martes, 15 de septiembre de 2020
jueves, 20 de agosto de 2020
domingo, 9 de agosto de 2020
"Alma, siempre fuerte" hipervínculos
CUENTO UTILIZANDO HIPERVÍNCULOS.
Acá el texto con hipervínculos: "ALMA, SIEMPRE FUERTE", dedicado a todas las docentes que me acompañan en este camino y a la experiencia transitada por la EP 115, "Villa Palito", Barrio Almafuerte.
Premio Itaú de Cuento Digital – Categoría General: Anuncio de preseleccionados
viernes, 31 de julio de 2020
Romería agonista
Romería agonista
Perdonad esta obscenidad de la no vida,
esta muerte obsecuente trasgredida…
En tiempos descomunales que arbitran
¿no será demasiada esta agonía?
Invocación
¿Los poetas y los músicos
podrán explicar el modo
en que un ser injusto
termina en ser impoluto?
El modelo de la vida
parece trocarse atento
a las horas que mediante
le queden a su lamento.
Oración
Ruego el día que me lleves
que no me harás ver sufrir
aquellos que con ciernes
dieron frutos a mi existir...
¿Por qué no te desangras en espacios inalcanzables?
¿Los gozos agotados fueron perdurables?
¿Aquellos tiempos derramados de dicha
que sufriente te alzas sin vergüenza y sin prisa?
¿Fue conocimiento de la materia corruptible
conmoción frente a lo desconocido que inhibes?
Llegan las horas en que presentándose lo sabes
y extasiado te entregas
y perturbado reniegas.
Esta paz tan ansiada no es esperable
dudaste de quien te hable
huiste de quien te quiera
odiaste por odiar a cualquiera.
Valoro el resquebrajo de los vicios
tolero el desencanto de los jóvenes,
ansío el despertar sabio del nido,
transito el desperdicio de los goces,
me engaño en las mañanas rutinarias,
me mezclo entre la gente, el artificio
y busco las razones ordinarias
de vivir disfrutando de estar vivo.
No encuentro argumentos, los motivos
me hundo en desamparo, necesito...
Necesito del origen fausto, emotivo
de ser parte de los tuyos y de los míos
de las historias de los tiempos añorados
genealogías rechazadas de olvidos
vergonzosa matriz ocultista doblegada
que presentas a la bruja encantada.
Recordando el rechazo a ser parte
descuidando los engaños al pasado.
Yo te conjuro y te reniego
no te presentes como encanto menoscabo;
eres sólo ilusión de niños viles
yo un proyecto, justo a punto de ser esclavo.
Destacado a la memoria te destierro;
no serás parte del presente añorado.
Y entre lágrimas mi cuerpo pide sangre
de mi sangre, de la tuya me he olvidado:
para que te pierdas, esfumarte entre las cienes;
para no saber jamás de blancos desencantos;
para que el dolor no atraviese mi condena
de ser sola, solamente me he engendrado.
Porque ya tus células perecen
en mentadas letanías prejuzgadas
y tu cuerpo pertenece melómano
de un rictus locamente preanunciado
que te invade impasible, inevitable
como a todos ha de embargarnos el desencanto.
Perderemos elixires de pasiones
lucharemos por gestar recuerdos vanos
pero finalmente alcanzaremos el lugar
aquel espacio postergado
donde guardan sus raíces quien la sienta
desde siempre, por los tiempos, con los años…
no aquellos que hicieron surcos
estériles, corazones destrozados, secos,
sangrados.
A otro estrato cuasi informe muy lejano
iré sola, iré firme y sin pensarlo.
Es el sol que me desnuda subrepticio;
es el rayo que me dice que ahí hay vida;
es tu cuerpo yerto informe que descansa
en el rostro... ¿dónde está tu alma?
Dónde anda esa infame rencorosa de destierros
siempre sola, siempre hambrienta, siempre en andas.
Anidada
Cobijada en tus entrañas me alojé
destruida por las ramas soporté
en el centro de la vida vi mi alma destrozar
el encuentro de los sueños el origen vio volar.
Diste forma al siniestro con tus manos
modelaste este barro putrefacto
y del encuentro se mecieron candorosos,
de la esencia renacieron esplendorosos
retoños frágiles que piaron al universo,
ansias de gloria, destrucción de desencuentros
y nuestros polluelos clamaron por la vida
y fuimos libres en el primer vuelo.
jueves, 23 de julio de 2020
Asidonia
Tenía la manía irrefrenable de llenar la copa de cubos de hilo y completar, luego, el espacio sobrante con el licor etílico hasta desbordar. Su dedo se colocaba sobre el borde que sobresalía y lo hacía girar, alucinadamente, hasta lograr de a poco que el brandy de jerez oscuro y meloso clareara. Así, tomaba un tono aguachento, traslúcido, propio de aquellos que no saben disfrutar de lo puro y tienen la necesidad de doblegarse en la frontera. Desde tiempos inmemoriales, lucha por no diluirse y perecer en el mar de tinta inútil. Ahora, añora despertar en la penumbra de la península, dentro del sólido mazacote de roble, flotando ella dentro de la bota.
sábado, 18 de julio de 2020
Viaje al Uritorco
“El Uturunco mostraba sus dientes afilados y rugía…”
Como ciertamente el hombre no está solo con
su alma, aunque esto sea todo lo que desea; cuando se pone a andar, en tiempo
vacacional, lo acompaña una comitiva de secuaces del consumo, prestos a su
desgracia. Avanzabas por los campos comechingones
locuaz y divertido, haciendo gala de las resoluciones más ingeniosas y las
anécdotas llenas de floridos remates, contadas una y mil veces. Sospechaste el
fatal reviente inesperado y te largaste de la cinta asfáltica, súbito, como el
ave que esquiva su trágica estampa contra el parabrisas. Resoplaste. Tu mirada
se clavó en la mía y en el camino que nos saludaba, en el destino al cual
haríamos frente, desafiantes. El silbar
de los autos, acompañantes de ruta ignotos, se transformó en un arrasante flujo
de energía cinética, absorbente. A los pocos minutos el viaje se transformó en
el camino hacia la confirmación de lo inapelable. La llave cruz su
estigma. Si hay una resolución probable,
Dios existe. Encontrar una gomería,
comprar a precio de mercado, ser parte de esa civilización sería la señal
divina que alentara mis creencias. Pero
no, esa la señal sería aún más telúrica, la gomería jamás apareció, pero si un
desfile de supercherías de campo infundidas por el paisaje.
Angustiado te enfrentaste a la embestida
súbita. Deseoso de encontrar una salida
recorriste los caminos polvorosos evitando la autopista tras la sorpresa
sopesada: la despreciada sociedad de consumo estaba muy lejos de nuestro
horizonte. El destino había previsto un
desastre mayor, aunque en tu ansiosa alma, ausente de estrategias y cálculos,
lo único que evaluaba delante de los ojos era la trivialidad de una llanta
inservible. Designios de los tiempos y la geografía que pretenciosa ponía a
prueba el alma de los huidizos amantes, simulando un contratiempo insalvable en
aquellas áridas comarcas. Desilusionado descansaste la espalda reclinado sobre
el guardabarros, con la mirada fija en el río Calabalumba que canturreaba
amistoso, esperando tal vez una ayuda insospechada. Este viaje pensado como una
salvación, huir de la ciudad, la posibilidad de romper con la familia, con el
designio, parecía desencadenar el infierno amatorio. La voz del padre se hacía
presente, su mirada fija estaba allí, lacerante. Se aceleró el recuerdo: aquellos
días en que la ausencia paternal dictaminó quién soy, quién seré, quién podría
ser. Lo que no quiero ser. Y volvió bajo la forma del amante, del que en su
afán protector esgrimía siempre los mismos argumentos histéricos de celos. El
elixir del pensamiento, derramado sobre tus ojos, te perdía en un sueño.
Agazapado, entre las zarzamoras del cerro se escuchaba el transitar de unos
pasos sigilosos. Llega un momento en que enloqueces de amor y ya no puedes
hablar de soledad, pero ella persiste en desarmarte, persiste en confundirte,
en canturrearte al oído como el río, como un líquido vehemente horada la piedra
y el alma. Persistencia intolerable, aguda del sentir que se relame por ser dicha
y disfraza las sensaciones, ampara el desencanto. Me pareció ver unos ojos de hombre
agudos, insidiosos, asomar tras los
yuyos, los mismos que había dejado atrás, aquellos que había intentado olvidar
para subirte al viaje victorioso del deseo, del amor trascendental.
Hablar con uno mismo, en un mar de confusos
pensamientos mientras la espera de un auxilio se hace insoportable, mientras se
iban mezclando ideas suicidas, hastío y aburrimiento, ver pasar los chingolos
rasantes, recordar las noches en que mientras giraban los cubos de hielo del
vino, el lavado de la ropa diaria daba mareos y vos dabas vueltas rabioso,
vengativo, sospechando algún amante, desafiando a la familia.
Desencadenado el pensamiento del deseo buscó
sola el desamparo de la piel, se resquebrajaron sus entrañas y el alma dibujó
el encuentro con un infierno destinado.
- ¿Vos no querías hacer este viaje no?
Ella misma preanuncia la respuesta fatídica,
intenta burlar la dicha. Decir que no, renunciar y ejercer la pequeña traición,
la traición empobrecida de los míseros que se priorizan para ser menos, que
dejan atrás la oportunidad del amor para cargarla al destino y trasgreden el
esfuerzo buscando la frustración. Se
autocompadece intentando justificar la felicidad irresoluta de los débiles. Ser
débil y asomarse al consuelo desmedido del padre, para transmitir la sorpresa
de lo inconcebible. Arrumbar el destino
preconcebido y decir no a la unión de los amantes.
-No. La verdad que parece que el Universo
ha complotado en nuestra contra.
Decir no al deseo para confirmar el
infortunio, aceptar el destino de la tradición. Aceptar esos ojos que se asoman
tras la peperina para impedir la huida de los amantes, para predestinar el
encuentro eterno, allí tras el espinillo, la muerte. La muerte en la unión
eterna bajo la mirada de esos ojos acechantes, proféticos.
Saltar el abismo de insatisfacción para
descubrir que allí se encuentra el deseo de lo que no sabía. Tan simple como ser: ver el verde, los
pájaros, el refrescante viento de una tarde de verano, mirar al más allá, el
horizonte, el celeste azul del cielo, tu mirada ausente que me dice que
disfrute: ¡Disfrutar del momento!, cliché inmediato. ¡Disfrutar de la vida!,
cliché absoluto. Disfrutar de tenerte lejano, ausente y aquí presente para darme
la posibilidad de encontrarte y encontrarme.
Solipsismo: No hay dolor más grande que el
dolor de ser vivo, que el dolor de amanecer y saber que ya no estás, que tus
olores cuando se perdieron esfumados en recuerdos de angustias imborrables.
Todo lo que en esta vida tenía solución quedó innombrable detrás del insulto de
la letanía. ¡Sentidos exacerbados permitidme encontrarme en este ritual de
soledad para ser el río de deseos insatisfechos en tu entraña, en tu tierra que
me cobija y me contiene!
La mente bajó sin mirar, mi mente quiere
quedarse en la desgracia y ese par de ojos que no habían dejado de observarnos.
Mientras yo me perdía en devaneos, vos intentabas ocultar el desamparo del amor.
La bestia se abalanzó y fuimos uno en la tierra, vos entraña, yo fluido que se
escapa.
Locuaz mudez
Cándida clama. Locuaz mudez
El dolor se hacía insoportable. Ya no podía tolerar el
mínimo contacto sexual. La plenitud de los cuerpos vivida hasta hacía poco, ese
amor que se concretaba bajo la dulzura del encuentro, el roce de las almas
entregadas, se había destruido. Lo sabía, hacía tiempo nada era igual. ¿Qué podría provocar semejante malestar, un
cerramiento total de la vulva, el estrechamiento de la vagina, la rigidez
corporal que se transmutaba al alma?
Visité a mi ginecólogo, no quedaba otra que consultar por
los síntomas. Haber logrado la cita ansiada fue resultado de toda una Odisea:
los turnos que se hacían eternos, meses que no disponía de turno: “aún no abrí
agenda, llamáme la semana próxima”, “el doctor atiende en estos horarios”.
Lograr coordinar un turno para el mes próximo y recibir una llamada el mismo
día avisando que “el doctor suspendió los turnos de la fecha. Te doy para el
mes próximo…” se transformó en una rutina.
Ver pasar los días, recrudecer el
malestar, asistir al suicidio de la pareja anegada de felicidad, sucumbida de
tristeza, ausente de la fiesta de estar juntos.
El día tan esperado llega para que el ginecólogo, varón
profesional en el cuidado de la matriz reproductiva de las mujeres, intervenga
y recomiende “trucos” para estimular la zona erógena, te mande una buscapina
para relajarte, el uso de la vaselina para lubricar y unos polvitos mágicos de
un precio sideral, (ya que nos los cubre la obra social) para higienizarte. Así
te envía a casa sin parecer escuchar tus síntomas, el hecho de estar con una
pareja estable y lavar a diario la ropa con jabón blanco (por insistentes
recomendaciones previas que poco hicieron al problema con el que me enfrentaba).
Pasa un mes más, el dolor se hace más agudo y es un cactus
laceroso el interior. El alma sufre de amor, el cuerpo también. Vuelta el
trámite ingenioso de sacar un turno para ver el especialista que esta vez
atisba a pensar en un análisis más profundo. Chistes que vuelven a repetirse en
el consultorio: “siempre hay formas de consolarse”, “vos sos muy joven, hay que
ponerle onda”. Hacer la aclaración pertinente de que tengo una pareja estable y
somos fieles para que una risita socarrona se cuele entre sus labios y deje
colgada la sospecha. El recorrido diagnóstico se torna interminable: abra las
piernas, relaje y un instrumento fálico te penetra para revolver las tripas y
ni siquiera advertir la falta de uno de los ovarios. El PAP está tercerizado en
la clínica, no lo hace mi ginecólogo que ya había introducido sus dedos para
auscultar la zona, así que vamos con la doctora encargada de esta práctica tan
rutinaria. Una tras otras las mujeres van pasando. Ella ni siquiera se toma un
respiro para decir #respire hondo”, introduce su espéculo y fin.
A la espera de los resultados vamos por el cultivo y
nuevamente …” abra las piernas”.
Resultado: clamidia. La inquietud y preocupación se hizo
presente y abrió las puertas de infierno. ¿Qué era esto y cómo lo habíamos
adquirido? La voz del profesional no quería delatar la traición: “ a no ser que
hayas compartido la ropa interior…” . El PAP daba señales de una lesión en el
cuello del útero, los diagnósticos no eran causa y consecuencia uno de otro.
Todo para que al cabo de un mes volver al querido Doc.
quien receta la medicación errónea. Confunde distraídamente clamidia con
candidiasis. ¡Clamando esta mi alma y mi cuerpo harto de los manoseos de las
prácticas médicas! ¡Vamos por los seis meses esperando se resuelva ese ardor
que no es cándido! La espera, la esperanza que dejes de clamar por amor y te
entregues cándida a los cuerpos…
Nuevamente “abra las piernas” y extraer tejido para ser
biopsiado. Esperar resultados. Ya había pasado un año de exposiciones,
desencuentros, dolores, esperanzas maltrechas. Hablar, discutir, indagar,
sospechar… la infidelidad amenazante se había hecho presente.
Volver a los dos meses para repetir el circuito y asistir a
nuevos abusos, de otro tipo, casí inconcebibles para una profesional que es una
mujer que a diario da respuesta a otra mujer.
- ¿Te hiciste el
análisis de HIV Y VDRL?
- No.
Pasaron cinco segundos en los cuales traté de asociar
ideas, pensando las consecuencias de lo que me estaba diciendo, intenté dejar
de lado los temores y afrontar lo impensado. Finalmente me pude rebelar para
decir:
- Tengo una pareja
estable, desde hace treinta años, y no he tenido otra relación y él tampoco.
- No hay forma de
adquirir clamidia si no es a través del contacto sexual. Lamento tener que ser
yo la que te lo diga. Yo no le miento a mis pacientes y estoy del lado de mis
pacientes así que te creo que no tuviste relaciones… entonces la tuvo él.
Me paré frenética, desesperada por salir del consultorio lo
antes posible, para dejar de escuchar aquello que no quería discutir con
aquella persona ajena al más sublime amor, aquella que seguramente desconoce la
paz de sentirse juntos. Me vio huir y me atajó.
-Bueno habrá que hablar nuevamente esta noche, le dije
intentando dejarla tranquila mientras pensaba: ¡no te creo, no es así, me
contagié tal vez en un baño!
Y mi vos tembló, el mentón se arrugó y tuve ganas de
llorar.
- ¡A mis pacientes les tengo que decir la verdad! ¡Si vos
supieras la cantidad de mujeres que pasan por acá todas enfermas y ninguno fue!
-Aaaa! Ya lo hablaron una vez. ¿Y él? ¿En el banquillo de
los acusados lo negaba?
Yo con el picaporte en la mano y el ademán de abrir la
puerta…
-La verdad que no quiero tener más esta charla doctora.
Ya estaba fuera del consultorio, se la ceremoniosa espera
de diez mujeres más en el pasillo prontas a recibir el reto por la higiene de
sus partes íntimas y el lavado de su ropa interior…
- Noo, ningún
banquillo, ni acusado porque no tenemos esa relación.
Cerré la puerta para decir esto, no sea cosa que las chicas
que esperaban se enteraran de la promiscuidad en ciernes que se debatía en el
consultorio.
- Y bueno, mirá ¿vos sos
docente? Una paciente mía, Mariana, que es Inspectora por esta zona se separó,
ahora está tranquila con sus nenes y tiene una buena relación con sus ex que ya
tiene un nene de dos años.
Y cuando dijo Mariana, Inspectora, la vi, la conozco. ¡Me
agarró una tristeza! ¡Y tuve una vergüenza! Sabía que mi historia sería contada
como la anécdota de la incrédula, de aquella que no había querido creer,
pensaba en cómo miraría a la cara a Mariana la próxima vez que me la cruzara.
Pensaba qué había pasado con aquél médico de la infancia que rectamente te
revisaba sin dar lugar a ningún tipo de conversación o confidencia. Recordé lo
recomendada que había sido esta doctora por otras mujeres. Intuí que tal vez su
palabra había representado la válvula de salvataje de muchas mujeres, la
determinación de sus existencias. Y juzgué: cómo una mujer podía sentirse más
mujer, podía sentirse solidaria y militante clamando su verdad, la justicia de
las cándidas.
Locuaz mudez
La escritura desde lo residual
Seleccionado en PRIMERA CONVOCATORIA "ALEGRANZA: HACIA UNA EDUCACIÓN POÉTICA" (Argentina)
La escritura desde lo residual (pag. 33)
La
escritura desde lo residual. Karina Piriz
Hacia 1976 ingresaba en la escuela primaria, aquella
cuyos niveles se definían por conocimientos previos que debías tener antes de
poner un pie en el umbral de mármol de la misma: saber leer y escribir. Con
seis años ya se esperaba un conocimiento bastante cercano a la alfabetización,
de lo contrario tu destino estaba marcado: te incorporaban al grupo de “primero
inferior”. Primero superior era lo más cercano a la sabiduría y el temor de no
poder formar parte de esa cofradía inquietante, hacía las penurias de tus
padres, más aún si ellos apenas habían terminado la primaria o todavía hablaba cocoliche, como era el caso de mi mamá. Ella no había pasado de un paseíto por la
escuela mientras venía en camino la hermana menor, así que finalmente estaba
destinada a la crianza del ganado, allá por la Calabria. Para papá el trabajo
de barrendero constituía un cuidadoso reciclado de obras que de otra manera
jamás hubieran llegado a mis manos. Los residuos de la materialidad de la
escritura iban llenando los estantes reciclados de una biblioteca hecha a mano,
forrada con un plástico reciclado, de madera de aserrín prensado que hasta
tenía debajo de la tapa del escritorio un cajón para guardar lo útiles. La
valoración de la lectura y la escritura se formó en mí con los residuos desechados
por algunos, recuperados por otros y procesados por una mente estimulada e
inquieta. Esta elaboración de los recuerdos, las lecturas, las pocas imágenes
de pantallas casi inexistentes revelan un tiempo de dictadura, mezclado con el
mundial 78’ y la revista infantil Anteojito de García Ferré.
La escritura de un Diario fue mi primer contacto con
la palabra escrita. Tras pilas de Billiken amorosamente compradas durante
semanas y años, entre libros recogidos en conteiner y bolsas sacadas a la calle
como basura (que habían sido rescatadas por la mirada del barrendero) mi padre
descubre a Álvaro Yunque y Mujercitas. Descubre la literatura, la ciencia, la
palabra. Un día se enfrentó a la voz de su hija, traicionó la confianza
asomándose al diario, a lo que no quería oír… descubrió, desnudó el narrador e
irrumpió en el mundo de lo posible para enclaustrar al escritor en el mundo del
deber ser, de lo oculto, lo pernicioso e íntimo.
Cuando llegó la democracia, la señorita hippie nos
dejó cantar las canciones prohibidas por la dictadura y con ella llegaron los
cuentos “Un elefante ocupa mucho espacio” , “La torre de cubos” y las canciones de María Elena Walsh que
acompañamos con la guitarra, mi seño y yo,
para el día de la primavera.
El acceso a la escritura no podría estar configurado
sin un primer acceso a la lectura, a la palabra que graba en el inconsciente
cierto sentido de lo no dicho e imposible muchas veces de decir. En mi economía
escrituraria (De Certeau, 2001) , la escritura tomó la forma del interlocutor
en el cuál confiar, aquél que sabía que no podría decir aquello que no le
estaba permitido. Mi tía me había regalado un hermoso diario de cuero, y me
explicó cómo era el formato de escritura: “Querido Diario”. Diario era mi
confidente, la apropiación de la escritura (Rockwell, 2000) que yo había hecho
no tenía que ver ya, nunca más en mi vida, con el viaje a otras vidas, ni otros
mundos, sino inmediatamente con la catarsis de lo propio, con la escritura del
yo, con la apropiación, acceso y disponibilidad de la cultura escrita (Kalman:
2004) que me vinculaba directamente a la
poesía de protesta, a Joe comiendo kilos de manzanas para terminar la novela.
Pero como la palabra tiene esa doble forma confidente (arma para trascender los míseros pensamientos de los narradores y nacen para ser leídas) esas
palabras llegaron, con otro sentido, a otras mentes para las cuales no estaban
destinadas o no podían aceptar la voz quien las había plasmado. La escritura
había equivocado los lectores y traicionado a su creador. Papá no debía haberse
enterado de las “rateadas” en la primaria, de los primeros novios, de la
atracción sexual por mi primo o de las travesuras en la escuela.
La escritura y la oralidad estaban vinculadas en un
texto que no dejaba lugar a dudas: era una charla interrogatorio del ser para
establecer los acuerdos y compromisos que la existencia se debía. Siguiendo a
Giorgio Cardona (1994), la escritura como práctica cultural se va transformando
ante las exigencias de las condiciones materiales, sociales, institucionales. En
aquellos tiempos, entrada ya la escuela secundaria un mundo maravilloso trajo a
Nietzsche, conocí a una excéntrica bibliotecaria y la libertaria profusión de
estantes llenos de declaraciones tan revolucionarias como negar la existencia
de Dios. Esa posibilidad dentro de una situación social carente de recursos
materiales definía claramente quiénes tenían la posibilidad de pertenecer a la
lectura y la escritura y quiénes no. Realmente la negación en el acceso a la
lectura y la escritura no sucedió. No sucedió gracias a una maestra de primer
grado que vio que aunque mis primeros trazos en el cuaderno de hoja finita
(porque era el económico) dejaban agujeros terribles, había allí el deseo de
aprender. No sucedió el día que no fui sancionada por estar husmeando en el
altillo de la escuela entre calaveras y animales embalsamados: no sancionaron
mi curiosidad. No sucedió porque las palabras pueden traer y hacer voz de
aquellos que no pueden y eso vieron en mí mis maestros y lo intuía mi padre.
En este momento en que me proponía la escritura de un
ensayo, utilizo mi “lengua dominguera” (Blanche-Benveniste:1986) y me resulta
hasta imposible el relato argumental puro o el relato ficcional. Mis narradores se mezclan e impúdicamente la voz aflora. Me asalta la memoria de la profesora de
literatura del secundario que con su consigna “escriban como Miguel de
Cervantes Saavedra” logró conjeturar mi primer acercamiento a la escritura, a
la docencia, al escritor que hoy intento ser.
Notas
https://www.todohistorietas.com.ar/ferre3.htm
https://www.infobae.com/tendencias/estilos/2019/09/07/billifest-en-18-fotos-el-festival-en-el-que-la-revista-billiken-festeja-los-100-anos-para-toda-la-familia/
Bornemann, E.
(2008). Un elefante ocupa mucho espacio. Buenos Aires: Alfaguara Infantil.
Dvetach, L
(2012). La torre de cubos. Buenos Aires: Alfaguara Infantil.
Certeau, M
(2001) La invención de lo cotidiano: artes de hacer. I, Volumen 1
ROCKWELL, E
(2000) La escuela cotidiana (México, F.C.E).
KALMAN, J
(2004) Saber lo que es la letra: una experiencia de lectoescritura con mujeres
de Mixquic. México. Siglo XXI
CARDONA, G
(1994) Los lenguajes del saber. Buenos Aires. Gedisa.
En Lectura y
vida: revista Latinoamericana de lectura, Volúmenes21-22. Colaborador International Reading Association. Editor Oficina
Latinoamericana de la Asociación Internacional de Lectura, 2000
Universidad de Michigan
jueves, 25 de junio de 2020
domingo, 24 de noviembre de 2019
Caprichos del amor y la muerte.
“No conviene
sacar la espada muchas veces: los amores exponen a pendencias y desafíos”
Manuscrito de Ayala
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