domingo, 21 de mayo de 2023
martes, 16 de mayo de 2023
Luna de Abril
Luna de abril
Gesto el encuentro en tu nacimiento
amanece la vida, a la vida en abril.
Cuándo el fútil tiempo me perdió,
saludé desde la entraña tu perfil
Ser a partir de estar incólume, presente.
Enlazadas conmovernos en el latir
Maternidad mancomunada que crece,
conmoverse ante la ansiedad del sentir.
Palpar con un suspiro nuestras almas tiernas;
presentir sentimientos de marfil;
presagiar abiertas emociones eternas;
saborear la melancolía en añil.
Intonso
Intonso
Pliegues unidos,
misteriosa palabra
allí tu alma.
Hojas pegadas
Fluyendo añoranzas
Ayer fue tiempo.
Libro intonso
el viejo imprentero...
Dulces recuerdos.
Haiku errado
propongo el misterio
probar deseo.
Separa el lazo. Y cuando corto, corto por lo sano y lo insano.
Descubrir lo que estaba dentro, lo que invade la palabra y te deja sin palabras ...
Esa maldita traición del pensamiento que borbotea, te dicta y te deja sin aliento.
La memoria ayuda, la sucesión de grafemas, palabra por palabra,
va dando lugar al pensamiento y cada marca deja un hálito, un resquemor en el cuerpo.
La lectura acompaña, no devora,
toma pausas para usar la herramienta y adentrarse con esmero,
con la curiosidad malsana de encontrarse un desnudo, una súplica, un perdón.
Tenso corte bárbaro
Al tacto barbado el pliego
Intento de ser quien eres
Intolerable lo que te excede
Intacta queda el alma
Íntima tras este cierre.
Aristas del deseo perfilado
Intonso en mi secreto
sin cortes, en ciernes
Intonso quede mi orgullo
Y la palabra se cierre.
Ariscos los límites y el perfil que te define.
El borde todo ha quedado irregular, desprolijo como el día a día.
El orden no es el esperado y no tiene nada de espontáneo.
Es exigido por la palabra que toma corporeidad y sentido.
La vacuidad del discurso se guarda, se esconde tras la viralización.
Violento el corte, pero necesario.
No habrá sido del todo prolijo, arreglado a las circunstancias, pero era lo deseado.
Era el momento de hacer el CORTE y decir BASTA.
El trabajo te subsume
El agobio te desplaza
Son los días sin sentido
Y esa feliz holgazana
Que se cuela y te libera
De los días, de los jefes,
de la nada…
Quiero librar la batalla
Y olvidar quien me ha herido
Porque en mi está el orgullo
De saber lo que defendido
Venid a buscarme rastreros
Y sabrán por qué he nacido.
Oculto el tránsito vital
Repliego experiencias y me guardo
Anhelo lo que dejo a un lado
Oculto, me redimo y el llanto
acongoja mi sustancia
Escapo.
Dejo un mundo de saberes
Conocimientos vividos
En cada risa del niño
cada mate con amigos
En cada docente siembro
La necesidad del cariño
La fidelidad a la vida
Ser sinceros en lo elegido
Enseñar y ser aprendices
De por vida, es lo que aspiro.
Ojala este pequeño intonso
quede por allí perdido
En el triste recuerdo,
tristes episodios
Dignos de mal nacidos
Guardo el rencor
De malos días construidos
Con esbirrias y menoscabos
Ser docente me tiene en vilo
La escuela pública
Es el destino que elijo.
Perdono el descaro
La valentía del lábil
Perdono la inocencia
La voluntad del infante
Perdono la lucha
De unos pocos osadía.
Pero jamás perdonaré la mentira
Esa insidiosa perdida
Que se ocupa hoy de mis días.
lunes, 2 de enero de 2023
"Solipsismo II" . Revista Morpheus.
https://revistamorpheus240324299.wordpress.com/2022/09/20/solipsismo/?fbclid=IwAR0YeZ02OqrhhywadvT1LgJlT3GZ4k-GPjzFXP5b8eQ3Vr8Yu-CjWFiUby0
Solipsismo
Se durmió meditando sobre
el “”
- ¡Progenitores!, denme la
fuerza que rompa las cadenas de la dependencia absurda que es la única
dependencia: la emocional,
-Cuando la
necesidad es la del otro, el proyecto no es propio.
Se propuso
generar una existencia. Indolencia y
repliegue de la mente para pensar sólo en lo propio.
- ¿Dónde queda el origen
cuando el deseo de pérdida es más fuerte que el encuentro?
Pérdida y encuentro proliferan, avanzan como un cáncer en su percepción, arrasando con un presente
soñado. Aquel, deseado, pasa a ser añorado por la pérdida de la inmediatez
obnubilada, por aquello que no puede volver a ser y lo que aún no fue... Imagina.
- ¿Dónde andarás con tus
deseos frustrados, con toda esa carga de energía mal encauzada que te dejó la
desazón de lo no vivido? ¡¿Dónde andarás con tu afán de reconocimiento
incierto, estúpido, infeliz?! No supiste hacer de tu infelicidad ni siquiera una
derrota al destino, tuviste que darle cabida a la desazón para confirmar la profecía autocumplida, esa
que te cegaba la razón del fracaso. Elucubraba que no podía acercarse a la
felicidad, porque darle la chance de ser, implicaba apartarse de un fin.
-Si en el mundo todo estaba concluido fuiste consecuente,
obsecuente y meticuloso,
-Profundizaste la tristeza para dejar un legado de sufrientes que
repararan el destino, esperando tal vez que en este resarcimiento la historia
se vengara de tanta soledad. Tanto dolor se aloja y se enquista como un mal
superior, aquel que puede definir
las vidas heredadas como si estas no tuvieran el poder de decidir, de existir. El pensamiento asalta…
- ¿Por qué asalta
-Poco importan esas palabras vanas, ajenas al origen encontrado y
perdido, libres de responsabilidad y culpa, sin compromiso. Busco darle un fin
a la historia, aquel fin mitológico de la reverencia a los mayores y la
identidad
-Porque en ti me encuentro y me pierdo, porque reniego de lo que
reniegas, porque olvidas tus hijos y renuncias a tu prole, ¿
-Y te reconozco en la invalidez del prójimo y me preguntó sobre qué otros hombros apoyas tu alma añorando lo olvidado y
traicionando tu sangre. ¡Ingrato!
-Idiotez absoluta de ir siempre renunciando el origen para buscar
en otros mundos lo propio ¡Absoluto idiota que olvidas el calor de tu sangre y
las marcas de las generaciones evidentes para regodearte en el sufrimiento,
confirmando el destino fatídico de la tragedia que tanto te gusta transitar!
Abrió los ojos para huir del origen inmerecido, pero su padre a los
pies de la cama corrió a abrazarla. La locura se unió a la desazón en la
amalgama interminable de amargura y desidia indeseable. Concibió
"Que en paz descanse"
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Que en paz descanse.
-¡Pase, pase!
Pasillo al fondo. La oscuridad y frío de las baldosas setentosas. Afuera cuarenta grados y en ese departamento al fondo, la nocturnidad de los cementerios, la ausencia de vida. Un sol que resquebraja el cemento, deshilacha el asfalto y allí la invitación sepulcral de acceso a lo desconocido.
Manejó hasta el lugar apresuradamente, tratando de llegar a la tenebrosa cita. Sabía perfectamente con lo que se iba a encontrar, no por ello menos inquietante. La hora se hacía y justo en el momento de llegar, a doscientos metros… ¡la calle desaparece y empieza otra! ¿Dónde continúa? ¿Qué pasó? ¡si venía bien! La gallega le dice " gire a la izquierda...gire a la izquierda. Vuelva a girar a la izquierda". Como en un cuento de nunca acabar las condiciones indicaban que no era un buen día para llegar. El calor no daba tregua y la boca reseca se acentuaba por la ansiedad de llegar a tiempo. Giró, giró y la puerta al infierno se abrió.
Había descendido del auto en medio de la mugre bolichera de un Ramos
Mejía muerto durante el sábado a la tarde. Una suerte de desperdicio del
paraíso de diversión y goce se desplegaba ruinoso sobre la vereda. La pila de
bolsas, cartones, botellas y el olor agrio de los vómitos de una noche agitada
se mezclaban con la sed angustiosa que le volvía. Encontró la altura: una
puerta vieja rodeada de pastos en los que el tiempo acumulaba vapores de caños
de escape, fluidos de noctámbulos irreverentes y apurados, el polvo de una
ciudad en furia, la desidia de una urbanidad desencantada. Departamento cuatro
y un portero eléctrico que no sonaba. Nadie respondía al timbre, ni se escuchaba
el timbrazo, aunque del otro lado del vidrio sucio, esmerilado por las décadas,
se asomaban dos metros tambaleantes, lentamente deslizándose, en un asomo de
humanidad ausente.
-¿Al fondo?
-Sí.
Tímidamente, comenzó la marcha hasta la lamparita tenue que se asomaba al final del largo tránsito de criptas celosamente cerradas a las miradas morbosas. Una larga fila de PH se entregaban al transeúnte como invitando al curioso asomarse a lo prohibido. Caminó delante pausadamente, como queriendo no alejarse de su recepcionista que la seguía cuidadosamente intentando no rozar su cuerpo. Caminaba delante sin saber hacia dónde. Sentía la mirada sostenida sobre la nuca, la presencia de una amenaza detrás, sabía que el peligro acecha al final del túnel. Recordó la noticia: una joven mujer había salido de su casa a hacer un trámite y nunca más la habían vuelto a ver hasta dos semanas más tarde que apareció en un descampado del acceso oeste, degollada y violada. Le faltaba un molar superior izquierdo. Esto fue lo que permitió identificarla dado el grado de descomposición del cuerpo. Trató de no pensar en eso...
Llegó a la puerta que se abría iluminada y una corte de almas
acongojadas se amuchaban en una pequeña sala de baldosas viejas, sillas de caño
floreadas muy modernas para los ochenta, y una suerte de cuadritos grasosos que
colgaban mustios de las paredes descoloridas. La cerámica renegrida era fácil
de limpiar: cualquier salpicadura no se notaría en el desgaste natural por el
paso de la vida. El Papa, vigía de la sala parsimoniosa, se asomaba a una
puerta donde el café y el té parecían tener protagonismo. Nadie en la sala se
movía: respiraban profundamente, exhalaban sin prejuicio, casi con fastidio,
mientras el enlutado recepcionista despachaba los visitantes que curiosamente
salían contentos y locuaces. En la pared, un cuadrito con miniaturas del
instrumental del artífice anunciaba la fastidiosa tarea del dolor que vuelve a
la vida. Una pinza seguramente hacía las delicias del ensombrecido portero. Unas
cuantas espátulas, diferentes punzones con puntas disímiles y una suerte de
palanca primitiva recordaba el precio de la felicidad de los huéspedes. Una diminuta certificación que con
pretensiones de título habilitaba el espacio para confiar en el celoso
encorvado sepulturero. La foto de Piazzola sin vergüenza se acodaba a la par,
como avalando dos artes disímiles. La
barba canosa, crecida de varios días y el peso de los años en una humanidad
dudosa de dos metros, se asomó. Despachó su último servicio sangrante que te
tomaba con ambas manos fauces laceradas. Se dispuso a atenderla.
Entró en el despacho, siempre seguida por el cálido aliento de la muerte
en la nuca. Intercambiaron datos e información pertinente, y la invitó a tomar
asiento en el sillón de las prácticas. Una aguja se metió directamente en el
maxilar, un agudo dolor fue seguido de uno aún más intenso, la misma aguja
clavada en el paladar. Una leve sensación de adormecimiento en la zona fue
sorprendida por la el accionar de unas manos desnudas en la boca que tantearon
la pieza intentando hacerle juego, provocando que aflojara tras una maniobra
sencilla. No tuvo mucha suerte, así que procedió a palanquear con una de las
puntas, de un lado, del otro. Ella sentía como se desgarraba una parte de sí,
como el cuerpo ofrecía la resistencia necesaria para evitar la extracción.
Sintió el crujir de los huesos y como le arrancaban un pedazo. La mandíbula se
le aflojó y se desmayó.
Él retiró cuidadosamente la pieza, limpió con ternura las gotas de
sangre que rodeaban la boca, el cuello y la comisura de los labios y casi
prolijamente colocó el cuerpo en una bolsa que despachó hacia el camposanto.
Final de la labor diaria.
¡Tilinga, me dicen! (milonga). 11° Antología Autores de La Matanza
¡Tilinga, me dicen! (milonga)
Tilinga me dicen, a mí no me importa
ni siquiera entiendo cuál es la razón
por quererme siempre, por comprarme ropa
por pensar que todo es el día de hoy.
El mundo que otros miran de reojo
yo encaro segura, con tarjeta en mano
disfruto el estreno del olor a venta
rebaja del shopping, oferta en verano.
Descubrir un día que mi fiel amiga
en parte a este trío ya pertenecía
ser plástico el crédito que su piel urdía…
Una casta noble de desheredados,
por negar el mundo de los marginados
por interesarnos en las promociones
de comida rápida juntar talones
por la instantánea del facebook y la selfie
la política dice: ¡pasemos a un lado!
Compromiso absurdo mirar noticieros
para que repitan el eterno entuerto
de coimas y robos, de balas atroces
de mafias políticas, que piden apoyes.
Dejaremos todo en un vuelo a Buzios
pensaremos sólo en lo que nos pasa
habrá mucho tiempo para el futuro,
me lo dijo un sabio, íntimo diario
de las letras noble, ¡Cosmopolitan necesario!
¡Qué carajo importa pensar en serio!
cuando con mis veinte puedo tener el cielo
sin preocupaciones ni demanda alguna
el futuro incierto es una fortuna.
Descubrí el encanto de las mentes lábiles
soporté el escarnio (dictamen de padres)
compartí el placer efímero y débil
de noches con sueño, pérdidas de tiempo,
charlas fugaces y emociones frágiles
pero... ¡quién me quita lo bailado!
Tilinga me dicen, a mí no me importa
ni siquiera entiendo cuál es la razón
por quererme siempre, por comprarme ropa
por pensar que todo es el día de hoy.
Concurso La Matanza en Letras "Sangre matancera"
Sangre
matancera.
Los sobresaltos lo
mantienen alerta. Escucha en la
oscuridad de la noche el repiqueteo de las gotas sobre la lona de la trinchera.
Logra escapar al frío, el barro y el olor rancio de la muerte recordando a sus
alumnos y los días de lluvia…
Llovía
torrencialmente. Tras saltar baldosas flojas y piedras asentadas para evitar
los charcos de “La Palito”, Doña Rita, la portera, los esperaba a todos con tortas
fritas. Las paredes de chapa de la escuela lo recibían. Había que sacarse las
bolsitas de residuos anudadas al tobillo y entrar en calor con un matecocido.
José llegó empapado y tiritando. Tenía 8 años y le encantaba pintar, escuchar
las historias patrióticas y los versos de Almafuerte, porque era un escritor
matancero que le gustaba lo mismo que a él. Un día hicieron pan y María, se
lució con sus conocimientos, ya que su familia trabajaba en la panadería de la
iglesia del barrio. Otra vez, Julio les contó sobre los querandíes, la
conquista española y los primeros pobladores matanceros. Terminaron escribiendo
historias acerca de Soychú y el Gualicho. Esa mañana de marzo, Julio aprovechó
el día de lluvia para hacer con José un mapa tamaño papel afiche de las Islas
Malvinas para usar de telón en la conmemoración del 10 de junio. Lo hicieron a
mano alzada, copiando por cuadrículas, detenidamente, el mapa que encontraron
en el manual Kapeluz Bonaerense. Cuando terminaron se sentaron sobre Malvina y
Soledad. El maestro le contó por qué las islas eran argentinas. Las abordaron… Como si fuera una alfombra mágica que los llevaría a un destino incierto, charlaron
sobre la patria. Aquella mañana fue la última jornada del maestro. Al salir de
la escuela, se bajó en Crovara y caminó las cuatro cuadras desde la parada del
cuartel de La Tablada a su casa. Como un presagio de tiempos ancestrales, decidió
a continuar la lucha contra los conquistadores.