los que "están aburridos" ... Como si el tedio no
fuera la enfermedad y sí un estado elegido.
Walden
No ser
Museo de
Ciencia Naturales de La Plata
Quiso tal
vez, la curiosidad antropológica, que mi existencia reconociera la precariedad
del Ser: vivo, luego existo, existo porque vivo… y entonces ¿qué es vivir?
Pienso. Disfruto…construyo mi presente
olvidable. ¿Quién serás tú, aquel que allí reposa?
Negra
muerta, Banda, Santiago del Estero.
Sobre la
ruta 9, el Camino Real, paso obligado de Potosí a Buenos Aires, te encuentro.
Freno el impulso morboso del contacto, miro al cielo y busco en la plegaria
protección. El camposanto profanado desnudaba las historias de Alfonso Carrió
de La Vandera. Como un Lazarillo de ciego caminante me persigno encomendándome
a la Pachamama y pidiéndole a Dios no enfrentarme a aquellas huellas caprinas
del Supay que acompañaban la escena.
Posta de Hornillos, Jujuy.
Quiso el
destino que el alma del comendador me acompañara a su posada donde reposa tal
vez los restos del querido Lazarillo, alter ego poético del relato. ¿Será aquel
sustraído de su terruño para exhibición de la muerte símbolo del destino
trágico de todos? Solo huesos y ese rictus macabro.