domingo, 18 de septiembre de 2016

Clarita


Clarita.
                                                                                                 Al Maestro
Yo quisiera regalarle algo a mi seño… mañana es su día… cuando yo cumplí años ella se acordó! Miró el cartel que habíamos armado entre todos, dónde habíamos puesto el nombre de cada uno y su fecha de cumpleaños y ella se acordó!! Puso el día, dijo que abriéramos el cuaderno y pidió a todos que miraran el almanaque y se fijaran que día era hoy: El cumple de Clarita Ezcurra!! . 
Anoche me acosté dando vueltas en la cama y pensaba y pensaba, y me dormí pensando y la ví envuelta en flores como le gusta a ella venir, todos los días con una pañoleta de colores diferentes, combinando sus uñas cada una de un color diferente con el color intenso de sus labios rojos y la pañoleta de colores haciendo juego. Y ni les cuento cuando trae un perfumito que ya nos dijo que tiene poderes mágicos, cuando terminamos de copiar a tiempo nos rocía, hacia el aire,  y el olorcito se expande en el ambiente un aroma especial que nos hace especiales porque sabemos que en ese instante… ¡que no vuele una mosca porque se viene la hora del cuento! Y allí nos quedamos todos, cómo que va a aparecer un fantasma por la puerta escuchando atentamente pero inevitablemente aparece alguien, siempre alguien aparece… y el cuento se corta pero la seño no se enoja porque seguro que nos cambian el tubo de luz, pero otras veces sí se enoja, porque se tiene que poner a leer algo que le manda la directora con una de las porteras y ahí, cuando mi seño se enoja y encima se cortó el cuento yo también me enojo pero enseguida suena el timbre de recreo y se nos pasa. Salimos al recreo y yo pienso que ella se acordó de mi cumple y agarro las dos monedas de un peso que me quedaron de los mandados y compro en el quiosco dos chicles y uno se lo regalo a  mi seño. Y de repente me pasa por al lado la del año pasado, con su pelo lacio larguísimo, tan largo  que me hace acordar a Razpuntzel y me la imagino, tirando su trenza salvadora para poder encontrarse con el príncipe. Pero estos momentos duran poco dado que ya pasó Roberto por al lado corriendo a las patadas limpias con Faustino y entonces se escucha a lo lejos la voz de la bruja diciendo “terminó el recreo” y ahí suena de nuevo el timbre y todos salimos corriendo como si realmente un ogro hubiera aparecido para comernos. Esto también dura unos breves instantes, el griterío es interminable y la sensación de seguir corriendo y que no descubra que no hicimos caso es más emocionante que el miedo que pretende infundirnos con su presencia. El griterío, las corridas y empujones son lo más divertido de salir al recreo pero no se compara al momento en que entramos al salón y aparece la bruja, ¡realmente aparece! para terminar el cuento que quedó pendiente, aparece y nos dice con esa voz que la seño sabe imitar: los comeré a todos!!! Y ahí, si me da miedo, parece que la seño se trasforma, pero es un ratito nomás y se me pasa.
Y vuelta a casa y debo pensar cómo hacer. Mañana es el acto del Día del maestro y seguro Etelvina, le va a regalar algo lindo, porque ella siempre le lleva algo que su mamá le compra para la seño, porque su mamá siempre le compra cuadernos de tapa dura y ya forrados, con etiquetas de princesa. A mí no me importa mucho eso, pero si me da bronca porque cuando ella borra no se le hace un agujero como a mí y la seño siempre le pone excelente.  Escucho a mi mamá todos los días sacar corriendo al perro de los malvones,  pero esa mañana tome coraje. En puntitas de pie con un pan en la mano para que Mendieta no me delatara, me arrimé al malvón y arranqué una ramita.  La escondí cautelosamente en la mochila pero entre tanto manual que tenemos quedó medio apretada.
Llegué a la escuela y fué la sonrisa de su pelo enrulado, fueron sus pecas que le cubrían el rostro, fueron sus ganas de mostrarme algo que nos había traído para hoy, que me hizo abrir la mochila rápidamente, justo cuando Etelvina le daba un regalo en papel celofán todo envuelto  y yo le gané y le dí a mi seño el ramo de flores que ella agradeció con muchos besos y abrazos dejando a un lado el celofán que llevaba más tiempo abrir. Y entonces, fue ese día, cuando volvía a casa y Mendieta  estaba atado por haber roto las plantas, que me dí cuenta  de lo que quería ser cuando fuera grande.


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