martes, 13 de junio de 2023

Mi sonrisa

 


Mi sonrisa


Me miro al espejo y veo las marcas

de pequeños surcos poblando el gesto 

¡no puedo evitar aquellas, son pruebas, 

la felicidad que me colma es esto!

Expresión de la experiencia es la herida

emoción que se pliega con los años

Vuelve a aflorar el estigma de la vida

Dejo paso a soterrados daños.

Semblante sin alegría sería porcelana

la felicidad dibujada en las patas de gallo.

Mis fruncidos la ventura constatan

testimonian que no estamos impávidos.

No obtendrás un aspecto pétreo

en la exteriorización de mi dicha arrugada. 

Revelaré en cada pliego la fortuna

de haber crecido emocionada.


Hubo un tiempo

 

 

Hubo un tiempo
 

Hubo un tiempo en que…

 no reclamé el latir a mis venas

Perdí el tránsito pasiva y quieta

Obturaba mis sentidos, olvidaba mi bicicleta 

El rodar enérgico y la alegría

del empuje, la emoción cinética,

 los músculos imprimiendo vida;

pedaleé emociones de la pérdida.

Sin la brisa del deseo, deformadas por el tiempo

 truncas fluían mis ruedas

cuarteadas y emparchadas soportaban 

el aire, el peso de mi existencia. 

Hoy tiro el freno a la rutina 

de fecunda orfandad me doy respiro.

No recuerdo, eres ya un rayo de olvido. 

No reniego de palabras vanas,

que en el desierto de voces mi voz silencia.

Cactus son los vellos que cubren mi piel añeja

la necesidad de vida se oculta tras la púa

que puja la vida incierta.


Ne velis violare



domingo, 21 de mayo de 2023

martes, 16 de mayo de 2023

Luna de Abril


Artista plástica Leticia Margani

Luna de abril

Gesto el encuentro en tu nacimiento

 amanece la vida, a la vida en abril. 

Cuándo el fútil tiempo me perdió, 

saludé desde la entraña tu perfil

Ser a partir de estar incólume, presente.

Enlazadas conmovernos en el latir

 Maternidad mancomunada que crece,

conmoverse ante  la ansiedad del sentir.

Palpar con un suspiro nuestras almas tiernas;

presentir sentimientos de  marfil;

presagiar abiertas emociones eternas;

saborear la melancolía en añil.





 

Intonso

 Intonso



Pliegues unidos,

misteriosa palabra

 allí tu alma. 


Hojas pegadas

Fluyendo añoranzas

Ayer fue tiempo.

 

Libro intonso

el viejo imprentero...

Dulces recuerdos.

 

Haiku errado

propongo el misterio

probar deseo. 


Separa el lazo. Y cuando corto, corto por lo sano y lo insano.

Descubrir lo que estaba dentro, lo que invade la palabra y te deja sin palabras ...

Esa maldita traición del pensamiento que borbotea, te dicta y te deja sin aliento.

La memoria ayuda, la sucesión de grafemas, palabra por palabra,

va dando lugar al pensamiento y cada marca deja un hálito, un resquemor en el cuerpo.


La lectura acompaña, no devora,

toma pausas para usar la herramienta y adentrarse con esmero,

con la curiosidad malsana de encontrarse un desnudo, una súplica, un perdón. 


Tenso corte bárbaro

Al tacto barbado el pliego

Intento de ser quien eres

Intolerable lo que te excede 

Intacta queda el alma

Íntima tras este cierre.


Aristas del deseo perfilado

Intonso en mi secreto

sin cortes, en ciernes

Intonso quede mi orgullo

Y la palabra se cierre. 


Ariscos los límites y el perfil que te define.

El borde todo ha quedado irregular, desprolijo como el día a día.

El orden no es el esperado y no tiene nada de espontáneo.

Es exigido por la palabra que toma corporeidad y sentido. 

La vacuidad del discurso se guarda, se esconde tras la viralización.

Violento el corte, pero necesario.


No habrá sido del todo prolijo, arreglado a las circunstancias, pero era lo deseado.

Era el momento de hacer el CORTE y decir BASTA. 


El trabajo te subsume

El agobio te desplaza

Son los días sin sentido

Y esa feliz holgazana

Que se cuela y te libera

De los días, de los jefes, 

de la nada…


Quiero librar la batalla

Y olvidar quien me ha herido

Porque en mi está el orgullo

De saber lo que defendido

Venid a buscarme rastreros

 Y sabrán por qué he nacido.


Oculto el tránsito vital

Repliego experiencias y me guardo

Anhelo lo que dejo a un lado

Oculto, me redimo y el llanto

acongoja mi sustancia

Escapo. 


Dejo un mundo de saberes

Conocimientos vividos

En cada risa del niño

cada mate con amigos

En cada docente siembro

La necesidad del cariño

La fidelidad a la vida

Ser sinceros en lo elegido

Enseñar y ser aprendices

De por vida, es lo que aspiro.  

Ojala este pequeño intonso

quede por allí perdido

En el triste recuerdo, 

tristes episodios 

Dignos de mal nacidos

Guardo el rencor 

De malos días construidos

Con esbirrias y menoscabos

Ser docente me tiene en vilo

La escuela pública 

Es el destino que elijo. 


Perdono el descaro

La valentía del lábil

Perdono la inocencia

La voluntad del infante

Perdono la lucha

De unos pocos osadía.

Pero jamás perdonaré la mentira

Esa insidiosa perdida

Que se ocupa hoy de mis días.



lunes, 2 de enero de 2023

"Solipsismo II" . Revista Morpheus.

 https://revistamorpheus240324299.wordpress.com/2022/09/20/solipsismo/?fbclid=IwAR0YeZ02OqrhhywadvT1LgJlT3GZ4k-GPjzFXP5b8eQ3Vr8Yu-CjWFiUby0



Solipsismo

 

Se durmió meditando sobre el genio maligno. Nada podría parar ese impulso casi suicida de romper con el mundo y descubrirse autosuficiente. El agravio comenzó ante el cuestionamiento: ¿Quién había determinado su existencia?

 

- ¡Progenitores!, denme la fuerza que rompa las cadenas de la dependencia absurda que es la única dependencia: la emocional -, pensó.

Creó en ese instante una realidad, entre otras. De lo único que estaba segura era de que existía porque pensaba y sentía el dolor del desamparo.

 

-Cuando la necesidad es la del otro, el proyecto no es propio.

 

Se propuso generar una existencia. Indolencia y repliegue de la mente para pensar sólo en lo propio.

 

-    ¿Dónde queda el origen cuando el deseo de pérdida es más fuerte que el encuentro?

 

Pérdida y encuentro proliferan, avanzan como un cáncer en su percepción, arrasando con un presente soñado. Aquel, deseado, pasa a ser añorado por la pérdida de la inmediatez obnubilada, por aquello que no puede volver a ser y lo que aún no fue... Imagina.

 

-   ¿Dónde andarás con tus deseos frustrados, con toda esa carga de energía mal encauzada que te dejó la desazón de lo no vivido? ¡¿Dónde andarás con tu afán de reconocimiento incierto, estúpido, infeliz?! No supiste hacer de tu infelicidad ni siquiera una derrota al destino, tuviste que darle cabida a la desazón para confirmar la profecía autocumplida, esa que te cegaba la razón del fracaso. Elucubraba que no podía acercarse a la felicidad, porque darle la chance de ser, implicaba apartarse de un fin.

 

-Si en el mundo todo estaba concluido fuiste consecuente, obsecuente y meticuloso. -, se decía a sí misma.

 

-Profundizaste la tristeza para dejar un legado de sufrientes que repararan el destino, esperando tal vez que en este resarcimiento la historia se vengara de tanta soledad. Tanto dolor se aloja y se enquista como un mal superior, aquel que puede definir


las vidas heredadas como si estas no tuvieran el poder de decidir, de existir. El pensamiento asalta

 

- ¿Por qué asalta?

 ¿Por qué se impone? ¿Por qué no es posible transitar la vida sin tanto discursear? ¿Por qué es necesaria tanta palabra agotada antes de entregarse y dejar atrás aquello? Tránsito, porque es pasaje por un instante, afirmó aquel en que te sueño y te pienso como si estuvieras acá.

 

-Poco importan esas palabras vanas, ajenas al origen encontrado y perdido, libres de responsabilidad y culpa, sin compromiso. Busco darle un fin a la historia, aquel fin mitológico de la reverencia a los mayores y la identidad  se propuso.

 

-Porque en ti me encuentro y me pierdo, porque reniego de lo que reniegas, porque olvidas tus hijos y renuncias a tu prole, ¿¿en qué momento funesto dejé de honrar el origen para dedicarme a oraciones inconexas?-indaga.

 

-Y te reconozco en la invalidez del prójimo y me preguntó sobre qué otros hombros apoyas tu alma añorando lo olvidado y traicionando tu sangre. ¡Ingrato! -estalló de furia.

 

-Idiotez absoluta de ir siempre renunciando el origen para buscar en otros mundos lo propio ¡Absoluto idiota que olvidas el calor de tu sangre y las marcas de las generaciones evidentes para regodearte en el sufrimiento, confirmando el destino fatídico de la tragedia que tanto te gusta transitar! Se indignó.

 

Abrió los ojos para huir del origen inmerecido, pero su padre a los pies de la cama corrió a abrazarla. La locura se unió a la desazón en la amalgama interminable de amargura y desidia indeseable. Concibió la renuncia y las explicaciones benignas que atemperaron esa alma destrozada, la alimentaron de palabras que nutren y se soñaron mutuamente, enajenados.


"Que en paz descanse"

 Descarga gratis el libro en: https://lektu.com/.../pesadillas-bajo-la-tinta-vol-2/20825

    Que en paz descanse.

-¡Pase, pase!

Pasillo al fondo. La oscuridad y frío de las baldosas setentosas. Afuera cuarenta grados y en ese departamento al fondo, la nocturnidad de los cementerios, la ausencia de vida. Un sol que resquebraja el cemento, deshilacha el asfalto y allí la invitación sepulcral de acceso a lo desconocido.

Manejó hasta el lugar apresuradamente, tratando de llegar a la tenebrosa cita. Sabía perfectamente con lo que se iba a encontrar, no por ello menos inquietante. La hora se hacía y justo en el momento de llegar, a doscientos metros… ¡la calle desaparece y empieza otra!  ¿Dónde continúa? ¿Qué pasó? ¡si venía bien! La gallega le dice " gire a la izquierda...gire a la izquierda. Vuelva a girar a la izquierda". Como en un cuento de nunca acabar las condiciones indicaban que no era un buen día para llegar. El calor no daba tregua y la boca reseca se acentuaba por la ansiedad de llegar a tiempo. Giró, giró y la puerta al infierno se abrió.

Había descendido del auto en medio de la mugre bolichera de un Ramos Mejía muerto durante el sábado a la tarde. Una suerte de desperdicio del paraíso de diversión y goce se desplegaba ruinoso sobre la vereda. La pila de bolsas, cartones, botellas y el olor agrio de los vómitos de una noche agitada se mezclaban con la sed angustiosa que le volvía. Encontró la altura: una puerta vieja rodeada de pastos en los que el tiempo acumulaba vapores de caños de escape, fluidos de noctámbulos irreverentes y apurados, el polvo de una ciudad en furia, la desidia de una urbanidad desencantada. Departamento cuatro y un portero eléctrico que no sonaba. Nadie respondía al timbre, ni se escuchaba el timbrazo, aunque del otro lado del vidrio sucio, esmerilado por las décadas, se asomaban dos metros tambaleantes, lentamente deslizándose, en un asomo de humanidad ausente.

-¿Al fondo?

-Sí.

Tímidamente, comenzó la marcha hasta la lamparita tenue que se asomaba al final del largo tránsito de criptas celosamente cerradas a las miradas morbosas. Una larga fila de PH se entregaban al transeúnte como invitando al curioso asomarse a lo prohibido. Caminó delante pausadamente, como queriendo no alejarse de su recepcionista que la seguía cuidadosamente intentando no rozar su cuerpo. Caminaba delante sin saber hacia dónde. Sentía la mirada sostenida sobre la nuca, la presencia de una amenaza detrás, sabía que el peligro acecha al final del túnel. Recordó la noticia: una joven mujer había salido de su casa a hacer un trámite y nunca más la habían vuelto a ver hasta dos semanas más tarde que apareció en un descampado del acceso oeste, degollada y violada. Le faltaba un molar superior izquierdo. Esto fue lo que permitió identificarla dado el grado de descomposición del cuerpo. Trató de no pensar en eso...

Llegó a la puerta que se abría iluminada y una corte de almas acongojadas se amuchaban en una pequeña sala de baldosas viejas, sillas de caño floreadas muy modernas para los ochenta, y una suerte de cuadritos grasosos que colgaban mustios de las paredes descoloridas. La cerámica renegrida era fácil de limpiar: cualquier salpicadura no se notaría en el desgaste natural por el paso de la vida. El Papa, vigía de la sala parsimoniosa, se asomaba a una puerta donde el café y el té parecían tener protagonismo. Nadie en la sala se movía: respiraban profundamente, exhalaban sin prejuicio, casi con fastidio, mientras el enlutado recepcionista despachaba los visitantes que curiosamente salían contentos y locuaces. En la pared, un cuadrito con miniaturas del instrumental del artífice anunciaba la fastidiosa tarea del dolor que vuelve a la vida. Una pinza seguramente hacía las delicias del ensombrecido portero. Unas cuantas espátulas, diferentes punzones con puntas disímiles y una suerte de palanca primitiva recordaba el precio de la felicidad de los huéspedes.  Una diminuta certificación que con pretensiones de título habilitaba el espacio para confiar en el celoso encorvado sepulturero. La foto de Piazzola sin vergüenza se acodaba a la par, como avalando dos artes disímiles.   La barba canosa, crecida de varios días y el peso de los años en una humanidad dudosa de dos metros, se asomó. Despachó su último servicio sangrante que te tomaba con ambas manos fauces laceradas. Se dispuso a atenderla.

Entró en el despacho, siempre seguida por el cálido aliento de la muerte en la nuca. Intercambiaron datos e información pertinente, y la invitó a tomar asiento en el sillón de las prácticas. Una aguja se metió directamente en el maxilar, un agudo dolor fue seguido de uno aún más intenso, la misma aguja clavada en el paladar. Una leve sensación de adormecimiento en la zona fue sorprendida por la el accionar de unas manos desnudas en la boca que tantearon la pieza intentando hacerle juego, provocando que aflojara tras una maniobra sencilla. No tuvo mucha suerte, así que procedió a palanquear con una de las puntas, de un lado, del otro. Ella sentía como se desgarraba una parte de sí, como el cuerpo ofrecía la resistencia necesaria para evitar la extracción. Sintió el crujir de los huesos y como le arrancaban un pedazo. La mandíbula se le aflojó y se desmayó.

Él retiró cuidadosamente la pieza, limpió con ternura las gotas de sangre que rodeaban la boca, el cuello y la comisura de los labios y casi prolijamente colocó el cuerpo en una bolsa que despachó hacia el camposanto. Final de la labor diaria.