jueves, 27 de julio de 2017
Piel dulce pelo negro ojos cafés
"Ella dice que deberían llegar a vivir como lo hacen,
con el cuerpo cansado en un desierto; en el espíritu, el
recuerdo de un solo beso, de una sola palabra, de una sola
mirada para todo un amor". Marguerite Duras
viernes, 7 de julio de 2017
Profesor taxi
Corriendo como todas las mañanas, intentando dar el ejemplo y no cargar con mi estrés de culpa el inicio de la clase entré en 5° 2° para encontrar una media docena de caras semifrecuentes entre la veintena que debería estar allí para disfrutar del “encuentro”. Siempre entro recalcando la alegría volver a verlos tras semanas de paros, ausentismo docente por enfermedad, otras cuestiones burocráticas ajenas a la responsabilidad docente y siempre recibo de ellos un “¡y si usted no vino!. Tras ese hermoso recibimiento abrimos libros y carpetas para ver dónde habíamos dejado y descubro que siempre fue mucho más el recuerdo de la clase en la que habíamos discutido “Cabecita negra” o la lectura antiperonista de “Casa tomada” que lo que había quedado plasmado en la carpeta. Pregunto si pudieron hacer el relato recuperando el concepto del “cabecita negra” y vuelven a surgir las historias de discriminación, el uso del término negro de m…
Ahora… ¿qué pasa? Pudimos hablar mucho al respecto, pudimos dar ideas de cómo comenzar un relato, pudimos establecer los narradores, pudimos desterrar el prejuicio de que la narrativa puede basarse en un yo, pero principalmente no debemos pensar que “Ese es yo”. Siempre insisto en el concepto de que al igual que otras materias el conocimiento lo tienen ellos, lo expresan lo cual no quiere decir que “sean ellos”. Obviamente es inevitable, la resistencia parte de la lectura de textos que los atraviesan directamente, que los interpela y vinculan con la propia vida. Los textos les preguntan quiénes son, por qué les tocó vivir esa realidad. Es la imposibilidad de la escritura de Semprúm, es “escribir o vivir”. Encontrar como Barthes que uno escribe por aburrimiento o para no agarrar una pala y cavar su propia fosa es una tarea no del todo sencilla cuando el mundo se presenta como un lugar inhóspito ante el cual la “escritura del yo” es una válvula de escape acerada, replegada y oculta para evitar sucesivas perturbaciones o liberaciones inservibles, que no pueden modificar las condiciones materiales, sociales, emocionales de esos jóvenes. La consigna muchas veces queda irresoluta, se resuelve grupalmente o empecemos a “flashear chicos” : “se puede vivir sin pensar…” termina el cuento de Cortázar y yo lo planteo como pregunta. Automáticamente salen las disertaciones más elocuentes, ahora, frente al “Cabecita negra”, frente al “Gato negro”, la cosa se pone más difícil. Está en juego ¿¡quién soy!? Comienzan las preguntas: ¿está bien cómo voy, puedo poner así, me lo lee, risas, comentarios grupales, pero no hay escritura…? Como dice Arfuch, “todo relato de la experiencia es (…) expresión de una época, de un grupo, de una generación, de una clase, de una narrativa común de identidad” (2002: 79). Una identidad que en este caso entra en desasosiego y le cuesta distanciarse para poder narrar lo que conoce y de aquello que está muy distante, le cuesta encontrar las palabras para representar lo que desconoce.
Y yo ¿quién soy? ¿quién escribe sin encontrar el auditorio?
Parias
Parias, desolados, nihilistas y
perdidos;
desencanto y melancolía declaman
aturdidos.
Ilusión hecha poesía salada, exudada
desidia del día. Lugar para el reclamo,
gritos aclamados,
angustia blanca reconcentrada de
ignorancia, desasosiego…
No saber: la espera irónica se toma un
descanso
mientras el oboe tristemente retiene
los trinos.
La copa de vodka, seco garguero del
alma,
disfruta de los labios libidinosos.
Las manos que no se entregan a otras
manos.
Los cuerpos estiran, las voces
murmullan,
la puesta respira, la Rusia cobra vida,
La Vida.
Vivir el desencanto, vivir el
aburrimiento
vivir la decadencia, vivir del
pensamiento
soltar la furia, desgarrar los cuerpos,
tensar las pieles, genitales sueltos,
ocultar vergüenzas, perversiones secas.
Sueltas el ruido y las miserias
para despertar mañana enlodado,
esperas.
lunes, 19 de junio de 2017
Thánatos
¿Y quién será el padre ahora?
quien cuide mis destinos, valore estos
tránsitos
contemple mis fracasos.
¿Quién será el padre siempre?
quien vele por los míos, desangre
ilusiones,
añore sin perjuicio.
¿Quién fue el padre antes?
antes de conocer el olvido, antes de
ser olvidado,
antes del destierro insospechado.
¿Quién será ese padre inexistente?
el que sostuvo mi mano crédula, el que
juró amor eterno
el que desapareció en el tiempo.
¿Quién ha sido él forjando su destino
transita su fracaso, ahogado en su
delirio?
¿Quién hubiese sido si amando
descendencia,
añora con dulzura paciencia de sus
pasos?
¿Quién habrá de ser entonces raíces de
lo nuestro,
se enraíza en el recuerdo y nutre
nuestro suelo?
¿Quién podría haber sido plena
existencia firme,
presente en esta alma destrozada de
vacíos?
El padre es la muerte que se acojona
vira sobre sus talones y vuelve sobre
su marcha;
recuerda el desencanto, se relame de
tristeza;
perdura en la sola idea obsecuente y
fastidiosa
de dar por terminado aquello que nunca
llega.
domingo, 11 de junio de 2017
Tu reloj, nuestro tiempo
Tu reloj, nuestro tiempo
Oscar, artesano de la vida
Fue tu tiempo el tiempo de los jóvenes:
reloj de arena tintineante de vida;
medida incauta de las almas en ciernes;
espacio del tiempo que alojas cimientes;
pedazo de cielo, proyectos en mente.
Fue esta vida que te dejó sin prisa…
Sin aire respiras el sol que iluminas,
pausada la fuerza de pasiones vivas
enciende ilusión tu recuerdo en vilo,
añoranzas plenas de placeres, de vinos.
Ganas me quedaron rondar por las fondas,
las charlas pausadas de la colección
que añoras,
libros, vinos, juegos, un billar que
aflora
como un estandarte de tu voz ronca.
Mirada dulce que esconde el recelo
de viejas historias, de noches sin
sueño,
de resentimientos fluídos de odio,
de nacer humano y ser roble añejo.
Y fueron quebrachos tus piernas, tu
alma
y fueron de pino tus manos cansadas.
El tilo cubrió tus sueños maduros
¡trastoca el reloj que cambie su
rumbo!!
Danos el tiempo necesario y limpio
de momentos firmes, de amores tristes
de pasar instantes plenos de saberes…
¡que tus canas blancas refresquen mi
mente!
Porque las ganas no te abandonaron,
ni la obstinación de sentirse vivo
de pensar el cuerpo como ya el olvido;
saborear las vides, retomar los goces
alejar los males como sueños atroces.
Hedonista acérrimo enseñadme el camino
de la vida plena, ¡sin tanto nihilismo!
lunes, 15 de mayo de 2017
Arreglador suburbano
No querer que la noche traiga lo que el día niega
lunes, 8 de mayo de 2017
Crisis de conciencia
Solipsismo I
El 147
sábado, 25 de febrero de 2017
Que en Paz descanses...
-Pase, pase!
Pasillo al fondo. La oscuridad y frío de las baldosas setentosas. Afuera cuarenta grados y en ese departamento al fondo la nocturnidad de los cementerios, ausente de vida. Un sol que resquebraja el cemento y deshilacha el asfalto y allí la invitación sepulcral de acceso a lo desconocido.
Manejó hasta el lugar apresuradamente, tratando de llegar a la tenebrosa cita. Sabía perfectamente con lo que se iba a encontrar, no por ello menos inquietante. La hora se hacía y justo en el momento de llegar, a doscientos metros… ¡la calle desaparece y empieza otra!. ¿Dónde continúa? Qué pasó? ¡si venía bien!. La gallega le dice " gire a la izquierda...gire a la izquierda.. Vuelva a girar a la izquierda". Como en un cuento de nunca acabar las condiciones indicaban que no era un buen día para llegar. El calor no daba tregua y la boca reseca se acentuaba por la ansiedad de llegar a tiempo. Giró, giró y la puerta al infierno se abrió.
-¿Al fondo?
-Si.
Tímidamente comenzó la marcha hasta la lamparita tenue que se asomaba al final del largo tránsito de criptas celosamente cerradas a las miradas morbosas. Una larga fila de PH se entregaban al transeúnte como invitando al curioso asomarse a lo prohibido. Caminó delante pausadamente, como queriendo no alejarse de su recepcionista que la seguía cuidadosamente intentando no rozar su cuerpo. Caminaba delante sin saber hacia dónde.
Había descendido del auto en medio de la mugre bolichera de un Ramos Mejía muerto durante el sábado a la tarde. Una suerte de desperdicio del paraíso de diversión y goce se desplegaba ruinoso sobre la vereda. La pila de bolsas, cartones, botellas y el olor agrio de los vómitos de una noche agitada se mezclaban con la sed angustiosa que le volvía. Encontró la altura: una puerta vieja rodeada de pastos en los que el tiempo acumulaba vapores de caños de escape, fluidos de noctámbulos irreverentes y apurados, el polvo de una ciudad en furia, la desidia de una urbanidad desencantada. Departamento cuatro y un portero eléctrico que no suena. Nadie responde al timbre, ni se escucha el timbrazo aunque del otro lado del vidrio sucio, esmerilado por las décadas, se asoman dos metros tambaleantes lentamente deslizándose en un asomo de humanidad ausente.
La mirada sobre la nuca, la presencia de una amenaza detrás, sabiendo que el peligro acecha al final del túnel. Recordó la noticia: una joven mujer había salido de su casa a hacer un trámite y nunca más la habían vuelto a ver hasta dos semanas más tarde que apareció en un descampado del acceso oeste degollada y violada. Le faltaba un molar superior izquierdo. Esto fue lo que permitió identificarla dado el grado de descomposición del cuerpo. Trató de no pensar en eso...
Llegó a la puerta que se abría iluminada y una corte de almas acongojadas se amuchaban en una pequeña sala de baldosas viejas, sillas de caño floreadas muy modernas para los ochenta, y una suerte de cuadritos grasosos que colgaban mustios de las paredes descoloridas. La cerámica renegrida era fácil de limpiar: cualquier salpicadura no se notaría en el desgaste natural por el paso de la vida. El Papa, vigía de la sala parsimoniosa, se asomaba a una puerta donde el café y el té parecían tener protagonismo. Nadie en la sala se movía: respiraban profundamente, exhalaban sin prejuicio, casi con fastidio mientras el enlutado recepcionista despachaba los visitantes que curiosamente salían contentos y locuaces. En la pared un cuadrito con miniaturas del instrumental del artífice anunciaba la fastidiosa tarea del dolor que vuelve a la vida. Una pinza seguramente hacía las delicias del ensombrecido portero. Unas cuantas espátulas, diferentes punzones con puntas disímiles y una suerte de palanca primitiva recordaba el precio de la felicidad de los huéspedes. Una diminuta certificación que con pretensiones de título habilitaba el espacio para confiar en el celoso encorvado sepulturero. La foto de Piazzola sin vergüenza se acodaba a la par, como avalando dos artes símiles. La barba canosa crecida de varios días y el peso de los años en una humanidad dudosa de dos metros acortados por la carga de sangrantes fauces laceradas se asomó, despachó su último servicio y se dispuso a atenderla.
Entró en el despacho siempre seguida por el cálido aliento de la muerte en la nuca. Intercambiaron datos, e información pertinente y la invitó a tomar asiento en el sillón de las prácticas. Una aguja se metió directamente en el maxilar, un agudo dolor fue seguido de uno aún más intenso, la misma aguja clavada en el paladar. Una leve sensación de adormecimiento en la zona fue sorprendido por la el accionar de unas manos desnudas en la boca que tantearon la pieza intentando hacerle juego, provocando que aflojara tras una maniobra sencilla. No tuvo mucha suerte así que procedió a palanquear con una de las puntas, de un lado, del otro. Ella sentía como se desgarraba una parte de sí, como el cuerpo ofrecía la resistencia necesaria para evitar la extracción: el crujir de los huesos, que te arranquen un pedazo, la mandíbula que se afloja. Se desmayó.
Él retiró cuidadosamente la pieza, limpió con ternura las gotas de sangre que rodeaban la boca, el cuello y la comisura de los labios y casi prolijamente colocó el cuerpo en una bolsa que despachó hacia el camposanto. Final de la labor diaria.
martes, 7 de febrero de 2017
Soy
graciosa ironía de la vida empática;
apasionada del encuentro con la tristeza,
pujante cuando el destino del egoísmo arrecia;
impetuosa y rebelde frente a los sueños,
fuerte frente al embate de los tiempos;
lindura superficial y anecdótica,
constante de fidelidades absolutas;
trabajadora incansable, rutinaria e iracunda.
Impaciente frente a las acciones simples,
ansiosa ante las simples acciones.
Arrebatada en el hacer de las acciones,
atribulada por haber concluido las acciones.
Ambiciosa en la búsqueda...
de las acciones, perfeccionista
del hacer, consumista de experiencias...
de la experiencia hecha objeto de consumo
del consumo de la vida y la pervivencia
de nuestras almas subsumidas, esencia.
martes, 17 de enero de 2017
Escena de lo Dos
Sí te robo la
PALABRA
el SILENCIO
del encuentro
me derramo en las delicias de las noches sin ensueño
me REENCUENTRO en tus voces
canturreadas,
en los saltos, en el tiempo
en el ritmo de tus cuerdas
REMEMORO, y despierto a las luces de una vida
allá lejos, hace tiempo, entre humo y nostalgia
en el café de los sueños, la esquina donde
emociones
juveniles se gestaron, brotaron, surgieron,
dieron lugar y
CRONOS
hábil señor del destierro
fecundó la idea
acercó las almas, anidó las voces en la VERBA fecunda
soliloquio
absurdo el recuerdo.
viernes, 6 de enero de 2017
Choluleo norteño (copla)
busca busca, un buen cuadro, en la selfi del hartazgo.
Su mirada, viene y teme el encuentro tan deseado
son sus héroes, ya cansinos, que lo creen desatino.
Pero ella no le importa, son maestros de su historia
sus poetas abandonados, por cansancio, desengaño
de las noches obstruidas en lecturas aburridas
que al pasarse de los años fueron luces del opaco
sumidero de la vida que dejaron sus heridas
las palabras de los dioses recupera su sentidas
emociones enajenadas ante la realidad encontrada.
Y choluleando voy bajando esta cuesta pedregosa
voy buscando mis maestros que me esperan en la cima
de los nobles, los sensibles, los artistas, los nada
los que regalaron palabras, su música, su poesía...
Choluleando, no me avergüenza verte y vernos
reflejarnos en el iris de los sueños que abrazamos
Choluleando me arrepiento que mi felicidad
no haya quedado inscripta en la foto del recuerdo
de los días en que un instante compartimos
aunque nada represente la banal hipocresía
mi corazón siempre estará lleno de melancolía.
jueves, 29 de diciembre de 2016
Remolcador de Sueños ARA Guaraní
el espíritu educado.
martes, 13 de diciembre de 2016
Forty Five
jueves, 1 de diciembre de 2016
La tristeza corroe el alma
domingo, 20 de noviembre de 2016
Terruño
Autofoco
mi alegría que se arriesga según pase
los días de la vida, absorbida.
sábado, 5 de noviembre de 2016
La vida como oxímoron
Desde la
eternidad de los tiempos miro la desazón y el desencanto pegajoso del dulce
aguachento del vino rebajado, de tu luz apagada bajo el minipam quemado. Es mi
encanto nostálgico que no quiere hacerse fuerte ni acabar con la tristeza
porque no habría otro signo de aquella quien desprecia la vida por simple ocio.
Es la quietud del cuerpo que adormece el alma y lo lleva a los infiernos de las
aparentes alegrías infames, de la imagen de los dones inservibles. Pensar el
qué, el cómo el por qué para llegar a la nada y el tormento de la locuaz mudez
que me taladra obligándome a pensar en exageraciones contradictorias. La vida
como oxímoron y la hipérbole como filosofía.
Infame la
hipérbole reclamó su espacio: ni una sola mujer en la tierra podría explicar lo
qué es ser mujer. Ese encanto lleno de imperfecciones hace de ella sublime
ejemplo de la precariedad del hombre...
Los tres puntos
atormentan para intentar sostener lo aparente, esa profundidad de manual de
ortografía decimonónico que dejó las reglas en las postrimerías de la poesía.
Novalis se mi musa insospechada, desconocida y olvidada. La doble abstracción
es un vicio enajenante y narcótico. Lindo encuentro el de la soledad, la
juventud de la mediana edad y la belleza reunida en una noche de ironías. Aquel más amado se encuentra en un espacio
ridículo descentrado del deseo y aliado con la impotencia. Aquí estamos yo y yo
esperándome. En busca del tiempo perdido te dirán los amantes del afanoso
intelectualismo vejestorio. Aquí te digo yo. Aquí conmigo y sin ánimo de
sorprenderte, rotunda aliada del mal.
Anáfora inútil
de tu nombre reiteradamente obsesivo que me atormenta y me desangra.