No querer que la noche traiga lo que el día niega
graciosa ironía de la vida empática;
apasionada del encuentro con la tristeza,
pujante cuando el destino del egoísmo arrecia;
impetuosa y rebelde frente a los sueños,
fuerte frente al embate de los tiempos;
lindura superficial y anecdótica,
constante de fidelidades absolutas;
trabajadora incansable, rutinaria e iracunda.
Impaciente frente a las acciones simples,
ansiosa ante las simples acciones.
Arrebatada en el hacer de las acciones,
atribulada por haber concluido las acciones.
Ambiciosa en la búsqueda...
de las acciones, perfeccionista
del hacer, consumista de experiencias...
de la experiencia hecha objeto de consumo
del consumo de la vida y la pervivencia
de nuestras almas subsumidas, esencia.
Sí te robo la
PALABRA
el SILENCIO
del encuentro
me derramo en las delicias de las noches sin ensueño
me REENCUENTRO en tus voces
canturreadas,
en los saltos, en el tiempo
en el ritmo de tus cuerdas
REMEMORO, y despierto a las luces de una vida
allá lejos, hace tiempo, entre humo y nostalgia
en el café de los sueños, la esquina donde
emociones
juveniles se gestaron, brotaron, surgieron,
dieron lugar y
CRONOS
hábil señor del destierro
fecundó la idea
acercó las almas, anidó las voces en la VERBA fecunda
soliloquio
absurdo el recuerdo.
Desde la
eternidad de los tiempos miro la desazón y el desencanto pegajoso del dulce
aguachento del vino rebajado, de tu luz apagada bajo el minipam quemado. Es mi
encanto nostálgico que no quiere hacerse fuerte ni acabar con la tristeza
porque no habría otro signo de aquella quien desprecia la vida por simple ocio.
Es la quietud del cuerpo que adormece el alma y lo lleva a los infiernos de las
aparentes alegrías infames, de la imagen de los dones inservibles. Pensar el
qué, el cómo el por qué para llegar a la nada y el tormento de la locuaz mudez
que me taladra obligándome a pensar en exageraciones contradictorias. La vida
como oxímoron y la hipérbole como filosofía.
Infame la
hipérbole reclamó su espacio: ni una sola mujer en la tierra podría explicar lo
qué es ser mujer. Ese encanto lleno de imperfecciones hace de ella sublime
ejemplo de la precariedad del hombre...
Los tres puntos
atormentan para intentar sostener lo aparente, esa profundidad de manual de
ortografía decimonónico que dejó las reglas en las postrimerías de la poesía.
Novalis se mi musa insospechada, desconocida y olvidada. La doble abstracción
es un vicio enajenante y narcótico. Lindo encuentro el de la soledad, la
juventud de la mediana edad y la belleza reunida en una noche de ironías. Aquel más amado se encuentra en un espacio
ridículo descentrado del deseo y aliado con la impotencia. Aquí estamos yo y yo
esperándome. En busca del tiempo perdido te dirán los amantes del afanoso
intelectualismo vejestorio. Aquí te digo yo. Aquí conmigo y sin ánimo de
sorprenderte, rotunda aliada del mal.
Anáfora inútil
de tu nombre reiteradamente obsesivo que me atormenta y me desangra.
Cortés: el inicio de una saga.
Cortés es un perro, sólo un perro que adquirió ese epíteto tras varias botellas de Merlot y el cierre de una tesis de graduación sobre la conquista española. Cortés Merlot Martínez honra con su porte impetuoso el símil con el que se lo asocia.
Y fuiste tan chiquito que alguna vez creí en tu inocencia. Te presentaste así, sin pedir permiso, imponente en esos treinta o cuarenta centímetros de vida. A los gritos, demostrando autoridad nos dijiste a todos que algún día crecerías para salir al mundo a hacerle frente y dejar atrás la casa paterna. Te creí, creí en tu inocencia y en tu desenvoltura, en tu pecho fuerte, haciendo frente al mundo y con la violencia necesaria de los Conquistadores. Tu llegada signó de renacimiento a la familia. Sabíamos que lo que ese día se unía por el amor no podría desunirse por las diferencias, ni las discusiones, ni siquiera por un par de gritos arrebatados, o un castigo mal dado.
Hoy con tu mayoría de edad todavía el mundo es un lugar incierto, todavía salís desbocado al encuentro de lo nuevo, todavía aullás en las noches de miedo a que toquen un ser querido y demostrás tu desencanto frente a la ausencia. Todavía esperamos tu adultez ansiosamente, recurriendo a las más variadas estrategias: te llevamos de la mano, te enseñamos a moverte, te alimentamos el alma y el cuerpo, te ponemos límites.
Creí en ese ser fuerte y respetuoso del nombre que se te imponía, el Conquistador...creo ahora que tu fuerza hará frente al embate de la vida y lograrás tu destino, hijo mío…
Una tarde de verano, en los profusos bosques de Ezeiza, su naturaleza salvaje y violenta se
desplegó.
Corrías desbocado esquivando astutamente las barreras que se presentaban a tu ansiosa necesidad de libertad. Las aguas estancadas no eran un impedimento para tu desborde, ansioso, buscando el límite para la osadía, no respetabas llamados ni advertencias. Sudoroso, tus ojos estallaban de felicidad y excitación.
Las fauces agitadas y babosas anticipaban la cruel respuesta. Fue tal la manifestación irreverente de aquella tarde que el entrenamiento se hizo indispensable.
Cortés, el Emperador
Has vuelto al paraíso que dejaste arrasado y melancólico te muestras frente a una naturaleza desconocida. Te exhibes, pero estratégicamente analizas el modo, el día, el tiempo en que tus fauces demoníacas venguen los espasmos de la autoridad ilusoria de tu dueña.
Cortés, Conquistador desacatado
Cortés, el Conquistador, mostró sus prácticas de empalamiento apenas se intentó domesticar su rebeldía reconcentrada. Así como el Rey había advertido a su homónimo (que no estaba autorizado a la conquista y aquél desoyendo las órdenes salió a la matanza de los dueños de la tierra), vos bestia desacatada mordés la mano de quien te da de comer pretendiendo
apropiarte de lo que no es tuyo. Perruno del demonio, elegido está tu destino
en tu nombre. ¡¡Cuidaos de las represalias de la Reina cuando decidas volver al
hogar!![1]
[1] HERNÁN
CORTES, Cartas de relación, Ed. Angel
Delgado Gómez, 1933. Disponible en https://books.google.com.ar/books/about/Cartas_de_relaci%C3%B3n.html?id=oc6umVJFQpYC&redir_esc=y