Lunes, 12 de Setiembre 2016.
González Catán
Fiscalía
N° 1 La Matanza. Pichincha y Varela. San Justo.
Tengo
12 años. Tengo que contarle mi historia porque ya varias veces ustedes han
citado a mi mamá a esta oficina, a mí me han dejado sentada en el pasillo y
cuando salimos de ahí siempre un problema. Que la guita no alcanza, que tu
padre no sé dónde anda, que la escuela no la ayuda…
Un
día la Directora del colegio me llamó a la dirección para preguntarme si andaba
todo bien por casa. ¿Qué sabía, qué había pasado?. Vivo en el Partido de La
Matanza, siempre pasa algo… A veces te enterás que el vecino del fondo tuvo que
mudarse porque se peleó con otro y vino todo el barrio a quemarle la casa,
otras veces es mi amiga, la que no
vuelvo a ver porque la madre debió mudarse porque el padre abusaba de ella…
Esta
vez me tocó a mí. No sé por qué razón pero ya empecé cuarto grado cinco veces
en siete escuelas diferentes. Vamos para acá, vamos para allá y ese hijo de
puta de Roberto que no me deja en paz. Que tráeme vino, que vení y sentáte acá,
que hacéme caso, que lava los platos, y tras el revoleo de patadas o el empujón,(
porque yo no tengo ganas de que me anda mandando), encima a mamá siempre le anda diciendo cosas,
que con quién andas, que qué hiciste esta tarde…
Y
dale que vamos de un lado para otro, que a la casa de la abuela, vuelta con el
Roberto, que a la casa del abuelo en capital y otra vez el Roberto maldito.
El
otro día escuché que se cumplía un aniversario por la muerte de Roberto Sánchez…
igual que el Roberto… pero estaba allí sentando, sonriendo con la noticia, le
había causado gracia… a mí también!
Un
día más ingresé al 4°
grado A turno mañana. Esta vez fue mi tía que me llevó al colegio porque me
veía en la casa todo el día y el maldito encima mío.
La niña fue inscripta por la Sra. B
quien refiere ser la tía de la niña. Concurre con un pase de la EP N° x, sita
en Barrio x, Km x, Gregorio de Laferrere. La Sra B se hace presente en el Equipo de
Orientación Escolar de la EP x para comunicar que la niña era golpeada y
maltratada por su madre la Sra. C.
Nuevamente
lo primero que pasa cuando entro a una escuela nueva es que tengo doce y aún no
logre pasar de cuarto grado. Esto hace que empiece a escuchar que “la mando al
gabinete, para ver que pasa ahí”…. Después de este primer día de clase citan a
mi mamá y dale que va, todo empieza de nuevo, al tiempo otra oficina, el
Roberto que va y viene y nosotras de la casa de la abuela a la del abuelo y de
allí a lo del Roberto en Barrio Independencia.
Esta
vez la tía se puso firme. Un día vino y le contó todo a la asistente social. Lo
sé porque al otro día mamá estaba como loca, me dijo que a esa escuela no iba
más y que si venía alguien a buscarla a ella o a Roberto saliera y les dijera
que no había nadie.
Después
de eso Leticia, mi mamá, (que le gustaba que le dijera por su nombre y siempre
me decía que la podía llamar por su nombre porque aún era una chica joven y
mamá la hacía sentir más grande) me propuso quedarme a vivir con la tía. Hablaron
entre ellas, yo no sé muy bien que decían pero Roberto se escuchó varias veces.
La tía era la hermana del maldito, pero conmigo era muy buena a pesar de mis
primos que cuando ella no estaba aprovechaban para decirme “¡sucia, andate a tu casa!”
-Yo
con mis tíos me llevo muy bien. Mi mamá
debe resolver algunas situaciones…
–¿Y
cuáles son esas situaciones Luz?
-Mi
mamá me golpea porque el Roberto se enoja conmigo porque no le hago caso. No quiero vivir con ella, ni los fines de
semana, me quiero quedar con mi tía. Roberto me reta cuando no hago las tareas
o traigo malas notas
Me
preguntaron también muchas cosas, que no quise contar porque ya las conté
muchas veces y el maldito sigue ahí. No sé por qué mi mamá putea siempre
repitiendo “que te voy a dejar con tu padre… ¡si supiera dónde está!”
El
mismo día que entré a la escuela nueva con mi tía me la pasé en el gabinete, ni
ganas tenía ya de ir al patio, no conocía a nadie y encima todos sabemos que si
estuvo en el gabinete por algo raro es…
Me
fui con la tía, pasaron los días y yo le decía que no tenía ganas de ir al
colegio porque ahí no conocía a nadie, encima… si me preguntaban algo qué iba a
decir …¿¡qué mi mamá me dejó con mi tía porque tenía unos problemitas!?. Llegaron
las vacaciones de invierno, pasaron unas semanas de muchas lluvias… era
imposible cruzar el campo sin quedar embarrado hasta las rodillas, así que de
la escuela mucho no hubo. Un día apareció en la escuela, tras un par de meses, con
alguien más.
La
maestra me hizo juntar las cosas. Vuelta
al gabinete, ni sabía todavía cómo se llamaba mi maestra. No había ido desde
hacía largo tiempo pero el tiempo había pasado porque esa panza con la que
apareció Leticia no estaba la última vez que la ví. Aparentemente me quería
llevar y como nadie la conocía en la nueva escuela no le permitieron que me
retirara. La revuelta no se hizo esperar: atrás de ella apareció mi tía, una
policía vestida de azul, otra que me llevó al patio y los gritos que se
escuchaban desde lejos.
La
Directora que hablaba del “Servicio Local de Protección de Derechos del niño” del km 29 de González Catán. Sé con perfección
el nombre del lugar… cada vez que pisaba una escuela nueva caía en lo de Roberto
o en lo de los abuelos una nota que yo trataba de descifrar para descubrir si
la mandaba la maestra, la directora o quién. Tal vez, ese que Leticia dice que
no aparece… ¿mi padre? No es acaso el maldito mi papá. Nunca le dije papá no sé
muy bien porque, tal vez porque nunca tuve nada que decirle.
Y
ahí mirá lo que me vengo a enterar y me lo cuenta la gordita de azul que se
hacía la simpática para que yo le hablara y yo que ya no tengo más ganas de
hablar de nada la escucho como desde debajo de la cama, en ecos que se pierden
a través de la colcha que cae protegiendo el universo.
Ecos
de que la tía es la hermana del maldito, claro, ya le conté señor juez esto,
pero mire usted cómo me vengo a enterar que la tía se había puesto de acuerdo con mis abuelos
para tenerme en su casa mientras Leticia tramitaba su panza a punto de estallar.
Me dice la simpática:
-Todos
te queremos ayudar Luz. ¡Mirá cómo los abuelos ayudan a la tía para que a vos
no te falte nada!.
La
tía que no era tía, la abuela que va y viene y el maldito que no es nadie más
que un maldito.
Y
ahora quien es el que está por llegar, ¿mi hermanito?. En la escuela la maestra
nos había contado un cuento sobre una nena que cuando le pasaban cosas que no
quería se defendía gritando muuuyyyyy fuerteeeeeee!!!!
Ese
día quería ser esa nena, la del dibujo con fondo oscuro que tiene una boca muy
grande para gritar tan fuerte que arrasara todos los eucaliptos del campo y los
caballos que pastan allí todas las tardes salieran volando por la fuerza de mi
voz.
El
eco y el aliento nauseabundo de la simpática me hacían pensar más y más en la
idea. De pronto me di cuenta, la luz atraviesa los bosques cuando está saliendo
el sol y venimos caminando por el campo para llegar a la escuela, da confianza
en las noches en que se corta la corriente en todo el barrio y prendemos una
velita hasta que se apaga y nos quedamos dormidos, la luz permite ver aquello
que se esconde en la oscuridad, y ¡Luz
era mi nombre!.
Así
que como la nena del grito pensé, pensé e imaginé tener un poder superpoderoso
que irradiara luz para alejar las cosas malas, eso que me hacía sentir miedo en
la oscuridad, las manos que se acercaban bajo las sábanas en medio de la noche.
Era luz que con doce años me había
mostrado aquello que no podía ver porque no tenía aún este poder que tengo
ahora de ver las cosas, por eso se lo estoy contando, Señor. Ahora puedo ver
porque me di cuenta que tengo el poder de la luz. Leticia quiere que me vaya
con ella, yo no quiero. Leticia me llevó al Durand y ahí vuelta al servicio
local. Leticia está presente cuando Roberto me dice mentirosa y otras cosas y Leticia
me mira, resignada y sin fuerzas.
-No
quiero ir con Leticia le digo a la simpática que en el cono del eco ya no sé qué
decía. Se escuchaba el tono de reto a Leticia, el tono de “te voy a cagar a
trompadas de mi tío”… que no es mi tío…
Y
el griterío seguía, y Leticia me agarra de un brazo y me arrastra a la parada
del colectivo para ir a parar a vaya saber dónde con la panza y el maldito.
Y
la luz se hizo presente milagrosamente, se apareció de repente tras el
colectivo que se asomaba, se cruzó intempestiva, sin problema, rapidito, como
me decía ella al cruzar la calle. ¡Rapidito, rapidito!, se atravesó en el
camino de Leticia y sola quedé allí parada mientras los vecinos buscaban el
cuerpo de Leticia una cuadra más allá la Luz se alejaba sin explicaciones, sin
culpas ni rencores.